Lo que dije en dicha inauguración, es que entre ambas ideas había apenas una delgada línea roja. Estábamos todos en el mismo salón, seguramente teníamos sobre muchas cosas las mismas ideas, compañeras y compañeros entrañables recibían justos reconocimientos. Pero había una delgada línea roja entre los que piensan que la lucha empieza en un determinado momento, incluso un cercano determinado momento, y aquellos que pensamos que la lucha continúa, que hereda antiguas luchas y que continuará con luchas futuras que no veremos.
La continuidad de la lucha expresa una profunda convicción. La lucha es fundante en la cultura. La lucha de clases no implica exterminio. Luchar no es arrasar, devastar, masacrar. La lucha no es ninguna solución final. Luchar es sostener una determinación objetiva y subjetiva de clase ante determinaciones objetivas y subjetivas de una clase antagónica. La política es el movimiento real de esa lucha de clases. Si decimos “recién empieza” entonces nuestra afirmación pretende inocular el veneno de que antes que empiece no hubo lucha.
Hubo acuerdos plenos entre las clases, hubo una armonía universal, hubo consensos pacificatorios, hubo paz, justicia, libertad, fraternidad, igualdad. Y de pronto una luz cegadora alteró el paradisíaco panorama.
El mito burgués del Estado de Bienestar se apoya en esta falacia suicida. La armonía entre capital y trabajo, el fifty fifty, el bien común, el gobernar para todas y todos. De vez en cuando la vida nos escupe en la boca y aparece una revolución libertadora, una revolución argentina, un proceso de reorganización nacional. Una remake de Roca en clave internacionalismo del capital. Entonces para los que piensan que la lucha recién empieza, la polaridad dictadura democracia son consistentes. No pueden pensar los nidos de dictadura que se esconden en las democracias. Y al no poderlos pensar, se entregan casi mansamente a sus siniestros designios.
Hay que recordar que el golpe de estado contra el presidente constitucional Illia fue avalado por parte de la partidocracia y del movimiento sindical, con la excusa de que Illia fue elegido con el peronismo proscripto. Lo cual era cierto, pero apoyaron a un general cursillista y fascista que proscribió a todos los partidos. El glorioso Cordobazo interpeló fuertemente ese designio. El resto de la historia es conocida, pero no demasiado bien conocida.
Planteada la cuestión, el tema más complejo y potencialmente letal, es que entre ambos grupos, los del “empieza” y los del “continúa” hay apenas una delgada línea roja. Por momentos los grupos se desarman y rearman, y no es posible anticipar en cada momento histórico quiénes van a estar de un lado y quiénes van a estar del otro. Por eso pienso que no es un tema de grieta. Para la derecha y mucho más para el fascismo, la grieta es el reaseguro que tiene para ir arrojando al precipicio de la historia, de la política, y de la economía a los excluidos, marginales, a todos los “ni” que encuentre. Como los espartanos arrojaban a los recién nacidos deformes desde la cima del monte Taigeto.
La grieta es la hegemonía absoluta de una clase sobre otra. Entonces ya no hay lucha de clases porque una casta somete a todas las demás. Derecho divino, aunque la divinidad sea un dios o la divinidad sea el mercado. Que no es lo mismo, pero es igual. In god we trust, dice el billete del dólar oficial en el Imperio de los Estados Genocida de Norteamérica. En Dios nosotros confiamos. Apenas porque el Dólar es Dios.
En Latinoamérica las transacciones comerciales se hacen en dólares. Nosotros compramos y vendemos propiedades inmobiliarias en dólares. No sé si porque “we trust” o de pura colonia que somos. La única forma de enfrentar a la grieta es sostener una lucha de clases que arrase con todas las castas, incluso con las castas estatales. Pero la delgada línea roja hace difícil, y hasta imposible, distinguir al compañero del traidor. La masacre de Ezeiza, donde parecía que todos unidos triunfaríamos, mostró que la delgada línea roja entre patria peronista y patria socialista, terminó siendo una grieta insalvable entre víctimas y victimarios.
Hoy la delgada línea roja sigue. Quizá estemos en mejores condiciones para visualizarla. Para pensarla. Para estar advertidos de su existencia y poder prevenir antes que llorar. Pero no siempre. “Triste muy triste, perdón compartirlo nos ayuda a seguir adelante. Algunos ya lo saben otros no, anoche mataron a un chico de la aldea (SERPAJ), tenía 16 años y fue muerto por otro de 15 de un tiro en la cabeza. Estamos desvastados. Los diarios titularan que un adolescente mato a otro en una riña en un barrio pobre del gran Buenos Aires, o que adolescente mata al novio de su ex novia, o en un hecho violente adolescente mata a otro. Quienes sabemos de los sueños y sufrimientos, de los chicos y chicas de los barrios humildes, sabemos que los diarios mienten, esta es una muerte más del entramado mafioso que cada día se apodera de la incipiente vida de cada chiquilín. Ya lo dice el periodista Calos Del Frade “el narcotráfico está enquistado en todas las instituciones. Es el negocio del sistema, la etapa superior del imperialismo”. (Red contra la violencia institucional).
La delgada línea roja que separa a un chico de 16 y otro de 15. No eran de países, continentes, siquiera ciudades diferentes. Nos paseamos codo a codo con nuestros verdugos y podemos dormir con el enemigo. Y votarlo. Y amarlo. La delgada línea roja atraviesa nuestra democracia y tarde advertimos que es una grieta.
En Venezuela es donde hay se juega con mas desesperación este pasaje. Con Chávez la línea era delgada. Con Maduro ya es una grieta. “Creemos encontrar en la solicitada, en cambio, una fetichización notable de la democracia en sus formatos liberales. Porque, ¿desde qué otra concepción de la democracia es posible juzgar como antidemocrático a un proceso que combate a una Asamblea Legislativa en desacato por juramentar a diputados elegidos de manera fraudulenta y que, sin embargo, la sostiene plenamente en funciones?” (Lautaro Rivara para La Tecl@ Eñe)
La solicitada de los intelectuales sobre la situación de Venezuela es una remake de las justificaciones reaccionarias para avalar los golpes blandos que llevan a dictas no tan blandas. Por eso en un trabajo denominé a la democracia como “dictadura de la burguesía”. Para no entrar en la delgada línea roja entre democracias formales, incipientes, inmaduras, prematuras, infantiles, puberales. La democracia es el mejor artificio para tapar la grieta entre explotadores y explotados. Entre super ricos y mega pobres.
Mientras las delgadas líneas rojas nos sigan atravesando, será necesario construir trincheras. De piedras, pero también de ideas, como pedía Jose Martí. Esa lucha que siempre continúa y continuará, podrá acercar los bordes de la grieta. Hasta clausurar la grieta por completo. Otra forma de nombrar a la Revolución. Y de nombrar a la revolución necesaria dentro de toda revolución necesaria.