Y ahora, Gastón. Con los dientes apretados, los dedos acelerados, las palabras atragantadas, estamos escribiendo a las 2 de la mañana, para que todo el mundo sepa que nos acaban de matar a Gastón, que apenas tenía 13 años y que hace tan sólo unas horas había vuelto de su escuela a la casa 96, de la manzana 2, en el barrio Rodrigo Bueno. Sí, esta villa que tiene congelado su fallo en favor de la urbanización. Sin cloacas y con una prohibición absurda que impide ingresar materiales, para no alterar la salud de los negocios inmobiliarios, llegó del cole y se puso a jugar con su gato, hasta que cayó en un pozo ciego. Quiso rescatarlo. Y se cayó también. De inmediato, su familia llamó al SAME, pero la ambulancia no llegó. Llamó de vuelta, pero la ambulancia no llegó. Y llamó de vuelta, pero la ambulancia no llegó. Recién cuando apareció un patrullero, 40 minutos después, apareció la “atención médica de emergencia”. Hoy, recién, hace un rato, todo era alegría, porque “Gas” había empezado el secundario en el Ingeniero Huergo. Y ahora los peritos se acaban de ir. Dicen que, posiblemente, pudo morir “ahogado”, justo ahí, a sólo 30 metros de la casa donde murió María, a los 5 años, por un incendio que nadie quiso apagar. Ahogado, sí, ahogado en la desidia y la impunidad, asesinos de mierda.
Del Facebook de La garganta poderosa.