LA CANCIÓN DE LOS PRESOS
Mala noticia para los ingenieros del horror: la máquina de la muerte produce vida. Cada piecita luce intacta y en su sitio, se han revisado y aceitado los engranajes, se han seguido al pie de la letra las instrucciones de los técnicos internacionales de mayor experiencia y prestigio. Sin embargo, ahí está aleteando, más viva que nunca, el alma humana. Hombres aislados, torturados, cotidianamente sometidos al tratamiento de la destrucción, responden creando. No tiene la voz rota ni apagado el corazón quien es capaz de decir:
a veces llueve
y te quiero
a veces sale el sol
y te quiero
la cárcel es a veces
siempre te quiero
Estos son poemas anónimos. Sus autores están presos en el Penal de Libertad, que así se llama, por traición al lenguaje, la principal cárcel de presos políticos del Uruguay. Han sido escritos en hojillas de papel de fumar y se han deslizado a través de los barrotes y los anchos muros de ese campo de concentración. Por ser obra de los presos, los poemas simbolizan perfectamente la situación de un país que está, todo entero, en prisión:
lo dijo un compañero
si eliminamos
órdenes
reglamentos
si hacemos caso omiso
a uniformes
rejas
si no tomamos en cuenta
a oficiales
y alcahuetes
lo dijo un compañero y yo lo creo aquí
en el calabozo grande estamos presos
La cárcel es la casa de cada ciudadano. ¿Quién no tiene prohibida la palabra? Una reciente orden de la Dirección Nacional de Relaciones Públicas de la dictadura uruguaya impide opinar sobre temas políticos a nadie que no sea general de las Fuerzas Armadas. Todos los habitantes del país son rehenes de libertad precaria, sin otro derecho que el de respirar y obedecer. El simple hecho de cobrar una cuota de un sindicato se considera incitación al delito y se paga con seis años de prisión. Se ha cambiado la partitura del himno nacional para que la música suene bajito cuando el coro grita: “¡Tiranos temblad!”, y así se obliga a susurrar la frase, porque el que se anima a gritarla marcha derecho a la picana eléctrica y la cárcel. Mientras existió la prensa de oposición, el régimen batió el record mundial de suspensiones y clausuras, entre 1968 y 1975, y actualmente no se perinite leer, en las bibliotecas públicas, los diarios y revistas publicados antes del golpe de Estado de 1973. La orden de silencio es tan absoluta que están sometidos a censura, en el Uruguay, los diarios de Argentina y Chile, porque resulta demasiado libre la prensa de Videla y Pinochet. Más de la mitad del presupuesto nacional se dedica a financiar las tareas de vigilancia, persecución y castigo: en proporción, el Uruguay tiene el mayor presupuesto de represión del mundo entero. El derroche militar y policial podría explicarse, quizás, porque el gobierno considera que estamos en plena tercera guerra mundial, según explica un reciente documento de las Fuerzas Armadas editado por la Universidad de la República. Pero en realidad, es muy otra la guerra que están librando los militares de mi país. Para las Fuerzas Armadas uruguayas, convertidas en el partido político de las corporaciones multinacionales, el enemigo es la gente:
es verde
pero murmura
es verde
pero habla
es verde
pero interroga
es verde
pero tortura
El senador Frank Church dijo en Estados Unidos que “Uruguay es la peor, aunque no la única, cámara de torturas de América Latina”, y recientemente, el almirante Hugo Márquez, miembro de la Junta de Comandantes en Jefe, proclamó en Montevideo que los militares tienen órdenes de “respetar la dignidad del ser humano y no infligirle presiones físicas más allá de lo que es humanamente soportable”. Por lo menos medio centenar de personas han muerto víctimas de torturas “humanamente soportables’, y no existe un solo preso político que no haya pasado por ellas
si vieras
las contradicciones que hay
en el Ejército
si hubieras escuchado
cómo discutían
alférez y capitán
mientras me daban
En el marco de la campaña mundial por la amnistía, los poemas de los presos políticos serán editados en Suecia. Resultarán sorprendentes, para más de un lector, porque nada tienen que ver con el panfleto facilongo y porque revelan una insólita capacidad de hermosura en las peores condiciones imaginables. Han sido escritos por hombres sometidos a un continuo clima de tensiones y amenazas, deliberadamente montado para volverlos locos. En 1976, Edy Kaufman, de Amnesty International, reprodujo ante el Congreso norteamericano las palabras del director del penal de Libertad: ya que no se ha liquidado a tiempo a los elementos peligrosos para el país, y tarde o temprano habrá que liberarlos, “debemos aprovechar el tiempo que nos queda para volverlos locos”. Los presos políticos uruguayos sólo pueden hablar por teléfono con las pocas visitas que se les permiten y tienen prohibido volver la cabeza, hacer guiñadas, caminar lentamente o con apuro y, por misteriosas razones, también tienen prohibido dibujar peces, mujeres embarazadas y gusanos. Están obligados a pagar su hospedaje, como si la cárcel fuera hotel, a un promedio de quinientos dólares anuales. Son frecuentes las tentativas de suicidio en las celdas de castigo y también los simulacros de fusilamiento.
