“O LO ENFRENTAMOS O SUCUMBIMOS”
Quiero referir a algunos de los ríos de sangre que desembocan en el océano del genocidio que algunos llaman democracia: Los pibes fusilados por gatillo fácil; las chicas secuestradas para la prostitución en los 30 mil burdeles que el estado regentea en la Argentina; lxs que sucumben en las cárceles de mala muerte o comisarías, como recientemente en la masacre de Esteban Echeverría en la provincia de Buenos Aries, o Elsa y Janet en Córdoba; lxs mimbrxs de pueblos originarios cuya matanza inicio la corona española en 1492, pero nunca se detuvo. Ya que las castas políticas y autóctonas siguen la persecución implacable. Por caso, Mauricio Macri declaró la guerra a los mapuches. Y, distintos gobernadores se encargan de replicar esta política sobre otros pueblos indígenas de norte a sur. Lxs pibxs que se vuelven zombis con el “paco”. Un trabajador, EN BLANCO, sucumbe cada 20 horas en mi país en los llamados “accidentes de trabajo”. Por caso, desde el 2000 hasta el presente más de 90 barcos pesqueros se hundieron en el mar; los femicidios: una mujer es asesinada cada 26 horas sin que el estado tome las medidas que se reclaman; otros seres humanos fenecen o enferman gravemente por las fumigaciones de Monsanto, empresa que está prohibida en diversas partes el mundo, pero en mi país el kirchnerismo le abrió las puertas con honores.
Esta matanza que describo recorre la epata dizque constitucional: Basta mirar la fecha del asesinato de sus hijos que las madres organizadas contra el gatillo fácil llevan escrita en sus remeras para comprobarlo. Los gobiernos autollamados “neodesarrollistas”, como el kirchnerismo, o los declaradamente fascistas, como el de Cambiemos, gerencian esta matanza impune. ¿Son lo mismo, exactamente? Nunca dijimos eso, porque tienen diferencias. Nos dicen que el macrismo matará muchos más jóvenes que el gobierno anterior de estar el mando del despojo durante 12 años. Y coincido plenamente. Solo que no vine a este mundo de decir cuántos pobres tienen que morir a manos del estado. Nadie tiene que morir fusilado en una calle o en una sesión de tortura. Ahora y siempre será un acto disvalioso, lo cometa quien lo cometa.
GENOCIDIO
Existen, por lo menos, dos componentes que constituyen el concepto de genocidio. Uno, el exterminio de un grupo humano y el otro es la finalidad de imponer un nuevo orden social a los sobrevivientes. Son inseparables. El término fue creado por Rafael Lemkin – jurista judeo-polaco, en 1946, y él fue el principal impulsor en la ONU, para que este organismo establezca la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, en 1948. En la sanción el nuevo instrumento se definió que ‘se entiende por genocidio cualquiera de los actos (…) cometidos con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial, religioso o político. En sus incisos habla también de ‘Atentado grave contra la integridad física o mental de los miembros del grupo’ y de `Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial’. Pero, ¿que sucedió? Una componenda entre los camaradas Stalin, Churchill y Truman, impulsó una segunda votación, cuando muchos países que habían sufragado a favor de incluir `grupo político’ ya no estaban presentes. Y entonces, ‘grupo político’ quedó excluido de una Convención que nació malparida. Cualquier genocidio es consecuencia de una decisión política y creo que no debe existir delito más político que el genocidio.
Fijémonos en el ridículo de la maniobra que, si yo mato a mil personas de la misma etnia o religión, soy un genocida. Pero si los asesinados pertenecen a distintos orígenes étnicos o religiosos, entonces no lo soy. Lo que esconde esta manipulación es mi intencionalidad que perpetrar la matanza con fines de crear un diseño nuevo de sociedad para los que quedaron vivos.
Pero las definiciones jurídicas ni siquiera son respetadas por las que las pergeñan. En mi país, al genocidio que se cometió contra mapuches, tehuelches y otros pueblos, comandad por el general Julio Roca se enseña en los libros escolares como “Campaña del Desierto”.
Por lo tanto, la ONU, el poder, los historiadores tendrán su versión y nosotros, la nuestra.
