Juan Aliste Vega*/Preso político en Chile) Etiopia, país Africano que a pesar de no ser nunca colonizado fue sacudido por continuas guerras desde sus inicios. Tras perder el respaldo de la URSS y el bloque comunista, una feroz pandemia de hambre y miseria golpeó con brutalidad a sus pobladores. Los medios de comunicación y ONGs se encargaron de mostrar al mundo aquellas imágenes de esqueléticos cuerpos hambrientos, para que occidente agradeciera vivir en el mejor de los mundos posibles: El capitalismo. Hoy entre la revuelta y la pandemia, entre el encierro y aislamiento, las reflexiones asaltan la celda. Recuerdo perfectamente como en plena dictadura militar, los medios de desinformación carroñeros de turno a través de la TV copaban de imágenes las retinas de sus espectadores. Escenas de pobreza y miseria de millones de niñas y niños eran exacerbadas y festinadas por la pantalla. Comunidades etíopes completas padecían una brutal hambruna arrojándose a los brazos de la miseria y la sobrevivencia. Las violentas imágenes y el terror viajaban por las pantallas mostrando una epidemia de vidas pisoteadas.
Lo recuerdo bien, tenía 15 años de edad y a miles de kilómetros yo reafirmaba en esas escenas mi decisión de combatir la dictadura. Con la mirada fija en aquel país de África pensaba que simplemente al llegar a ese estadio de la miseria y el sometimiento humano, sencillamente ya no podrías erguirte, ni levantarte. Cuando la dignidad es extirpada no quedaría ninguna posibilidad de revolución, rebeldía, revuelta o subversión de nuestras vidas. Un punto límite donde el poder ha calado tan a fondo sus dientes que no da luz ni oxígeno libertario alguno.
Despojados de la memoria y hasta de las fuerzas, nadie se alzará, dejando de ser libres perdemos control de nuestros propios cuerpos, sentires y decisiones.
Han pasado décadas de aquellas reflexiones-certezas, pero aún queda en la piel el sabor amargo como aprendizaje, que sobrepasó los sentires de un joven rebelde en los 80, de alguna moda juvenil, una subversión transitoria o de paso. Con humildad consecuente hasta hoy no dejo de aprender ni de luchar.
Leyendo un presente entre revuelta y pandemia, el hedor del poder trae en su esencia una “Etiopia 2020”. Transcurren los años y la carroña periodística servil al Estado y los gobernantes de turno, continúa veterana realizando sigilosamente su inducción al miedo, al sometimiento con la mendicidad pregonada desde la clase dominante y la legitimidad impuesta de un Estado Militar y Policial.
El mismo milico y paco repudiado a la vuelta de la esquina, en aquellas noches, madrugadas e incluso amanecidas en revuelta desde un octubre 18 (¡Pero qué fecha más linda!), aquel mismo paco o milico hoy se posiciona y pasea con el ferro control y represión de los espacios y territorios. Lugares que hace pocos meses eran combatidos, quedando limitados a resguardarse en sus cloacas/comisarias/cuarteles.
¡El poder tiene una cuea gigante! No se puede negar que de la mano de un virus real se reinventa y sale golpeando con toda su maquinaria policial, política y mediática. La directriz democrática noventera y su puesta en escena de la transición vuelven a volar de un zarpazo la historia y la memoria reciente para repetir: Aquí no hubo revuelta, aquí no hubieron muertos rebeldes, no hubieron desaparecidos, torturas, cuerpos baleados arrojados a supermercados, a nadie le reventaron los ojos a escopetazos, aquí no hay presos de la guerra social o de la revuelta.
No solo buscan negar los hechos sino su esencia: No hubo resistencia, no hubo combate, no hubo organización, no hubo disposición de lucha, no se tomó posición frente a tanta podredumbre enajenante del capitalismo, no hubo combate callejero, fuego, barricadas. No existieron recuperaciones, conciencia, decisión ni corazones nobles dispuestos a ser libres. La palabra nunca se fundió con la acción directa, ni existió el plomo ni la pólvora subversiva.
