Quizá en unos días algún político farsante nos va a presentar una de sus famosas “verdades históricas”. Nos va decir que el móvil fue el robo, o un crimen pasional. O que se equivocaron de casa o que todos eran miembros del crimen organizado. Quizá incluso encuentren un chivo expiatorio que “confesará” bajo tortura. Quizá termine en la cárcel por muchos años. Y entonces van a cerrar el caso y pretenderán que lo olvidemos. Y nos van a amenazar con reprimirnos si seguimos exigiendo justicia en un caso supuestamente resuelto. Esas son las promesas que el gobierno sí cumple.
Pero en la calles nos veremos. En cada esquina vamos a gritar que no les creemos.
Vamos a decirles que no tenemos miedo y que si vienen por todos y cada uno de nosotros, entonces los estaremos esperando. Pero no nos van a encontrar callados, ni rendidos, ni doblegados.
En estos momentos de tristeza y furia no podemos dejar de recordar cómo en estos años que te tuvimos cerca recibiste todo tipo de agresiones por parte del mismo estado que en esta ocasión decidió silenciarte para siempre.
En Xalapa, tú Xalapa, te vamos a recordar como la estudiante universitaria que participó activamente en las movilizaciones en contra del alza al transporte. Con tu voz firme y tus pies pequeños que dejaron huellas que muchos comenzamos a seguir poco después.
Te vamos a recordar como la activista que la tarde del 1 de septiembre del 2012, tras los fraudulentos comicios electorales, entró junto con nosotros a tomar el palacio municipal de Xalapa, desde el que elevamos nuestras enérgicas protestas en contra de la farsa electoral. Inmediatamente después, cuando aún sonaba el eco de esas marchas multitudinarias organizadas por 63 días desde la Acampada Lerdo, recuperamos y activamos junto contigo el espacio que todos conocimos como “Casa Magnolia”.
Ahí te vimos reír, te vimos gritar, dormir, bailar, discutir, aprender, enseñar, ayudar y construir eso que era nuestro proyecto colectivo más ambicioso, nuestro centro cultural autogestinado.
Ahí te acompañamos en los talleres, en las conferencias, en los eventos culturales, en las fiestas y en los bailes. Fue durante ese periodo que nuestras protestas comenzaron a recibir una escalada de violencia, ordenada, como siempre, desde las oficinas de gobierno.
Recordamos, por ejemplo, que el 15 de septiembre del 2012, fuimos golpeados y tres de nosotros “levantados” torturados y amenazados por policías estatales, obligados a recitar las últimas palabras con una pistola en la nuca —para después de sembrado el terror— ser abandonados en las cercanías de la central de abastos.
El 2 de octubre de ese año, después de la protesta en que recordamos a los compañeros asesinados en el 68, sujetos desconocidos allanaron tu casa. Revisaron tus cosas y se fueron sin robar nada. Tiempo después, nos dijiste con ese sarcasmo tan tuyo, “Tenía yo tanto desmadre en la casa, que para que yo me diera cuenta de que se habían metido, hasta tuvieron que limpiar y ordenar un poco… sólo por eso lo noté. Después vi que hasta se habían bañado…”
Valiente y necia, te resististe a mudarte de ese departamento por meses.
Recordaremos la tarde del 20 de noviembre de ese mismo año, cuando nuevamente fuimos reprimidos y encarcelados por mostrar una enorme pancarta que expresaba lo que hoy es incluso más válido que entonces: “Javier Duarte, te tenemos en la mira. El pueblo no olvida ni perdona”.
Ese 20 de noviembre, fuiste sometida por mujeres policía que te arrastraron por la calle y te dejaron visiblemente golpeada. Desde entonces siempre lo dijiste: “las policías pueden ser más cabronas que los hombres”. No lo olvidamos cuando las vemos caminar por las calles, estrenando sus uniformes de la fuerza civil.
Después de ese día, Nadia, nos contaste que te sentías amenazada. Que te estaban siguiendo constantemente, que te vigilaban, que afuera de tu casa reconociste más de una vez a una de las mujeres que te detuvieron en aquella ocasión y sólo entonces te convencimos y te convenciste de mudarte de casa.
Aún así nos acompañaste por las calles de la ciudad mientras expresábamos nuestro repudio a las reformas estructurales. Usando tu cuerpo de pancarta, protestaste con nosotros contra la reforma energética que entregó PEMEX al mejor postor. Siempre sabia, siempre con palabras fuertes para los que no tomábamos las medidas de seguridad adecuadas, viste crecer a nuestro lado el hostigamiento, la persecución, la vigilancia constante de nuestros pasos. La represión.
En 2013 te vimos marchando al lado de miles de maestros que rechazaban la reforma educativa. Como Rubén, viviste en carne propia la brutal represión de aquel 14 de septiembre, cuando fuimos desalojados con violencia de la ahora llamada Plaza Regina por las fuerzas policiacas del estado, esas que no dejaban de golpearnos con sus bastones eléctricos a estudiantes, maestros, periodistas…
Estuviste ahí en los largos y aburridos tiempos de espera en la Comisión Estatal de Derechos Humanos, mientras levantábamos nuestras quejas. Tú lo sabías, nosotros lo sabíamos, era un ejercicio casi inútil, pero un precedente más para evidenciar la violencia del estado.
El año pasado, en 2014, participaste activamente en las marchas para exigir la aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa, pero de nuevo sentiste el acoso de la gente del gobierno y decidise por fin alejarte de Xalapa, autoexiliarte al DF, y trabajar en lo que te hacía sentir feliz: la Gestión, Producción y Promoción Cultural.
Desde allà apoyaste nuestros pasos, las denuncias, la difusión, el monitoreo, la acción solidaria ante el aumento de la violencia que creció más y más hasta llegar a ese 5 de junio, hace apenas dos meses, en el que 8 de nuestros compañeros de lucha fueron brutalmente atacados por un grupo parapolicial, con machetes, palos, bates y armas de fuego. La agresión más brutal y más directa que vivimos… hasta entonces.
Nadia, el sábado supimos la trágica noticia. No lo queríamos creer. Aún no lo podemos aceptar.
Ultimaron a una mujer de 32 años, originaria de Chiapas, dijeron en sus declaraciones oficiales. Para nosotros, tus amigos, no eres una… eres Nadia, nuestra Nadia, eres tu voz ronca y tus regaños, tus carcajadas, tus fiestas; eres cada uno de nuestros recuerdos, de nuestros debates políticos, de la pláticas cotidanas. Eres también la productora de arte escénico, la organizadora de muestras internacionales de cine. Eres iniciativa, eres camino, resistencia y fuerza, eres lucha, voz, arrojo, denuncia. Eres eso que somos, Nadia, eso que se queda, aunque te hayan asesinado.
Hoy es lunes y no sabemos quién va a cuidar a tus perros. No sabemos quién nos va a cuidar a nosotros. Llenaríamos mares de lágrimas con todo lo que no sabemos. Pero hay cosas que tenemos claras. Hay cosas que sí sabemos.
Tu cuerpo fue mancillado pero tu lucha y tus ideales se mantienen intactos. No sabemos quién jaló del gatillo pero sí sabemos quién dio la orden. Lo sabemos y lo gritamos. Conocemos su nombre y su apellido. Sabemos también que sus acciones son desesperadas, igual que las de un perro acorralado.
Lo decimos hoy y lo diremos siempre. No olvidamos. No perdonamos.
Fue el Estado. Javier Duarte: fuiste tú.
Xalapa, Veracruz, 3 de agosto de 2015.
Comité Universitario de Lucha