Comienza este libro poniendo en contexto el fenómeno migratorio de buena parte del pueblo uruguayo a partir de los tempranos setenta del siglo pasado. El Uruguay de la desocupación y la inflación en alza permanente, de las medidas de pronta seguridad, del “cartón azul” para comprar leche y fideos en los Expendios.
El Montevideo de la represión pero también de la resistencia popular, que tuvo una de sus expresiones en el arte y la cultura: el candombe, ese emblema representativo de la negritud dentro del carnaval montevideano. En ese marco, parte de los miles de uruguayos que cruzaron el Río de la Plata buscando en Argentina nuevos horizontes, fueron negros candomberos que, una vez en Buenos Aires, se ganaron la vida y el sustento de sus familias en diferentes oficios. Así, recalaron en ubicaciones generalmente humildes en los barrios porteños y también del Gran Buenos Aires.
Uno de esos lugares fue “El Sheraton”, un conventillo ubicado en pleno barrio de Congreso en el que vivieron uruguayos provenientes de los barrios vecinos, Sur y Palermo, en su gran mayoría de raza negra y mulatos, los varones muchos de ellos tamborileros y las mujeres bailarinas integrantes de las Comparsas “Fantasía Negra” y “Morenada”, que traían consigo su riqueza cultural propia de la raza.
En una cuadra que fue formando su propio microclima, donde compartían espacios comunes el Bar del Tito (medio-tanque en Isla de Flores y Yaguarón), y una plomería, de se iba gestando, al calor de la nostalgia por el barrio, lo que hoy vemos desplegado y formando parte del paisaje cultural porteño: la movida candombera contemporánea en la ciudad de Buenos Aires.
Allá por 1978, cuando Argentina ganó el campeonato Mundial de fútbol, los habitantes del Sheraton se sumaron a la algarabía popular y salieron a la calle con sus instrumentos, muchos de ellos improvisados, con lo que había. Para estos exiliados, el hecho de tocar en la calle y desfilar sin temor en una ciudad que estaba bajo una dictadura, significó un puntapié inicial para comenzar a dar forma concreta a la presencia del candombe en tierras argentinas. Así fue como en Febrero de 1980 hace su debut la primera Comparsa de Negros y Lubolos, fundada fuera del Uruguay: “Patindombe”, por Rodolfo “Patín” Zarate y “Carlitos” da Silva, un argentino y un uruguayo.
Asimismo, el libro da cuenta de las participaciones de cuerdas de tambores en recitales de importantes músicos uruguayos que tuvieron la iniciativa de invitarlas. Rubén Rada en el teatro Margarita Xirgú y “Beto” Satragni en el Teatro Cómico (hoy Lola Menbrives) de la avenida Corrientes fueron pioneros en esta saludable costumbre, propiciando así la difusión del candombe en este lado del río de la Plata.
La fundación de AROJA (Asociación de Residentes Orientales José Artigas), las peñas y festivales, la creación de “Por la Vuelta”, primera murga estilo montevideana fuera del Uruguay, fundada por Hugo “Hueso” Ferreira, la gestación de “Hijos de Morenada y Fantasía”, segunda comparsa de candombe fuera del Uruguay, fundada por tres afro-uruguayos, Carlos Abril “Pichi” Lasalvia, Juan Carlos “Candamia” Prieto Nazareno y Hellit Tabares “Pedrito Ferreira” (h). Estos son parte importante de este libro, que pone foco en las vicisitudes y experiencias que fueron atravesando los uruguayos exiliados y sus familias en estos procesos de expansión y crecimiento cultural y de inserción en la sociedad porteña.
El conventillo de Balcarce y Cochabamba, las primeras llamadas en San Telmo, la tensión propia de aquellos años en la relación con cierta parte de la sociedad y con la policía especialmente que no veía con buenos a ojos a los afro-descendientes en general y a los candomberos en particular. Semblanzas de la vida cotidiana de los orientales en Buenos Aires, que el libro combina sabiamente con la narración de la irrupción de la comparsa por la puerta grande, en el estadio Obras y de la mano de Rubén Rada, el 8 de abril de 1983
Nos pasea por aquella fiesta de Inauguración de Teatro Abierto 1983 con una cualitativa intervención de uruguayos. Desde Aquiles Fabregat y Julio césar Castro, “Juceca” en la elaboración de los textos, hasta la participación destacada en un desfile de 40 cuadras por Buenos Aires en la que “Hijos de Morenada y Fantasía” “Por la Vuelta” tuvieron una actuación preponderante. Y va avanzando en el tiempo de manera de dar semblanza de la evolución del candombe como expresión cultural popular que forma, cada vez más, parte del paisaje porteño. Las llamadas como costumbre ya instalada tanto en San Telmo como en diferentes zonas del Gran Buenos Aires y otras provincias como Santa Fe. Algunas de estas actuaciones tuvieron amplia repercusión y se vieron reflejadas en los periódicos de Buenos Aires, van en el libro algunos de estos.
Reflexiona también sobre los cambios en los modos de interpretación y en un cierto desdibujamiento de la espiritualidad de la cultura original del candombe dentro de este proceso de expansión. El autor, narrador incesante, convoca permanentemente a quienes fueron, como él, protagonistas de esta historia. Todos los nombres que fueron posibles de recordar están citados en el libro y puestos en su contexto correspondiente. Muchos de ellos ya fallecidos, todos tienen aquí su recuerdo y su voz. Quizás por eso se agrega, como broche de oro, un Anexo con entrevistas a tres de los más destacados personajes de la cultura del candombe que fueron y son aún gestores permanentes de su difusión: Hellit Tabares “Pedrito Ferreira” (h) en su paso por esta ciudad y Juan Carlos Prieto Nazareno “Candamia”, y Luis Alberto Madruga Santos “El Mingo” o “Jimmy Santos”, referentes indiscutibles del candombe afro-uruguayo en la Argentina.