Hacía la Coordinación Anticarcelaria Nacional

 
 
15 de mayo de 2010, Exclusivo Agencia Walsh ¿Por qué se reunieron en Córdoba un puñado de organizaciones anticarcelarias con el fin de coordinar esta lucha a nivel nacional que devasta a decenas miles de presos y presas y a sus familiares en todo el país? ¿Por qué este conjunto de militantes de base sin “aparato” ni recursos asume semejante responsabilidad de modo central? Una de las respuestas más obvias es porque aquellos que debieran estar también, se ausentaron sin aviso.
¿Si la cárcel nació con al capitalismo y no sirve más que para amontonar, segregar, neutralizar y exterminar a los pobres, a aquellos que “no encajan” en el ordenamiento social, con  la excepción de cada regla, por qué no luchar para abolirla? ¿Si otra de sus funciones es la de generar jugosos dividendos iniciados desde la misma construcción de un penal, pasando por las sobrefacturaciones y los negociados de drogas y robo de alimentos o medicación a los hijos más vulnerables del pueblo, para qué mantenerla? En  estas condiciones, ser abolicionista no parece una opción sino una necesidad para los revolucionarios y cuestionadores. No se trata de “mejorar” la cárcel, sino de derribar los muros y las rejas. Pero ser abolicionista no puede reducirse a una consigna, exige un compromiso diario en la interacción entre el adentro y el afuera. Porque la reja puede separar físicamente, pero no debe romper el lazo que nos une y nos exige estar juntos y organizados en una batalla gigantesca y desigual. Está claro que esta pelea es parte de la creación de otra sociedad justa y digna que tenga como horizonte el desarrollo de valores humanos y no barrotes que custodian los beneficios de la sangre y el despojo.
 
En su carta a la junta militar, Rodolfo Walsh expresaba que los mayores crímenes cometidos por los dictadores no eran las tremendas violaciones a los derechos humanos que perpetraron entonces, había un crimen mayor: la miseria planificada para millones por mucho tiempo. En ese entonces los que “no encajaban”, “los que molestaban” para este reordenamiento social precisamente eran los compañeros desaparecidos. Sobre esa sangre se edificó el neoliberalismo con su dato más saliente, la exclusión de la vida digna de millones de seres humanos. “Nada de lo humano me es ajeno” era una de las frases predilectas de Carlos Marx, pero los partidos autoproclamados marxistas no son interpelados, fervientemente, por el dolor que trascurre detrás de los muros y las rejas. Tampoco los organismos de derechos humanos, salvo pocas excepciones, toman esta problemática. Espasmódicamente, en el mejor de los casos, es el ritmo que caracteriza el compromiso de la mayoría con este tema.
 
Una cuestión de Estado
Sin embargo, la masacre en la cárcel es solo una parte de la represión del Estado. Como lo reitera Correpi, ésta tiene un lado “preventivo cuyo objetivo es aplicar el control social a los sectores objetivamente interesados en cambiar el injusto estado de las cosas, y que por lo tanto se descarga de manera indiscriminada sobre los más pobres y en particular los más jóvenes, que son así disciplinados, en el respeto al orden y la autoridad. Son sus herramientas más frecuentes el gatillo fácil, las torturas y las detenciones arbitrarias, acompañadas por el ‘sobreseimiento fácil’ judicial”.
“Y la otra, es  de carácter ‘retributivo’, continúa Correpi que  está destinada a los mismos sectores en sus segmentos organizados, y se aplica de forma selectiva a organizaciones y militantes populares. Utiliza dos herramientas esenciales, la represión directa bajo la forma de ataque a movilizaciones y manifestaciones, el secuestro y tortura de militantes, las amenazas y aprietes, etc., y la criminalización de la protesta y del activismo político en sus dos carices, el primario a cargo del poder legislativo y el secundario, administrado por jueces y fiscales”.
 
