Los equipos médicos que atienden a la población reclusa de California han mostrado su inquietud por el deterioro físico que sufren cientos de presos presos que desde el pasado 8 de julio se niegan a comer.
«Nos preocupa que puedan entrar en paro cardíaco. Esto puede ocurrir repentinamente, sin que haya una señal de alerta», dijo a Efe Joyce Hayhoe, portavoz de los Servicios Sanitarios de los Correccionales de California.
Por el momento, la pérdida de peso, la debilidad física y la deshidratación son los síntomas más presentes en los huelguistas que sí toman agua y bebidas isotónicas y cuyo pulso con las autoridades penitenciarias no parece estar cerca de concluir.
Si el gobernador Jerry Brown o el Departamento de Prisiones y Rehabilitación de California (CDCR) no se sientan a negociar sus demandas «ellos están comprometidos a continuar», explicó Isaac Ontiveros, representante de la coalición Solidaridad con los Presos en Huelga de Hambre, creada para hacer público el mensaje de los reclusos y sus familias.
El CDCR insiste en que la huelga es una campaña «organizada por pandillas» y que «algunos reos están siendo presionados a participar en esta acción».
Lejos de ablandarse ante la que es ya la huelga de hambre masiva más larga en la historia de las cárceles de California, el CDCR se ha mostrado dispuesto a imponer
Fernando Mexía Gara