Muchxs saben que hace unos días me robaron mi mochila. Allí tenía el equipo de mate que siempre llevo para compartir. Allí guardaba un pañuelo rojo de las rebeldías y uno verde, el del derecho al aborto seguro, legal, y gratuito. También cargaba el nuevo libro Pedagogía de las revoluciones. Ah, y un celular de la era paleozoica junto a una vapuleada tableta con fotos y escritos ya dificiles de recuperar. Dos motochorritos se la llevaron, dos desarrapados, flaquitos, morochos, pobres.
¡Qué garrón!, me dicen muchxs. Sí, puede ser. Y pienso, y recuerdo, y siento, y me digo. No. Robos eran los de antes. Como aquel que sufrimos con mi familia hace ya 40 años. Sí, un 8 de marzo, hace cuatro décadas, un grupo de tareas del ejército, nos robaba, nos arrebataba a nuestra querida Teresa.
Teresa, Teresita, la rusa, la polaca. La que osó hacer la mitad de su carrera de abogada en forma libre, luego de ser suspendida en la facultad por el rector, quien fuera luego ministro de Justicia, ¿justicia?, del genocida Viola. Teresa, la que cumplió su promesa de irse de la facultad con el diploma bajo el brazo.
Titi, como la llamábamos, la misma que a cualquier hora de la madrugada salía corriendo para arrancar a militantes de las garras de la policía. La que no se iba de la comisaría hasta que no le devolvían los tachos de pintura o engrudo que les habían incautados a esos grafiterxs de los 70.
Teresita, la que cantaba mientras lavábamos los platos al mediodía, la que me llevó a mi primera marcha, aquella del 73 en repudio al golpe en Chile.
La Tere, que no ganaba un mango como letrada, porque se dedicaba a salvar a los ladrones de gallinas, a esos que eran pobres, negros y desarrapados. Sí, muy parecidos a esos que se llevaron mi mochila.
Por eso exigo justicia y seguridad. Justicia y seguridad para que esos pibes no sigan cagándose de hambre, para que puedan estudiar, trabajar, soñar, futurar. Seguridad para que tengan un techo digno, una salud garantizada, una vida feliz.
Y Sí, me robaron. Y necesito saber la verdad y exijo que los culpables digan dónde está, qué hicieron con ella, dónde la escondieron, o dónde la tiraron. Exijo que los genocidas responsables continúen presos en una cárcel común. Exijo que los responsables políticos, económicos y eclesiásticos no sigan gozando de la impunidad.
Y a vos Teresa, te quiero contar que este 8 de Marzo, estuviste nuevamente en las calles, y fuimos muchas más que antes, porque estaremos unidas con nuestras diferencias, con nuestras diversidades, con nuestras dignidades. Y allí estuviste vos, porque siempre estás entre nosotras, con tu ejemplo, con tu templanza, con tu valentía.
Mi querida Teresa, Tere, Titi, presente, ahora y siempre!
Hasta la victoria, siempre!
Y te lo juro! Venceremos!