En primera instancia se leyó la acusación de la fiscalía, encabezada por Paula Leiva, y después la de la querella de la familia Barros Cisneros, representada por los abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) Mariano Lanziano y Eva Asprella.
Luego los abogados de los agentes penitenciarios hicieron sus planteos y se procedió a la lectura de las declaraciones indagatorias de los imputados Héctor Aníbal Mario, Rodrigo Emidio Chaparro, Gerardo Rodolfo Luna, Miguel Gallego, Claudio Keem y Juan Liberto.
Por el hecho había otros dos acusados César Benítez, quien está prófugo y con pedido de captura internacional, y Víctor Silva, quien se ahorcó en la Alcaidía de Avellaneda en julio de 2012.
“Se leyeron las indagatorias de los imputados, en las que todos reconocen el hecho, pero se sacan de la escena del crimen”, explicó a Tiempo Lanziano.
“Quedó muy claro que no existió ningún suicidio, contradiciendo la versión original de los imputados. Está claro que a Patricio lo torturaron y lo mataron, queda por comprobar la autoría del hecho”, detalló.
De las testimoniales, el abogado observó que en sus declaraciones los agentes se acusan entre ellos como partícipes para separarse del hecho, aunque aclaró que ninguna defensa volcó su estrategia a ese cruce de responsabilidades por el momento.
El debate pasó a un cuarto intermedio hasta mañana a las 9, cuando comenzará la ronda de testigos presenciales, entre ellos varios presos que tuvieron que ser trasladados al Servicio Penitenciario Federal por seguridad.
“La próxima jornada es clave porque declaran los testigos protegidos. Esperamos que se tengan en cuenta las medidas de seguridad necesarias para que puedan declarar con libertad”, expresó Lanziano.
El 28 de enero de 2012 Patricio, que cumplía una condena por robo agravado, estuvo tres horas esperando para ver a su mujer embarazada de cuatro meses, que lo había ido a visitar a la Unidad 46. Como hacía mucho calor, pidió a los agentes si podían hacer la visita en un lugar fresco y ante la negativa comenzó una discusión en un pasillo, que derivó en la tortura y el crimen.
La novia de Patricio y varios testigos vieron como lo esposaban, le tiraban gas pimienta y le daban golpes y patadas. Uno de esos golpes le provocó el hundimiento del ojo izquierdo. Hubo tanta saña, que uno de los agentes incluso le saltó sobre el pecho con los dos pies.
Los penitenciarios intentaron instalar la versión de que Patricio se suicidó golpeando su cabeza contra una reja e incluso amenazaron a presos para que la avalaran, pero la autopsia determinó que era mentira.