Crónica de la muerte anunciada de Emanuel Carrión

Adriana Revol – Anticarcelaria

Emanuel Carrión, estuvo encarcelado, en el Complejo Carcelario Nº 2 “Adjutor Andrés Abregú”de la ciudad de Cruz del Eje, más de tres años. Emanuel, de solo veintinueve años, pasó mucho tiempo pidiendo asistencia médica, pero solo recibía calmantes para sus dolores y no estudios médicos que pudieran indicar que estaba pasando con su organismo.
El día diez de diciembre es aislado por recomendación médica porque “suponían” que tenía tuberculosis, pero jamás le hicieron un análisis para confirmar.
Estuvo varios días en este espacio, completamente desatendido, sin poder comer bien, y teniendo que insistir por un poco de agua.
Cuando su padre fue a visitarlo lo sacaron esposado y con barbijo, allí le cuenta a su papá que lo tenían excluido del resto porque él tenía tuberculosis, y que los médicos ni pisaban por ese lugar. Ese día su padre lo ve completamente desmejorado.
El lunes catorce recién lo trasladan al hospital Aurelio Crespo, de Cruz del Eje, y el martes quince lo llevan al hospital Domingo Funes, en Santa María de Punilla, donde recién comienzan a hacerle los estudios necesarios.
El lunes veintiuno lo operan de un tumor maligno en un testículo, pero se dejó pasar tanto tiempo que el cáncer se ramificó y le tomó un pulmón, a eso se debía su dificultad para respirar.
La familia, de humilde condición económica, tuvo que viajar a Córdoba, al hospital oncológico, para conseguir la medicación necesaria, ya que el servicio penitenciario no se la suministró.
El pasado tres de enero Emanuel Carrión muere, llegó al hospital demasiado tarde.
Su seres queridos todavía no han podido escuchar alguna explicación de parte de funcionarios o médicos del servicio penitenciario (el personal que debía cuidar de él), de por qué no recibió atención médica. Tampoco han logrado recuperar sus pertenencias.
Es un engaño indicar como causa de muerte la enfermedad que tenía, solo para esconder un homicidio por mala praxis. También sería engañoso pensar que las muertes en las cárceles son por desidia o por falta de elementos o de ideas, sino, simplemente son el resultado de una actitud política artera, capciosa, previamente elaborada.
Todo el personal responsable de esta muerte continuará trabajando, como si nada hubiese ocurrido, incluidos los médicos y su juramento hipocrático. Como siempre estas muertes quedarán impunes. Es la política del estado.