No son éstos, sin embargo, poemas quejosos. No están sucios de autocompasión. Han sido escritos desde la dignidad, no desde la lástima:
hablar brevemente con la abeja
que pasa zumbando
decirle a la hormiga que se apure con su pan
para la compañera hormiga
contemplar la araña
admirar la belleza
de sus patas portentosas
y rogarle
que suba más despacio por la tela
son todas formas de la resistencia.
Desde la dignidad, digo, peleada y salvada cada día:
hoy me sacaron la capucha
¿cómo voy a llorar ahora
justo ahora
que tengo, ganas de llorar?
¿dónde esconderé las lágrimas ahora?
ahora que me sacaron la capucha.
Fracaso de los inquisidores y los verdugos. A la cultura popular, no hay prisión que la encierre, ni aduana que la pare, ni bala que la mate:
por qué será que el sargento
silba Viglietti
por qué será que el cabo
tararea Olimareños
por qué será que el soldado
canta Zitarrosa
porqué será que tienen
mierda en la cabeza.
En la ópera china clásica, el Emperador decapita al mensajero que trae malas noticias. La cultura nacional auténtica estaba trayendo malas noticias para los dueños del poder cuando los militares se lanzaron, con el cuchillo entre los dientes, al asalto de los centros de enseñanza, las editoriales, los periódicos, los teatros, las galerías de arte, los tablados de carnaval y los escenarios de las fiestas populares. La cultura uruguaya recibió así el mejor homenaje de toda su historia, porque, ¿qué se podría opinar de una cultura libre en una sociedad presa? La censura, la prisión, el exilio o la fosa esperaban a los culpables. La dictadura castiga a quien crea que el país no merece ser una cárcel o un asilo de ancianos. Al fin y al cabo, se prohiben libros como se prohiben asambleas. Se prohibe la palabra a los mejores escritores como se prohibe la palabra al llamado “hombre común”, cuyo salario ha sido reducido a la mitad en siete años y que no tiene ningún motivo para celebrar que en el Uruguay estén baratos el jamón de Dinamarca, el vino de Francia y la mermelada inglesa, mientras cae verticalmente el consumo de leche y de zapatos.
Estos poemas de los presos políticos son, precisamente, obras del “hombre común”, que no se limita a consumir la poca o ninguna cultura posible, sino que se muestra capaz de crearla. La energía creadora del pueblo nunca está muerta, aunque parezca, a veces, dormida; y no figura en los títulos de propiedad de los dueños del país y de la cultura oficial, que elogia ala muerte y rinde homenaje al miedo. A la sombra de la celda, el hombre persigue símbolos de identidad, signos de vida:
yo no la veo
tengo claro el concepto
lo que quiero decir
lo que quiero decirles
busco debajo de la frazada
por las dudas,
no se me haya escondido la muy puta
pero no está
no hay caso
no hallo la palabra.
¡Ayuden a buscarla compañeros!
Estos poemas de amor, amor a la vida, al paisito nuestro y a las cosas más sencillas y verdaderas, han sido escritos con humildad. No tienen la arrogancia del héroe ni de la víctima y están a salvo de cualquier mesianismo. La cárcel ha enseñado, muy duramente, a encontrar la esperanza en la barriga de la desgracia:
¡Arriba el ánimo, compañeros!
estando el enemigo
estamos nosotros.
El tiempo de la infamia es también el tiempo de la solidaridad. Quien espera salir alguna vez, también espera
haber aprendido
a desnudarse
y aceptar discretamente
que el abono fue
siempre será
doloroso
y nunca se está
en la vida jamás se está
de veras
solo.
Eduardo Galeano
Entrevistas y artículos 1962-1987