El policía se bajó del móvil y efectuó un disparo con arma reglamentaria, impactando de lleno en Lucas. Después diría que se le “escapó”, como estrategia defensiva para calificar el hecho cómo una “imprudencia”
Sin mediar palabra, a menos de un metro de distancia, el policía fusiló a Lucas. Debe extrañar que el caso llega a juicio caratulado como Homicidio Culposo, por fallo dividido de dos a uno de la Cámara del Crimen de Morón, contra lo que viene planteando tanto la fiscalía como el papá del joven, Ismael Décima, su familia.
El abogado Nahuel Berguier, califica al hecho como “Homicidio agravado”. La propia compañera de Ballarino, que venía con él en el móvil dijo durante la etapa de instrucción que “realmente es inexplicable” la forma en que disparó. “Eso sólo se explica por el instinto homicida. Porque fue a matar”, afirma el abogado, integrante de la Campaña Nacional contra la Violencia Institucional.
Lucas estaba con sus amigos en la esquina, cuando levantaron la voz, el papá de una chica salió con una arma. Otra vecina llamó al 911, y cuando el móvil policial llegó los chicos se fueron alejando del lugar. Lucas no corrió: estaba seguro de que no había hecho nada malo. Sin bajarse del móvil, el sargento Ballarino, que entonces tenía 40 años y doce años en la fuerza, le disparó. Cuando estaba en el piso intentaron reanimarlo, y al ver que no reaccionaba lo patearon al grito de “no te mueras acá, guacho”.
“Yo siempre le dije que si venía la policía no corra, que no se asuste, que si él no hizo nada tenía que estar tranquilo. No fue un buen consejo”, se lamenta el papá de Lucas, Ismael Décima, que es profesor de Historia de la Universidad Nacional de Misiones y maestro de grado. También es activo militante del Movimiento Evita en esa provincia.
Mañana habrá una movilización a la puerta de los Tribunales de Morón, con organizaciones locales, la Campaña Nacional contra la Violencia Institucional de Zona Oeste, y con otros familiares de víctimas de la represión estatal.