De ese modo, después de la masacre de la dictadura prosiguió sin solución de continuidad otro genocidio que enviaría al vasto al territorio del desamparo, a los manicomios, a deambular por los basurales, al fugaz veneno del paco,  a enfrentarse con el plomo fácil y a la cárcel,  a la población “excedente”, a millones de excluidos. Muy a pesar de la declamada defensa verbal de los derechos humanos del actual gobierno nacional, las cifras son contundentes. Ningún otro gobierno tuvo más presos por luchar, el gatillo fácil asesina a un joven pobre y morocho cada 28 horas y antes lo hacía cada 40. El número de presos que algunos llaman sociales, aunque se sabe, todo preso es político, se triplicó. De 22mil detenidos sobre fines de 2002, hoy ya superamos los 66 mil. Sólo así es posible mantener una política de hambre y miseria.
Y si alguien descree del hambre que aquí se denuncia puede asistir por caso al basural de José León Suárez llamado Ceamse de donde se alimentan miles de argentinos cada noche. Allí también podrá ver cómo son violadas madres,  hijos e hijas en edad escolar, por hombres de la seguridad privada, porque solo así pueden disputar más tiempo los desperdicios con las ratas y las enfermedades, aunque de esto no de cuenta ni Clarín ni 6,7 u 8 alcahuetes.
En este contexto, más de 20 organizaciones de distintos puntos de la Argentina acudieron a la convocatoria de la Coordinadora Antirrepresiva mediterránea. En el intercambio, uno a uno se iban sucediendo los relatos que daban cuenta de tormentos cotidianos, crímenes nunca sancionados y “suicidios” empeñosamente promovidos por el Servicio Penitenciario Federal, comandado por Alejandro Marambio Avaría, hombre de Aníbal Fernández y de los Kirchner. También, las denuncias daban cuenta de casos idénticos en las prisiones provinciales donde hijos putativos de la dictadura disponen de la vida y la muerte de los sectores más pobres. Diversas propuestas de lucha y solidaridad fueron debatidas para enfrentar esta política.
Así, convocados por la Coordinadora Antirrepresiva de Coordoba, acudieron al Primer Encuentro Anticarcelario realizado en la Biblioteca Popular Bella Vista de Córdoba el pasado 10 de abril: La Cantora (Buenos Aires y Río Negro), Ciudad Interna (Coronda- Santa Fe), Zainuco (Neuquén), Coordinadora de Trabajo Carcelario (Rosario- Santa Fe), Pañuelos en Rebeldía (CABA); Cruz Negra (Buenos Aires) y Agencia Rodolfo Walsh (Buenos Aires y Neuquén). También participaron diversas organizaciones de Córdoba como Cooperativa Esperanza, Sin muros, Casa Caracol, Taller de Periodismo “Mordaza Cero”, Kasa lxs gatxs, Taller de Periodismo de Mujeres en Bouwer, Coordinadora Antirrepresiva de Villa María -Vecinos Autoconvocados Contra los Abusos Policiales (Vacap), Coordinadora Antirrepresiva de Alta Gracia, entre otras.En una de las principales definiciones que cuestionan la existencia misma de las prisiones y su verdadera esencia, el Encuentro sostuvo que: “Las cárceles son centros de tortura, represión y exterminio, constituyen una parte del aparato represivo para defensa de los intereses de la clase dominante. Los asesinatos y tormentos sistemáticos en los sitios de encierro descargados sobre seres humanos indefensos; la ausencia de control por la llamada justicia convierten a las prisiones argentinas en reales campos de concentración y muerte”.Con esa contundencia, el Encuentro abordó temas como Estado/Pena-Castigo; El/La Preso/A Y La Ley De Ejecución Penal 24.600: Situación Familiar cuando algún/a miembro está presx; Cárcel y Género; Problemática Carcelaria y los Medios de Comunicación.
Cabe destacar que entre la realización dell Encuentro y la publicación de estas líneas cinco compañeros anarquistas fueron reprimidos y presos, también Roberto Martino del MTR quien permanece entre rejas, tres obreros detenidos de Las Heras están en Huelga de Hambre y las compañeras de la Cárcel de Ezeiza decidieron una Huelga de brazos caídos.
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