«Con vida se llevaron a Lichita, con vida la quiero»

 (Por Oscar Castelnovo/APL)En una de las catacumbas del Paraguay, donde no existe la democracia ni aún como farsa, una mujer acarrea 18 años de prisión tras combatir al régimen instaurado por Alfredo Stroessner que vive en la miseria y las masacres contra el pueblo aunque esté muerto el dictador. Así lo sufren las comunidades guaraníes, el campesinado y el pueblo todo, para prosperidad de una oligarquía que construyó el país más desigual de América y que se apropió de más del 90 por ciento de la tierra arrebatada a los  originarios. Carmen Villalba -de ella se trata- debe salir en libertad con la condena cumplida en julio de 2021. En este diálogo con la APL hablará del tema casi exclusivo que se agita en sus ansias: Lichita, su hija que a los 14 años, en diciembre de 2020, fue secuestrada por la Fuerza de Tarea Conjunta y permanece en desaparición forzada. Cumpliendo con la secular tradición del poder en este país, meses antes la FTC había secuestrado, abusado y fusilado a Lilian y María, de 11 años, antes de disfrazarlas de guerrilleras. «Lichita sobrevivió a esa emboscada. Ahí fue herida en la pierna izquierda, me cuentan que salió a rastras del lugar, porque no podía caminar. Pero pareciera que la mala suerte le había marcado. Desde ese 2 de setiembre, el ejército venía siguiendo sus rastros hasta que el 20 de noviembre volvió a localizar y emboscar a quienes  venían sacando a Laura y a las niñas, entre ellas Lichita. Ella se desplaza con muleta, en ese ataque logra rodar por el suelo para escapar a una muerte segura, pero recibe una bala de refilón en la cabeza. Después de deambular por el monte, buscando comida y salida, solas y extraviadas. Podía decir que arreciadas por el instinto de sobrevivencia, con hambre, sed, perdidas por el monte, se alimentan de lo que encuentran por el monte: víbora, sapo, frutas silvestres, toman su orín como agua. Es donde por su dificultad para caminar es dejada en un lugar de espera, desde donde desaparece», rememora Carmen. Luego, describirá trazos de la vida de su hija a quien buscará empecinadamente. En breve, una nueva Misión Humanitaria partirá hacía Asunción y al Cerro Guazu para hallar pistas y testimonios que permitan dar con Lichita. «Jamás dejaré de buscarla, yo soy su mamá y no extiendo certificados de defunción. Con vida la llevaron, con vida la quiero», enfatizó Carmen.

-¿De qué modo viviste el embarazo de las mellizas?

-Carmen Elizabeth «Lichita» Oviedo Villalba y Tamara Anahí «Anita» Oviedo Villalba constituyen parte de la resistencia y lucha del pueblo. Las condiciones de mi prisión era de aislamiento e incomunicación, hasta para acceder a 30 minutos al patio para tomar sol, debía mediar una orden judicial,  en el cuartel policial de la Agrupación Especializada hasta donde fui llevada después de mi detención. Pronto emergen los síntomas de embarazo y como mi situación irregular en un cuartel policial en condiciones de aislamiento sin las más mínimas condiciones  para albergar a un prisionera y menos embarazada. Inicio una larga  lucha y presentaciones judiciales, para poder acceder a un ginecólogo. Un espacio exclusivo de hombres carecía de ginecólogo. Después de 2 meses logré ser atendida. Con la ecografía, el médico me confirma, no solamente el embarazo, sino que esperaba mellizas. Quedé shoqueada, no tenía ni idea como sobrellevar un embarazo múltiple en condiciones de aislamiento, sobre todo, como cuidar a dos bebés en soledad. Desde ese momento me predispuse a redoblar mis esfuerzos. Tenía claro que tenía que luchar por mis hijas. No solamente a que sean cumplidos con ellas  el derecho de los niños desde la misma concepción como hipócritamente rezan las normativas legales pero que sirven de adorno, sino que tenía que ganarme con lucha diría, sea ante los guardias sea con batalla judicial. Pero que están solo de adorno para la gran mayoría de las mujeres pobres y eso se redobla para quiénes estamos en prisión. El tratamiento prenatal, el parto, las vacunas, el alimento, todo teníamos que ganarnos con lucha que excedía la prisión, los guardias, la batalla judicial era el otro escenario para lograr que sean cumplidos los derechos adquiridos de la niñez, independientemente a su condición.

-¿Cuáles fueron las dificultades para que ellas permanezcan con vos el tiempo que les correspondía por ley?

