—Estos son los pueblos que vivían por estas tierras.
—¿Y qué pasó con ellos?
—El rey y la reina de Españas les impusieron un Dios y los obligaron a obedecer en nombre de ese Dios.
—¿Y ellos en qué dioses creían?
Máscaras de onas, wichis, mapuches, toba, penden de un hilo y quedan suspendidas en el aire; los chicos se acercan, ponen sus rostros detrás de ellas; creen que viajan siglos en el tiempo y están defendiendo sus tierras. Frente a ellos, un compañero se anima a ocupar el trono del Rey y los desafía: “No pueden con mis armas”. “Nosotros tenemos arcos y flechas, y lanzas”, grita uno flexionando sus brazos e imitando la dinámica de lanzamiento. Otros se suman, todos saltan, se abalanzan, quieren ocupar un espacio en el escenario.
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Así empieza el recorrido por el mar de la historia; los niños y las niñas se apropian del lugar, juegan y se dejan guiar: intervienen, participan, preguntan. La directora del Museo de Arte y Memoria de la CPM, Laura Ponisio, destacó que “los espacios interactivos refuerzan el mensaje; la idea es que, en esas dramatizaciones, ellos puedan sentirse parte de ese pueblo y se sientan protagonistas. Son sujetos de lo que sucede en el país”. Juegan sí, también aprenden. Aprenden jugando.
Cómo hacemos para vivir juntos sin que exista un poder arbitrario que se imponga por sobre las voluntades populares”, esa inquietud atraviesa el recorrido y los alumnos piensan, intervienen; un chico del Normal 2 dice: “La libertad es el principal derecho”. Ana, docente del colegio, comenta que “antes de conocer la propuesta, ellos ya estaban pensando en el aula la temática que propone la muestra para seguir trabajando la historia de nuestro país”.
Este comentario refuerza uno de los principales objetivos: que la propuesta pedagógica de la muestra sirva para diseñar estrategias y aporte a la consolidación del proceso de aprendizaje de los chicos. En ese sentido, para la Comisión Provincial por la Memoria, la comunidad educativa es un pilar fundamental para el desarrollo de una sociedad plural y democrática.
“La Constitución es un gran acuerdo que hace un país para que las personas puedan vivir juntas y resuelvan sus diferencias sin pelearse”, dice Ponisio durante el recorrido por la muestra y se detienen en una sala frente a una urna y un sillón de respaldo alto con el escudo argentino impreso en la cabecera. Un alumno se sienta, ocupa la presidencia y escucha: “el pueblo elige a sus representantes mediante el voto. Eso es lo que llamamos voluntad popular”.
Al final del recorrido, todos los alumnos volverán a esa sala y llenarán la urna con sobres, con su voto para elegir el nombre de un gato que representa un valor social, histórico, humano, puede ser la alegría o la libertad o la revolución o tantos otros. Pero todavía no, todavía falta, los chicos tienen que recorrer el camino hacia el peronismo, la ampliación de derechos, los nuevos sujetos políticos expresados en las pinturas de Santoro. Y tienen que pasar por las fotografías de las movilizaciones de los ’70, las democracias debilitadas por los sucesivos golpes de Estado, los desaparecidos y el Nunca Más.
Ana, maestra del Normal 1, señala que en la escuela venían trabajando, antes del 24 de marzo, con el proceso de memoria, verdad y justicia y remarca “la necesidad de que los chicos tengan presente esa lucha, porque ellos son el futuro de la Nación y la garantía para lograr una democracia duradera. No queremos volver atrás”.
La historia sigue moviéndose como el mar y Ponisio reconoce que cada momento funciona en una línea de continuidad histórica y está pensado y diagramado para que los chicos puedan llevarse un aprendizaje. “Cada proceso histórico genera nuevas formas de extrañamiento e interpela de manera distinta a los alumnos”.
Cecilia –profesora de la Escuela Primaria nº 127– comenta que la “muestra resulta muy interesante, los nenes participan y los ayuda a formar la idea que tienen de patria; una concepción que, a veces cuesta mucho trabajar y estos espacios alternativos aportan mucho”.
Al final del recorrido, la guía vuelve a esa sala, ahora oscura, donde aguarda la urna vacía; las maestras ordenan a los alumnos en filas que, entre ellos, comentan por qué elegir un nombre u otro. De a uno van entrando, un chica de flequillo coloca su voto en un sobre amarillo y lo vuelca en la urna; pasa otro y pone un sobre blanco, después otro y otro. Cuando todos emiten el sufragio, Laura Ponisio empieza el recuento: “Alegría: 25 votos. Libertad: 8 votos. Revolución: 12 votos”; antes de poder terminar de hablar, los chicos saltan y gritan el nombre del ganador. La escena se repite, cambian los nombres, los votos, pero hay en todos los casos el mismo entusiasmo, la misma sensación de ser parte de algo grande, eso que tiene el nombre de pueblo, de voluntad popular, de patria.
La directora del MAM se mostró entusiasmada por las primeras repercusiones y, al mismo tiempo, aclaró que se mantiene el desafío de seguir pensando y transformando este espacio pedagógico para cada nueva visita: “Recibimos alumnos desde segundo a sexto grado, con distintos recorridos y conocimientos; nosotros tenemos que ser capaces de adaptar el mensaje de la muestra para cada nuevo grupo”. Experimentar, cambiar, enriquecer, toda muestra parece ser distinta y, efectivamente, lo es.
“Un mar muy muy revuelto. Historias de la Argentina para que la cuenten las niñas y los niños” permanecerá abierta hasta el 18 de septiembre. Para organizar visitas guiadas pueden comunicarse al 0221 483-5590.