Permanecer durante años viviendo en un baño, tener que comer a pocos centímetros del inodoro. Muchas veces falta el agua. Esperar los elementos de higiene, personal y del ambiente, de la familia (no sólo la alimentación provee la familia). Vivir con una constante invasión de plagas, chinches, cucarachas y ratas (epidemia en Bouwer).
La falta de medicamentos, también los acerca la familia, cuando puede. Los medicamentos que nunca le faltan al estado son los psicofármacos. Todo esto colabora para que las personas enfermen. Cuando recurren a enfermería, faltan insumos, medicación, aparatología, especialidades. Muchas veces quien los atiende es el enfermero.
El odontólogo solo saca dientes, y el oculista receta anteojos que después las personas no consiguen que el servicio penitenciario les brinde. Que la personas con diabetes lleguen a quedar ciegas, o vayan perdiendo miembros de su cuerpo, como sus dedos, pies, piernas, describe la política del estado.
La tuberculosis y el hacinamiento son combinaciones que solo producen epidemias en las cárceles. Solo se ve la ausencia de políticas de salud, salvo que esta sea la intención del estado. Sólo en junio ocurrieron hechos gravísimos.
En Villa María, un preso que comenzó con un dolor de muelas hace más de un mes, no logró un tratamiento adecuado a pesar de sus reclamos. El servicio penitenciario prefirió ignorarlo. Cuando lo trasladaron al hospital Pasteur quedó internado en terapia, por una infección generalizada.
En Cruz del Eje, Daniel estuvo internado más de veinte días en grave estado, el diagnóstico que brindaba el servicio penitenciario era de neumonía. Cuando se decidieron a consultar con algún especialista, el pibe terminó internado en terapia intensiva del hospital Rawson con tuberculosis.
También en Cruz del Eje, una persona a la cual el servicio penitenciario le había quebrado dos dedos de la mano, en Bouwer, fue trasladada a la prisión del norte porque osó denunciarlos penalmente. Una vez allí, el espíritu de complicidad de la fuerza de seguridad, se vengó quebrándole tres dedos mas.
Esta persona todavía espera asistencia médica. no puede utilizar su mano, y el dolor es intenso.
En Bouwer, en los calabozos del MX2 (módulo de máxima seguridad), Marco acudió, en última instancia, a una huelga de hambre para lograr que las autoridades se tomaran más en serio sus condiciones de salud. Él tiene una prótesis en la columna, que por falta de cuidados ha quedado casi expuesta. Ni calmantes consigue.
Quienes tiene patologías cardíacas también corren el riesgo de la pena de muerte. Como es el caso de José Nicasio Torres, quien en marzo se desvaneció en la cancha de futbol, y perdió su vida porque no había ambulancia en la cárcel de Cruz del Eje.
Todavía esperamos que se expida el juzgado de control 8, donde en diciembre presentamos un habeas corpus con las mujeres de un pabellón de Bouwer.
Bueno… si alguien muere, seguro va a ser de un paro cardiorrespiratorio, como dicen cuando quieren lavarse las manos.