-A  mes y medio de nacimiento, después de duras batallas judiciales internas y ante la CIDH, me trasladan al Buen Pastor. Ya en el vehículo esperando mi traslado, un periodista me pregunta si estaba al tanto sobre las disposiciones administrativas que me esperaban en esa cárcel de mujeres. Una orden de separación de mis mellizas. Es decir, una disposición para interrumpir sus derechos a la lactancia. El castigo y la venganza del estado fascista no se limitaba a la pérdida de libertad, del encierro en aislamiento, sino que el castigo y la venganza se hacía extensivo sobre mis mellizas. Según la disposición administrativa que me desconocía los derechos a permanecer con mis hijas por un año como las 25 mujeres recluidas con sus hijxs dentro del penal en un lugar asignado para mujeres con hijos o embarazadas. La resolución estimulaba el despojo y traslado al orfanatorio de niños huérfanos o sin familiar. Al llegar al penal, ya estaba la funcionaria del orfanatorio esperando nuestra llegada para llevarse a mis hijas.  Ante la información que me pasaba la periodista, quedé en blanco. Mis fuerzas se resintieron. Me embargó un profundo dolor e indignación, pero tenía que pensar para cambiar ese atentado contra mis dos bebés que con ojitos abiertos sentía que me decían, peleemos mamá, nosotras queremos y tenemos derecho a permanecer contigo. Muchas veces tuve esos «diálogo» con ellas, en circunstancias horrendas. Las arrulle con más fuerza entre mis brazos a las dos, dije a los periodistas que requerían algunas palabras, hablaré en otro momento. La nueva realidad exigía pensar rápido, tenía que impedir esa ignominia contra dos bebés. Por el trayecto hacia el Buen Pastor, pensé, tengo 24 horas para cuidar a mis hijas, no permitiré que me sean despojadas, debe primar el derecho superior del niño. Al ingresar al penal, están los funcionarios y la fiscal, les dije cómo saludo, no me desprenderé de mis hijas, tendrán que matarme primero. Cargaba a mis hijas sin desprenderme de ellas,  me resistí en la guardia, luego de varias horas me hacen ingresar al patio que en ese momento estaba lleno de visitas. Recuerdo, yo todavía shoqueda por el intento de despojo, las compañeras presas empezaron a aplaudir festejando mi victoria, todas estaban al tanto por la difusión en los medios de comunicación.

-¿Cómo vivieron ellas el encierro?

 -Nunca imaginé que la lucha por mis mellizas aquello era apenas el inicio. La jaula revestido de hierros no era para acoger a niños decía la fiscal. Era obvio que el objetivo consistía en aumentar el dolor, el castigo era vengativo. Prepararon un lugar que tenía como primer objetivo, arrancarme a mis mellizas. No importó que tengan mes y medio de vida en estado de lactancia. Una vez más, la lucha y resistencia lograba parar con el despojo y doble castigo. Mi celda se llenaba de pañales bajo el ventilador para estar listos para las mellizas. Nuestras vidas aquí en la celda, no advertía sobre la rutina carcelaria, lo nuestro más bien era un oasis de ternuras infantiles.  Nuestra frenética vida entre pañales, biberones, sopitas, baños y juegos me instalaron en un hogar. Quedarme en la cárcel  con mis mellizas por un año, no solo significó una gran victoria para las tres, sino que también era el mejor antídoto contra todos los males del encierro. Mis hijas tienen tántas anécdotas y recuerdos dentro de estos muros. En el pabellón aprendimos a convivir en un marco humanitario y solidario. Donde un plato de comida caliente para la que no tiene nada para comer, hacia la diferencia y  cultiva amistades. Mirándonos en las caras y reconociéndonos como hermanas de clase, sin importar las causas que nos trajeron a prisión. Aprendimos a cambiar el lúgubre y violento ambiente carcelario por espacios de tolerancias, relaciones humanitarias y solidarias en nuestro pabellón, entre presas. Compartir cosas sin necesidad de cobrar nada. Cocinar juntas para festejar algún cumpleaños. Nuestrxs hijxs forman  parte de esa convivencia que los encuentros propician a construir nuevas amistades entre lxs niñxs. Aprendimos que la solidaridad, empatía, y buena convivencia entre presas, ayuda a que el encierro sea un poco más llevadero.

-¿Cómo definís la relación entre las mellizas?

-Mis hijas tuvieron que marcharse de su país después de tantos hostigamientos y persecuciones, en ese trayecto es asesinado mi hijo Néstor a sus 12 añitos. A los 7 años se radicaron en Puerto Rico Misiones-Argentina. Ahí acudieron a la escuela y posteriormente al colegio. Eran muy pegadas, cariñosas y cómplices. Lichita asumía su rol de hermana mayor, por ende sobreprotegía a Anita. Siempre fueron compañeras, pero ese año fueron inscriptas en sección distintas, en una ocasión Anita tenía mesa de examen, pero estaba mal de salud y le impedía ir Lichita pidió ir y hacerse pasar por Anita, tomar el examen en lugar de su hermana. Tomaban clases de taekwondo, en donde Lichita se destacaba. En el 2019 en una competencia juvenil ganó dos medallas. Las dos eran infaltables en las competencias científicas intercursal. Eran muy buenas alumnas, más de una vez salieron mejores alumnas.

-¿Que recuerdos surgen en tu memoria sobre Lichita?

