“Soy en mi carne la Argentina misma”

Salvadora Medina Onrubia: bella y apasionada, madre soltera, periodista, escritora y poeta. Anarquista y primera mujer encarcelada por motivos políticos, para la Policía Federal Argentina fue el prontuario Nº 21.849 ¿Quién fue en realidad y por qué la historia se empeñó en ocultarla? Nació el 23 de marzo de 1894 en La Plata y desde joven incursionó en las letras, más adelante se iba a destacar como periodista en La Protesta, Fray Mocho, PBT, Critica y Caras y Caretas; al tiempo que también lo hizo como autora teatral, cuentista y novelista en obras como Akasha, El vaso intacto y El misal de mi yoga. Tenía 15 años cuando una tenaz actitud militante en defensa del joven anarquista Simón Radowitzky, la llevó luchar incansablemente por su libertad. Participó en la planificación de su fuga y cuando el libertario ruso fue recapturado luchó por su indulto hasta lograrlo. La primer carta enviada por Radowitzky cuando salió en libertad fue para ella. La misma lucha la llevó a participar en la Semana Trágica y en 1930 la dictadura militar la apresó: Fue el 6 de septiembre cuando el general José Felix Uriburu ordenó la prisión. Luego, un grupo de intelectuales argentinos envió una carta al dictador para solicitar “magnanimidad” (indulto) con Salvadora por “su triple condición de mujer, de poeta y de madre”. Pero ella no estuvo de acuerdo con el pedido y le mandó al general otra carta, desde la cárcel, en la que la que le manifiesta todo su desprecio. Fue atrevida, transgresora y audaz, un vendaval de pasión circuló a torrentes por sus venas hasta el final de sus días en 1971.

General Uriburu:
Acabo de enterarme del petitorio presentado al Gobierno Provisional pidiendo “magnanimidad” para mí.
Agradezco a mis compañeros de letras su leal y humanitario gesto; reconozco el valor moral que han demostrado – en este momento de cobardía colectiva-, al atreverse – por mi piedad-, a desafiar sus tronantes iras de Júpiter doméstico. Pero no autorizo el piadoso pedido.
“Magnanimidad” implica perdón a una “falta”. Y yo, ni recuerdo faltas ni necesito magnanimidades.
Señor General Uriburu: Yo sé sufrir. Sé sufrir con serenidad y con inteligencia. Y desde ya lo autorizo que se ensañe conmigo si eso le hace sentirse más general y más presidente.
Entre todas esas cosas defectuosas y subversivas en que yo creo, hay una que se llama Karma (no es un explosivo, es una ley cíclica). Esta creencia me hace ver el momento por el que pasa mi país como una cosa inevitable, fatal pero necesaria para despertar a los argentinos un sentido de moral cívica dormido en ellos.

Y en cuanto a mi encierro: es una prueba espiritual más y no es la más dura de las que mi destino, es una larga cadena. Soporto con todo mi valor la mayor injuria y la mayor vergüenza con que puede azotarse a una mujer pura, y me siento por ello como ennoblecida y dignificada. Soy en este momento como un símbolo de mi patria. Soy en mi carne la Argentina misma, y los pueblos no piden magnanimidades.
En este innoble rincón donde su fantasía conspiradora me ha encerrado me siento más grande y más fuerte que usted, que desde la silla donde los grandes hombres gestaron la Nación, dedica sus heroicas energías de militar argentino a asolar hogares respetables e infamar a una mujer ante los ojos de sus hijos… y eso que tengo la vaga sospecha de que usted debió salir de algún hogar y debió también tener una madre.

Pero yo sé bien que ante los verdaderos hombres y ante todos los seres dignos de mi país y del mundo –en este inverosímil asunto de los dos-el degradado y el envilecido es usted, y que usted, por enceguecido que esté, debe saber eso tan bien como yo.
General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras, y sienta cómo, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio.

Salvadora Medina Onrubia

Cárcel del Buen Pastor, julio 5 de 1931