Hace poco escribí un texto que termina así: “Feminista, nunca más”. Un texto que hace un año no imaginé escribir. Hoy, ese “nunca más” es parte de mi identidad. Es parte de mi transición constante. De mi abolicionismo de la cultura represiva. De mi caos. De mis crisis continuas. De mis ganas de incendiar todo este mundo vacío. De mis poesías con gusto a abismo. Hoy, ese “nunca más” es dejar de identificarme con mujeres con las que no comparto nada. Porque, ¿hay algo más falso que eso? Crear una identidad de cotillón.
Compañero, compañera, que palabra hermosa, podría decirlo de no más de cinco personas, compañeros son aquellos con los que “comparto el pan”, con los que puedo invocar fantasmas y al mismo tiempo visibilizar, cuestionar, de-construirme, destruirme, perturbarme y perturbarlos. Compañero es aquel con quien discuto políticamente, con quien leo poesías y como asados a las 4 de la mañana. No me identifico con aquellas mujeres que quieren cambiar la “patria” por la “matria”, no me identifico con aquellas que piden más pena, pulseras electrónicas, jaulas chicas o grandes para los “machos”. No me identifico con las adoradoras del los códigos penales, de los pentateucos, de los diccionarios. NO me identifico. No me identifican.
Compañero, compañera, es algo más que un amigo o amiga, es misticismo, es sensibilidad colectiva. Sensibilidad que no se puede forzar colectiva en base al género. Si, el género, categoría que cuestionan las “feministas más radicales” (Judith Butler, Beatriz Preciado) feministas de la “Queer-academia”, feministas de la simplificación: el problema de todo es la “heterosexualidad”. ¿El problema de todo es que me guste el pito? Qué me afirme como “mujer” ¿? Monique Wittig, otra feminista “radical” me responde “que estoy sometida a un “contrato” heterosexual, que el término “mujer” tiene sentido sólo en los sistemas económicos y de pensamiento heterosexuales. Las lesbianas no somos mujeres, como no lo es tampoco ninguna mujer que no esté en relación de dependencia personal con un hombre”.
Te explico lo siguiente, Monique, ni dios, ni el estado, ni Butler, ni Preciado, ni vos van a decirme cómo expresar mi sexualidad. Vivo el sexo como algo lúdico, me encanta el placer de a dos, de a tres, de a cien, soy perversa, me encanta estar enamorada y eso no implica que dependa de nadie, eso solo implica, Monique, que estoy viva.
Y si, no fui a la marcha”