Los planteamientos de los poderosos y sus intenciones son claros, pero se equivocan por más circo y espejos que quieran vendernos, por más milicos, pacos, prisiones y toques de queda. Se equivocan, porque si ocurrió, fue posible y es posible la revuelta. La sumatoria de luchas, la experiencia acumulada para más subversión que confluyó en la revuelta iniciada en octubre, es un trayecto que no podemos soltar. Entregar este arsenal de memoria a la negación, la amnesia, miedo, sometimiento y lo imposible es la resignación de la imagen violenta de una “Etiopia 2020”.
No soltaremos el caminar rebelde, aquella lucidez presente ante tanto imposible impuesto, tenemos que aprender-haciendo, en esta realidad de pandemia no dejaremos de ser lo que somos, domesticando los miedos, fortaleciéndonos para posicionarnos.
El virus es una realidad presente tan dañina como el poder y su Estado, realidad que tenemos que saber afrontar como individuos libres y conscientes, sin caer en las redes sistémicas que buscaran coaptar, desmovilizar y legitimar la inacción. Nuestra mejor herramienta siempre será la reflexión, el análisis, la mirada propia y consciente que decanta en un quehacer cotidiano reflejo de lo que somos, en lo que estamos y lo que esperamos.
No soltemos este continuo de lucha, no olvidemos que el Estado está implantando una luz más a la sociedad del espectáculo con un guion de pandemia y control social favorable al resguardo de sus intereses para el sometimiento. La toma de posición bajo una paz social instaurada entre milicos, pacos y miseria, se hace necesario en las calles y los territorios.
Las clavijas de la estructura se aprietan, las leyes se adelantan para cubrir los conflictos en ciernes y los que se aproximan. El escenario les permite ganar tiempo, recuperar espacios mientras trafican con la miseria e intentan hacernos sentir responsables de su forma de vida repleta de despojo, explotación, desigualdad, hambre, humillación, violencia económica y prisiones como el fruto de su estabilidad económica.
Alejémonos de una Etiopia 2020. No solo resistamos o sobrevivamos, ya abrazamos la complicidad fértil de la revuelta, ya nos reconocimos en el brillo titilante de una generación temeraria y en movimiento de corazones negros, ya nos reencontramos con la decisión del fuego, las mechas con ideas libertarias ya se encendieron, se empuñaron armas y amores.
En todas partes, por donde caminemos hay materia para más y más subvertir, cada quien en lo suyo, no soltemos, no nos soltemos y no dejemos de coquetear con el sabor de la práctica subversiva y transversal. De forma individual o colectiva el despliegue urbano del combate autónomo contra el Estado no decaerá. Esta vez, podemos no solo dar una batalla sino también SER LIBRES!
A 10 años en mi calidad de rehén-prisionero como enemigo del Estado, pero con toda una vida de convicción revolucionaria: ¡Seguimos!
¡Caminando con dignidad rebelde y mirada subversiva, adentro y fuera de la prisión hacia la liberación total!!!
¡Mientras Exista Miseria, Habrá Rebelión!
Juan Aliste Vega
Prisionero Subversivo.
Cárcel de alta seguridad Santiago Chile.
*Juan Aliste Vega
Ex miembro del Mapu Lautaro y prisionero político en la década de los 90, acusado de participar en un asalto al banco Santander (Valparaíso Septiembre 2007) y al Banco Security en octubre del 2007 donde en la retirada muere el agente de la represión Luis Moyano en un enfrentamiento armado, además de otro asalto a un tercer banco.
Juan permanece prófugo hasta Julio del 2010 cuando es detenido en Argentina siendo expulsado a los pocos días. Tras un extenso juicio, el 02 de Julio del 2014 Juan es condenado a 42 años de prisión, actualmente como vigente subversivo continúa resistiendo y participando activamente en la lucha contra este sistema de muerte