Cualquiera podía ser el desenlace de esta historia, pero nunca el que nos contaron ayer. Nunca un accidente de tránsito, nunca un cuerpo golpeado entrando a un Hospital público después de las 3 de la mañana, siendo operado, y falleciendo, solo, en una sala fría, el 1º de febrero de 2009. Agregamos fechas, horas, lugares, personas… Se amplía infinitamente el mapa en la noche del 31 de enero de 2009.
“Ahora tenemos que cambiar las consignas” decíamos anoche, con los familiares y amigos de Luciano. Donde rondaban las preguntas, las charlas que intentaban salirse por un momento del tema, las caras con el mismo gesto detrás: mierda, apareció Luciano muerto. Lo encontramos.
Alguien dijo: “la Gral. Paz es para Luciano lo que el Riachuelo para Ezequiel Demonty”. Tenemos millones de imágenes buscando encajar una de entre tantas piezas. Tenemos muchísimas dudas, pero la certeza de siempre. A Luciano lo mató la policía.
Ayer se cumplía un año de la hazaña de ir y tomar un Ex Destacamento policial. El lugar tétrico dónde torturaron a Luciano más de una vez. 60 días estuvieron y estuvimos, los Familiares y la militancia, a la espera de dos respuestas claras: firmar la entrega del lugar en comodato a la APDH Matanza, para que allí los Familiares junto a organismos de DDHH puedan continuar la tarea que vienen haciendo hace 5 años y 8 meses; crear conciencia a cada paso. Se esperaba, también, que el Equipo de Antropología Forense comenzara la búsqueda de Luciano en el lugar. Las dos respuestas llegaron. Ayer al mediodía recordaba públicamente ese hecho.
Tres horas más tarde comenzaban a llegarme los mensajes que en la primera lectura eran descartados por delirantes. “Eh????”, eran las respuestas, al mismo tiempo que llamaba a cualquiera que pudiera decirme algo.
Y entre medio de la locura del tránsito de un viernes a la tarde, allí fuimos, empujados por sentir todo eso de manera tan profunda. Dejar todo lo que estábamos haciendo, de sentir que lo más importante había sucedido. Que las agujas de las luchas se detuvieron por un instante.
Vanesa había estado a la mañana junto a los compañeros de APDH Matanza dando una charla en un colegio, en su colegio de la infancia. Esas charlas que siempre erizan la piel, esa claridad meridiana, como se dice, de Vanesa Orieta. Y horas más tarde, los pibes que la habían escuchado, los que ya la conocían, los que recién sabían de la historia, estaban mirando a la misma piba anunciando que “Vencimos. Vencimos a la desidia y la impunidad”; viendo los títulos en rojo furioso de los noticieros que anunciaban que apareció muerto Luciano Arruga. Ahora sí, hay un muerto, hay sangre, ahora están todos.
Para Mónica su hijo se murió ayer. Me pregunto si Mónica mientras escuchaba las atrocidades que pasó Luciano, mientras escuchaba de un atropello en la mano rápida en una autopista a 20 cuadras de su casa, que Luciano fue atendido por médicos del Santojanni, que fue operado, pensaría “dónde estaba yo en ese momento, por qué me hijo estaba solo.” Mónica ayer empezó a llorar a su hijo, y sabe que en poco tiempo, podrá sentarse a llorar ahí, donde está enterrado Luciano. La tristeza y la victoria caben en un alma, pero la altera, la moviliza. Los sentimientos se chocan por incompatibles. Estamos sintiendo las dos cosas a la vez. Cuando esto se diluya, tendremos una claridad: ahora más que nunca, queremos saber qué pasó con Luciano, queremos ejercer de a miles el derecho a saber qué pasó con Luciano Nahuel Arruga.