-Ella desde el mismo nacimiento se destacó. Recuerdo en la sala de cirugía me dice el médico, una de tus nenas nació con los ojos abiertos. Era Lichita, ella nació primero. Caminó a los diez meses. El tiempo que estuvieron conmigo, vivieron en el cuadrilátero donde estoy. Ella gateaba como un gusanito pero era veloz. Empezó a pararse por la pared, se desplazaba con apoyo y al paso de alguna compañera, si está se detenía a hablarle, se mudaba por ella y entre carita arrugada y empujones guturaba para que la persona se desplace, así ella caminaba. A los 10 meses ya caminó sola. Lichita parecía que empujaba la historia para que marchara más rápido. Enérgica, arisca, rápida, como dice Anita, ella siempre iba un paso adelante. Adelante en todo, su estudio, asumía responsabilidades en el cuidado de sus primxs como una adulta. Destacaba en su estudio, sus términos medios siempre rondo entre 8,9,10. Siempre le gustaron las letras. Pero cuando le preguntaba que sería cuando grande. Me respondía, seré médica. A los 7 añitos se mando extraer el primer diente. Un diente de de leche que tenía dificultad. Me comentó después: «Subí a la silla de la odontóloga y temblaba como una hoja. Su aguja era enorme, pero me decía a mis adentros que tenía que superar, que era necesario descansar del diente, y no llore».  Lichita encarna la solidaridad, asumía su rol de hermana mayor con Anita, le ayudaba con las tareas escolares y domésticas, con las lecciones para sus exámenes, a estar lista para ir a la escuela.  Lichita tenía 5 añitos, era diciembre, culminación de sus actividades escolares, tiempo en que venía de visita por la cárcel. Estaba sentada en el patio esperando por ellas. Escucho el llanto de mi hija, era Lichita llorando desconsoladamente. Asustada pregunté que le pasaba, pensé que algo le pasó, o le maltrataron en la guardia. No era eso, Lichita se enojó con su tía por no haberle dado monedas al niño que subió al micro a pedir dinero para su comida. A Lichita le dolió porque dijo que su tía que el niño quedó sin comer. Ella no podía aceptar que ese chico quedará sin comer.

-¿Cuáles fueron exactamente los momentos previos a la desaparición?

-Lichita sobrevivió a la emboscada desde donde fue llevada Lilian Mariana y Mariana Carmen. Ahí fue herida en la pierna izquierda, me cuentan que salió a rastras del lugar, porque no podía caminar. Pero pareciera que la mala suerte le había marcado. Desde ese 2 de setiembre, el ejército venía siguiendo sus rastros hasta que el 20 de noviembre volvió a localizar y emboscar a la quienes venían sacando a Laura y a las tres niñas, entre ellas Lichita. Ella se desplaza con muleta, en ese ataque logra rodar por el suelo para escapar a una muerte segura, pero recibe un bala de refilón en la cabeza. Después de deambular por el monte, buscando comida y salida, solas y extraviadas. Podías decir que arreciadas por el instinto de sobrevivencia, con hambre, sed, perdidas por el monte, se alimentan de lo que encuentran por el monte: víbora, sapo, frutas silvestres, toman su orín como agua. Es donde por su dificultad para caminar se queda en un lugar de espera, desde donde desaparece.

-¿Por qué caminos seguirá la búsqueda?

-La imperiosa necesidad de buscar a Lichita, una niña nacida en prisión, nacida para luchar, una compañerita con determinación de lucha y sobrevivencia,  nos interpela su desaparición forzada. Nos convoca a la campaña por la exigencia al Estado infanticida y feminicida para que la presente con vida. Lichita es un símbolo de resistencia, de lucha, la necesidad de seguir buscándola es un imperativo necesario y urgente de la militancia. Su búsqueda, visibilización y denuncias de su desaparición pone en tensión la inhumanidad del régimen fascista paraguayo, habituado a desaparecer, asesinar, destruir la infancia sobre todo cuando la niñez es del campo popular y no existe un poder que reclamé por ellos. El partido colorado del gobierno fascista tiene una larga historia de desapariciones, secuestros y harenes de niñas de 10 a 15 años como hacía el pedófilo dictador Stroessner y la cúpula militar de la dictadura. Mantenían casas de niñas campesinas como albergues para sus esclavas sexuales, niñas campesinas arrebatadas de sus territorios para constituirse en objeto sexual se los pervertidos e impunes militares. De Lichita no sabemos nada, no hay rastros de ella. Pero el lugar desde donde desapareció es un territorio ocupado por fuerzas militares, prevalidos por la prepotencia que les caracteriza y la impunidad que les aseguran el régimen y las instituciones estatales que actúan como corporación privada al cual están sometidos y son cómplices los órganos de justicia. Estamos haciendo simposios y actividades en diversos sitios. Habrá nuevas Misiones Humanitarias que busquen pistas y otras iniciativas gracias a la solidaridad de compañerxs del mundo entero. Jamás dejaré de buscarla, yo soy su mamá y no extiendo certificados de defunción. Con vida la llevaron, con vida la quiero.