El juicio por la Masacre de Pergamino tuvo sus últimas audiencias esta semana. A fin de octubre se presentarán los alegatos de las partes y días después se conocerá la sentencia. “No recuerdo” fueron la dos palabras más escuchadas esta semana en los tribunales de Pergamino, donde se desarrolla el juicio contra seis ex policías por la masacre cometida en la comisaría primera de esa ciudad el pasado 2 de marzo de 2017, en la cual murieron asfixiados y quemados Sergio Filiberto, Juan José “Noni” Cabrera, Alan Córdoba, Fernando Latorre, Francisco “Paco” Pizarro, Jhon Claros y Federico Perrota. (Por Leandro Albani para La tinta/ Foto: Andrés Muglia)
Para las audiencias que se desarrollaron el lunes, martes y miércoles, las expectativas eran por demás grandes y tensas. Los abogados defensores de los ex uniformados habían avisado que sus clientes estaban en condiciones de declarar. Entre los familiares de los pibes asesinados, nadie sabía muy bien cómo iban a enfrentar esos momentos. Aunque desde principio de septiembre tienen a pocos metros las caras de Carolina Guevara, Brian Carrizo, Alexis Eva, Sergio Rodas, Matías Giulietti y Alberto Donza, está vez era diferente.
Los ex policías, imputados por abandono de persona seguido de muerte, tenía el derecho a no declarar, pero por recomendación de sus abogados se sentaron en el banquillo de acusado, frente a los magistrados Miguel Gáspari, Danilo Cuestas y Guillermo Burrone. Este último, que preside el tribunal, en los tres días de audiencia tuvo horas agitadas, tratando de comprender los relatos –por momentos alucinados- de los ex policías. En más de una ocasión, Burrone tuvo que interrumpir las palabras de los imputados para marcarles las contradicciones evidentes a las que incurrían o llamar la atención de que sus historias ingresaban por los manglares de la inverosimilitud.
Durante las audiencias, los ex policías imputados contaron sus versiones de los hechos ocurridos el 2 de marzo de 2017, cuando un pequeño fuego que los detenidos de la celda 1 iniciaron en el pasillo del sector de calabozos para protestar porque los habían engomado, se convirtió en un pandemonio mientras los entonces policías no hacían nada. Ese día, desde las seis a las siete de la tarde, los ex uniformados decidieron que la vida de los siete pibes de la celda 1 no valía nada.
Antes de que comparecieran los ex uniformados, el psicólogo Luis Onofri de la Comisión Provincial de la Memoria (CPM), que representa a cinco familias de las víctimas, testificó sobre las consecuencias psíquicas y físicas que sufrieron los 12 sobrevivientes de la masacre. Onofri remarcó que a los sobrevivientes, que ya declararon en el juicio, “nunca se le hicieron placas de pulmón para ver los daños respiratorios” que pudieron tener. El psicólogo explicó que trabajó con ocho de los sobrevivientes y que en su mayoría presentaron “dificultades para conciliar el sueño, pesadillas, estrés pos-traumático, daños crónicos y somáticos, y dificultades para respirar”. También advirtió sobre la falta de atención posterior por parte del Estado, por lo cual sus cuadros se agravaron.
En los dos primeros días además declararon Brian Ciro y Diego Ulloa, del Comando de Patrulla (motorizada), quienes estuvieron en la comisaría primera durante la masacre. Sus palabras, cargadas de nerviosismo, arrebatos de enojo y bastantes contradicciones, no desentonaron con los relatos posteriores de los seis ex policías imputados. Ante los dos uniformados, el juez Burrone tuvo que intervenir en varias ocasiones para recapitular las historias de los testigos. Cuando Ciro dijo que “yo no viví lo que vi”, en referencia a su estadía en la seccional y el envío de un mensaje de audio en el que contaba lo que sucedía, el magistrado le apuntó: “¿Es adivino, usted? ¿Cómo relató algo que no vivió?”.
Un dato no menor sobre la presencia de los agentes de la motorizada es que negaron oler o ver humo en la comisaría. El primer mensaje de texto que envía una de las víctimas a un familiar, alertando lo que sucedía, está registrado a las 18:23. La cámara de seguridad que se encuentra afuera de la comisaría, registró que los tres policías del Comando de Patrullas se retiraron de la seccional a las 18:26 del 2 de marzo de 2017.
