¡Hasta siempre, querido Ernesto Cardenal!

(APL) El poeta y sacerdote revolucionario nicaragüense, Ernesto Cardenal, murió este domingo, tras permanecer hospitalizado por una descompensación generalizada. Tenía 95 años. Cardenal había nacido en la ciudad de Granada en 1925 y se destacó como uno de los más grandes intelectuales de Nicaragua. Fue autor de conocidos poemas en el mundo entero como “Hora Cero”, “Epigramas”, “Oración por Marilyn Monroe” y, más recientemente, “Cántico Cósmico”, “Nuevo cielo y tierra nueva” y “Este mundo y otro”. Su relevante actuación dentro de la Teología de la Liberación y el apoyo a la lucha guerrillera del Sandinismo, le valieron la sanción del jerarca católico Juan Pablo II.  Cardenal fue ministro de Cultura del Sandinismo, luego del triunfo de 1979,  aunque en 1994 abandonó el FSLN en oposición a la dirección de Daniel Ortega. Luego dio su apoyo al Movimiento Renovador Sandinista, al igual que otros escritorxs nicaragüenses como Gioconda Belli y Sergio Ramírez.  Los funerales de Cardenal se realizarán en Solentiname, isla del Gran Lago de Nicaragua, donde el escritor, teólogo, escultor y político fundó una comunidad de campesinos, pintores y poetas, en la década del ’70. Más abajo brindamos uno de sus recordados poemas: “Barricada”.

BARRICADA

Fue una tarea de todos.

Los que se fueron sin besar a su mamá

para que nos supiera que se iban.

El que besó por última vez a su novia.

Y la que dejó los brazos de él para abrazar un Fal.

El que besó a la abuelita que hacía las veces de madre

y dijo que ya volvía, cogió la gorra, y no volvió.

Los que estuvieron años en la montaña. Años

en la clandestinidad, en las ciudades más peligrosas que la montaña.

Los que servían de correos en los senderos sombríos del norte,

o choferes en Managua, choferes de guerrilleros cada anochecer.

Los que compraban armas en el extranjero tratando con gánsters.

Los que montaban mítines en el extranjero con banderas y gritos

o pisaban la alfombra de la sala de audiencias de un presidente.

Los que asaltaban cuarteles al grito de Patria Libre o Morir.

El muchacho vigilante en la esquina de la calle liberada

con un pañuelo rojinegro en el rostro.

Los niños acarreando adoquines,

arrancando los adoquines de las calles

—que fueron un negocio de Somoza—

y acarreando adoquines y adoquines

para las barricadas del pueblo.

Las que llevaban café a los muchachos que estaban en las barricadas.

Los que hicieron las tareas importantes,

y los que hacían las menos importantes:

Esto fue una tarea de todos.

La verdad es que todos pusimos adoquines en la gran barricada.

Fue una tarea de todos. Fue el pueblo unido.

Y lo hicimos.

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