El por qué de la elección de la nueva jueza en USA

(Por Marion Saint-Ybars/APL) Donald Trump quiere ganar las elecciones pase lo que pase. Acusa a los demócratas de planear un fraude y anuncia que no reconocerá los resultados si pierde. Para ello necesita la mayoría en la Corte Suprema. Quedan menos de dos meses para las elecciones en Estados Unidos pero el presidente Donald Trump no parece aceptarlo, ha sugerido que si lo cree conveniente podría aplazar la fecha de los comicios programados para el 3 de noviembre. Trump se ve contra las cuerdas y dice que sus rivales se disponen a cometer un fraude de proporciones enormes. El ascenso de la popularidad de su rival demócrata, Joe Biden, y su pésima imagen hacen cada vez más improbable su permanencia en la Casa Blanca. Trump, experto en juego sucio ahora opta por culpar a los demás de querer hacer trampa. El presidente tiene motivos para sabotear las elecciones, pues se encuentra en el peor momento de su mandato.  La jueza de la Corte Suprema quien falleció recientemente, Ruth Bader Ginsburg, había expresado un último deseo: “Mi mayor deseo es no ser reemplazada hasta que un nuevo Presidente asuma el cargo». Donald Trump no solo no lo respetó, sino que no esperó a que enterraran a la jueza de la Corte Suprema antes de nombrar a su reemplazante, una jueza católica ultraconservadora y antiabortista, Amy Coney Barrett. Ella es miembro de un grupo religioso, People of Praise, un carismático movimiento pentecostal y es conocida por su posiciones conservadoras y su lectura “originalista” de la Constitución.

Por lo tanto, los republicanos lanzarán el intento de confirmación rápido esta semana. Según las cuentas tienen la mayoría necesaria. De los 53 senadores de derecha solo dos dijeron que preferían al presidente electo el 3 de noviembre para tomar la decisión: Susan Collins (Maine) y Lisa Murkowski (Alaska). Mitt Romney, el único funcionario electo republicano, se ha sumado a la tropa sobre este delicado tema que puede “encerrar” al máximo órgano judicial del país durante décadas. Mitch Mc Connell, líder republicano en la Cámara Alta, puede contar con 51 fieles. Sin embargo, otra deserción no crearía un caos interno ya que, en caso de empate, la voz del vicepresidente Mike Pence es decisiva.

Las audiencias con la posible nueva jueza están programadas para comenzar el 12 de octubre. Hasta entonces, Amy Coney Barrett tendrá que rellenar los larguísimos cuestionarios. La votación final está programada una semana antes de las elecciones del 3 de noviembre. ¿Tienen los demócratas los medios para evitar la maniobra? No, se ha abolido el “obstruccionismo” (se requiere mayoría calificada de 60 senadores) para este tipo de nombramientos. ¿Pueden ralentizar el proceso? Puede ser. Sin duda, movilizarán todos los recursos posibles para extenderlo más allá del 3 de noviembre con la esperanza de que ese día el Senado caiga de su lado. Aun así, el mandato de los electos salientes, al igual que el del presidente, se extiende hasta el día de la toma de posesión de este último, el miércoles 20 de enero. En esta hipótesis, la mayoría republicana saliente y derrotada en las urnas podría, no obstante, validar la nominación de Barrett.

Los republicanos, que han ganado el voto popular solo una vez en las últimas siete elecciones presidenciales, tendrían así una mayoría de 6 a 3 en el órgano judicial que, en definitiva, valida las leyes … Obamacare (Ley de Protección al Paciente y Atención Médica) y la ley al aborto estaría claramente en la mira. Pero parece que el entusiasmo de los republicanos tiene un propósito más a corto plazo: la propia elección presidencial. Donald Trump, todavía muy retrasado en las encuestas, no lo ha ocultado: anunció que respetará una pérdida solo si “emana de una decisión de la Corte Suprema”. Si son derrotados en las urnas, los republicanos llevarán el caso a los tribunales que, luego como en 2000, demostrarán que tienen razón.