Juicio a dos penitenciarios por torturas en la U28

Rosario Fernández

En tanto, la defensora oficial pidió la suspensión del juicio por tres días para que los acusados elijan una defensa particular, lo cual fue calificado por el fiscal Castro como una maniobra dilatoria por vía indirecta. Finalmente, el Tribunal no hizo lugar a ese pedido ya que los imputados sabían desde el 19 de febrero la fecha de inicio de las audiencias. Asimismo se pudo observar la presencia y el respaldo de funcionarios letrados y del propio jefe actual de la Unidad 28 a los dos imputados, hecho que indigno a la víctima y a los presentes, dado que esto es una muestra más de la impunidad con la que se manejan, tanto los funcionarios como los agentes del SPF. Cabe recordar que los guardiacárceles se encontraban ejerciendo sus tareas hasta la semana pasada, recién al inicio de esta fueron suspendidos, y que Rolón fue ascendido luego de los delitos que se le imputaron. En el primer debate declararon la víctima y cuatro testigos. El primero describió detalladamente cómo se habían sucedido los hechos: “Esa madrugada fui trasladado desde la cárcel de Marcos Paz; a la Alcaidía, una vez allí me cruce con dos policías, los cuales me reconocieron de una causa anterior y me acusaron de “mandar en cana”, a un colega suyo. Calculo que por ello fui alojado sólo, en un pabellón destinado a los detenidos provenientes de la cárcel de Ezeiza”.
Contó también que al reclamar a gritos su reintegro al lugar que le correspondía “se re cebaron”, y que allí había ingresado una requisa protagonizada por siete agentes que le “pegaron por pegar”. Los penitenciarios lo obligaron a desnudarse y lo esposaron contra el piso. Lo golpearon y Aguilar le habría dado una la violenta patada que le provocó una grave lesión, mientras le gritaban: “¿Vos te crees más poronga que nosotros?”. “No grito más, ya fue”, dijo que repetía a sus victimarios. Luego sintió un líquido y el dolor provocado por el abuso. La víctima se refiere a que le introdujeron un palo en el ano. El joven contó que lo increpaban y cuando levantó la cabeza vio cómo se reían, al tiempo que le pisaban la espalda. “No pensé que iban a llegar eso”, indicó entre lágrimas. Después de esa situación, lo dejaron en la celda, todavía esposado y desnudo. Más tarde le arrojaron la ropa.
Por su parte, los testigos hablaron del hambre y la violencia física y psicológica que se vive permanente en las cárceles, increpándoles a los jueces que intervengan contra dicho accionar autoritario y abusivo ya que no estamos en dictadura y hay sectores penitenciarios que no se han enterado.
Este juicio debería ser una línea de partida para seguir castigando a los torturados que amparados por el uniforme que visten despliegan contra los más débiles y desposeídos sus miserias más bajas.
Y, lo que no hay que perder de vista es que la imputación debe ser TORTURA, (entre 8 y 25 años de prisión) y no apremios ilegales, (entre 2 y 6 años de prisión). Hay que llamar a las cosas por su nombre y no ampararse en resoluciones llanas e “ingeniosas” para desvirtuar la veracidad de los hechos, tal como lo exponen numerosas sentencias emanadas del vetusto Poder Judicial.