Por tres días, Fito agonizó en un hospital, mientras Delia recorría despachos y oficinas para que la autorizaran a verlo. Ninguno de los funcionarios penitenciarios y judiciales que la pelotearon de un lado a otro pudo imaginar lo que estaba naciendo en esas horas de desesperación y dolor. Fito murió sin que Delia pudiera despedirse. Cuando finalmente la dejaron ver el cadáver, le hizo una promesa, que cada tanto recordaba en sus intervenciones públicas: “Él decía que estar preso no le había quitado la libertad, porque era libre en su interior. Yo le prometí que iba a luchar contra sus asesinos hasta el último de mis días”. Y cumplió su promesa hasta el final.
Militante constante y comprometida, a pesar de su pierna amputada y sus condiciones materiales en la Villa San Pete de La Matanza, Delia dejó su huella en CORREPI. En 1996, Delia escuchó en la radio que el ministro Carlos Corach negaba el gatillo fácil y desafiaba a que le llevaran nombres. “Hagamos la lista de todos los muertos del país desde 1983 y se la tiramos por la cabeza en Plaza de Mayo”, largó en la siguiente reunión. Lo propuso, y se lo echó al hombro. Por varios meses recorrió archivos de diarios, juntó recortes, buscó contactos, y fue pasando en limpio los datos, a mano, en su cuadernito. Había nacido el Archivo de Casos, esa herramienta que nos permite, año tras año, mostrar la real incidencia de la represión en Argentina.
La recordamos por su fuego, su entereza, por la importancia para los jóvenes militantes que no llegaron a conocerla demasiado de saber de dónde venimos. Siempre en la lucha, militando con alegría y dejando en claro por qué lo hacemos. Ella lo sintetizó muy bien con estas palabras: “Sueño con un país activo, con fábricas abiertas y trabajo a pleno, sueño con un país sin chicos en las calles revolviendo la basura (…), sueño con escuelas bien provistas, con maestros que puedan vivir de sus sueldos. Sueño con hospitales limpios (…). Sueño con hogares felices (…). Sueño con una justicia igualitaria para todos. Sueño con un país más justo (…). Recién entonces, llegado ese día, la CORREPI no tendrá razón de ser. Hasta que ese día llegue, nos verán siempre en las calles acompañando a todos los represaliados y apoyando todas las luchas”.