PRÁCTICA SOCIAL GENOCIDA
El investigador más serio sobre genocidio, en la Argentina, Daniel Feierstein, habla de ‘Práctica social genocida”. Porque si yo afirmara, por ejemplo, ‘el genocidio armenio a manos de los turcos comenzó en 1915 y concluyó en 1923, estaría dando una visión estática, como una foto. Así, Feierstein va detallar que existen etapas, secuencias, y va a hacer hincapié en que el genocidio presupone la intencionalidad de destrucción de las antiguas relaciones sociales para imponer las nuevas, de sometimiento a los nuevos valores. De ese modo, el investigador refiere a la Construcción del enemigo interno y su hostigamiento (recordemos los 400 decretos de Hitler contra los judíos); Realización del exterminio; Relato o post verdad y Consenso, es decir colonización de las conciencias. Feierstein no afirma que estas etapas serán siempre iguales en todo tiempo y lugar, aunque echó luz copiosamente sobre el abordaje del tema.
LA DINÁMICA GENOCIDA
Desde nuestra visión, las clases hegemónicas aprenden con celeridad a sortear los “obstáculos” que les provocan sus crímenes. En la Argentina se cuidan de atravesar por el repudio y la condena social: `Como a los nazis/ les va a pasar/ adonde vayan los iremos a buscar’, grita el pueblo en las calles. En la actualidad no acuden, necesariamente, a hornos crematorios y cámaras de gas. Incluso, hay genocidios que se realizan sin disparar una sola bala: Si a un pueblo originario le pudro la tierra con el fracking, le enveneno las aguas con cianuro para extraer oro y mato a los peces; y le contamino el aire, muchos habitantes de esa comunidad habrán de morir y otros sobrevivirán bajo distintas relaciones sociales. ¿Es genocidio o no lo es?
Si a una parte de los excluidos los mato a balazos o a tortura, al tiempo que impongo un orden axiológico donde vale más la cartera de la dama, el bolsillo del caballero que la vida humana, ¿es genocidio o no lo es?
Sí a secuestro, golpes, adicción compulsiva y violaciones reiteradas devasto la entidad humana de las chicas sumergidas en el limbo de la prostitución, ¿es genocidio o no lo es?
Si a luchadores como Santiago Maldonado o Rafa Nahuel, los mata Gendarmería y Prefectura, respectivamente, y nadie paga por esa matanza, ¿forma parte del genocidio encubierto o no?
Podría preguntarse, pero ¿cómo se llama, entonces, el grupo humano? Claramente respondemos que llama “los más vulnerables”. Que son el blanco de una dinámica genocida donde están mezcladas la estigmatización, el hostigamiento, la construcción del enemigo interno, el exterminio y se alternan, según necesidad, geografía y correlación de fuerzas. Y, claro está, el consenso a un mundo disvalioso que hace que parte de mi pueblo brinde su aplauso a las políticas punitivas de Mauricio Macri y la ministra Patricia Bullrich Luro Pueyrredón, quienes recibieron a modo de condecoración al policía Chocobar que asesinó por la espalda al joven Pablo Kukoc.
O quienes impulsan la candidatura de Felipe Solá, principalísimo responsable político de la Masacre de Avellaneda, donde fueron asesinados Darío Santillán y Maximiano kosteki.
Y un dato relevante, es que la impunidad y el encubrimiento preceden a los crímenes, por caso el del joven Luciano Arruga – quien se negó a robar para la policía -, y la titánica lucha de Familiares y Amigos lo sacó a la luz a pesar del empeño de todas las instancias estatales por mantener el silenciamiento.
Esta dinámica genocida está naturalizada y aceptada por la casta política. En ocasiones, ni siquiera hay conciencia de la gravedad de estos hechos. Se toman como parte de la vida, como la “normalidad”. Ese es triunfo cultural, axiológico del neoliberalismo. Entonces, resulta una verdad de hierro que el genocidio de los 30 mil detenidxs-desaparecidxs a manos de la dictadura cívico- militar, les resultó imprescindible para edificar en la Argentina esta sociedad profuntamente disvaliosa. Con ellxs dirigiendo las fábricas, la universidad, las organizaciones campesinas y la lucha armada, no hubiesen podido.
Tenía toda la razón Ernesto “Che” Guevara cuando sostuvo que “el capitalismo es el genocida más respetado del mundo”. Y también cuando en la carta a sus hijos les pidió: “… sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”.
En la Argentina hay una franja rebelde que nunca abandonó la batalla por otra sociedad, a pesar de represiones, desapariciones en “democracia”, como la de Julio López, los palos y las rejas, los que luchan siguen su marcha.
Así, las derrotas de los pueblos no tienen por qué ser eternas. Decimos con Heráclito de Efeso que lo único inmutable en el Universo es el cambio. Y en cambiar este mundo cruento y desigual están en nuestras convicciones.
No vinimos acá a hacer una antología del lamento, vinimos a compartir conceptos y a forjar lazos de solidaridad para enfrentar a un enemigo que nos declaró la guerra en todo el planeta. No tenemos opción: O lo enfrentamos o sucumbimos.
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