Melancolía Erotica, pequeño cabaret poético musical

Jorge Moya – “ La vida de noche”, Radio BelgranoMelancolía Erótica pone al espectador ante la sorpresa de lo inesperado.Josefina Lamarre dueña de una muy buena voz, es talentosamente distinta Por Moira SotoUn dolor ceñido en el alma y en el cuerpo Josefina Lamarre crea un show singular que da cuenta de su madurez y osadía como artista. Melancolía Erótica es una obra autónoma, con un universo propio que se perfila con cohesión y redondez. Un mundo que opera con imágenes netamente teatrales, de gran sugestión y evocadora sensualidad que se sostiene e intensifica a medida que la actriz-cantante-bailarina desgrana, reescribe canciones con su voz, con su cuerpo. Por Natalia Fernández Acquier Como excepción a la regla de aquel decir que reza: “con el arte perdemos la individualidad y el dolor”; Melancolía Erótica penetra por su individualidad y duele. Castiga y recompensa. Desde una coreografía del dolor canta a la vez que cuenta lo monstruoso desde lo bello (admirable oximoron si los hay) ,hermana el amor con el dolor y lo hace desde un despliegue artístico inmenso, de extraordinaria calidad. En una acertada, íntima e intrigante oscuridad, su talento destella. Por María Santos: Estado de emergencia “Pero el cuerpo está también directamente inmerso en un campo político; las relaciones de poder operan sobre él una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos”. Michel FoucaultPor estos tiempos resulta tentador señalar víctimas y victimarios, sin embargo, Melancolía Erótica logra ubicarse en el borde del abismo. Un cuerpo que se desarma, para luego constituirse en escena a partir de sus marcas de deseo. ¿Cómo desear, cómo ser a partir de una primera marca erótica precoz? ¿Cómo se desea si la primera huella del amor está en el terreno más violento de las geografías mortales? Allí radica lo esencial de la obra, en la génesis del cómo por fuera de toda ética vacía y obvia. Es un teatro vivo, un drama que late, un ensayo de resistencia. Los lenguajes utilizados por la protagonista son impecables, a falta de palabras para rodear al demonio, la melodía permite que cada espectador imagine su propio monstruo.