Sobre el regreso de los efectivos de la motorizada a la comisaría, Ulloa la ubica a las 18.45 y Ciro a las 21 horas. Ulloa, que dijo haber estado dos horas en la seccional en esa segunda oportunidad, negó haber escuchado gritos de los sobrevivientes, ni cuándo ni por dónde se retiraron.
En los dos últimos días de audiencia, los imputados –que tenían el derecho de no declarar-, accedieron a contar sus versiones. El juez les explicó que se podían negar a declarar y que la decisión que tomaron era para defender sus relatos. Salvo el ex comisario Donza, el resto se negó a contestar las preguntas realizadas por las abogadas de la CPM, ya que acusaron a esa institución de calumniarlos y politizar el juicio.
Los relatos de los ex agentes –que se pueden consultar en detalle en el Diario del Juicio– tuvieron tantos puntos en comunes como contradicciones. En general, los ex policías aseguraron que hicieron todo lo posible para abrir la reja que comunica a los calabozos para sacar a los 19 detenidos. Sus historias, que por momentos rozaban la cinematografía hollywoodense, apuntaron a responsabilizar a los bomberos voluntarios, a los cuales llamaron cuarenta minutos después de iniciado el incendio. También, como si fueran un bloque impenetrable, dejaron en claro que los testimonios brindados al fiscal de la causa, Nelson Mastorchio, estuvieron “direccionados” por el abogado Jorge Ingrata, que los representó luego de la masacre. El supuesto plan elucubrado por Ingrata era responsabilizar por todo al ex comisario Donza. A su vez, los ex uniformados intentaron implicar al fiscal de turno Juan Fontana, que el día de la masacre aparece y desaparece de la comisaría según qué ex policía cuente la historia. Pero tal vez el punto de contacto de todos los relatos de los imputados escuchados en los tribunales de Pergamino, es que sus historias, cargadas de hechos que rozan la heroicidad, nunca refieren a horarios o respetan una línea de tiempo, que fue establecida en la investigación de la fiscalía.
A Carolina Guevara, el juez le dijo: “No puede decir que llueve de abajo para arriba, hay ciertos límites. Si se defiende conviene que su relato sea coherente”. Para Brian Carrizo, que según él “hizo muchas cosas”, estuvo durante una hora en un lugar sin tiempo. En el caso de Sergio Rodas, cuando los abogados y las abogadas querellantes, o el juez lo inquieren con mayor profundidad, su respuesta siempre estuvo nublada por una profunda amnesia temporal. Alexis Eva, quien reconoció que en todo momento tuvo las llaves para acceder al sector de calabozos, dijo que “hay cosas que se mezclan”, para después caer en profundas contradicciones de los pasos que dio durante la jornada fatídica. “No me acuerdo ni minutos ni segundos”, se justificó Matías Gulietti. El ex comisario Alberto Donza también cayó en amnesias instantáneas similares a las de sus ex subordinados. El ex responsable de la comisaría primera no pudo ubicar horarios, pero precisó que dio 17 pasos hasta llegar al lugar donde se encontraba el otro juego de llaves de los calabozos.
Durante estas últimas audiencias en el juicio por la Masacre de Pergamino, quedó claro que tanto los policías en funciones que estuvieron el 2 de marzo en la comisaría (muchos de los cuales podrían se imputados por falso testimonio o complicidad) como los acusados, intentan mostrarse sin fisuras, aunque por momentos sus testimonios e historias rozan el encubrimiento o la mentira.
En Pergamino algo más quedó en claro: la constancia de los familiares de los siete pibes, que sin vacilar participaron en todas las audiencias, aguantando los dolores y rabias en la pequeña sala del juzgado donde tienen que soportar las sonrisas y charlan en voz baja de los ex policías imputados. Las familias de las víctimas ahora tienen unos días para recuperar fuerzas, ya que el 24 y el 25 de octubre la parte acusadora y la defensa presentarán sus alegatos. Después, sólo tendrán que esperar la decisión del triunvirato de magistrados que presiden un juicio histórico para Pergamino.