JAVI

Tu hija, Javi, me dijo: -Qué suerte que tienen ustedes que conocen esa paciencia de mi papá, porque para mí … Sonrió y sin perder el tiempo agregó: Porfa, no digas más que me tuviste upa de bebé. Claro, esas anécdotas que una cuenta de los pibes en público segura del efecto escénico, pero ante las cuales nos apagan todas las luces de su escenario avergonzados de nuestra perfomance. He visto esa mirada en mis hijos, azorados de que delate cosas pasadas y bien pisadas, esas cejas fruncidas que dicen: – Ay no, ahí va otra vez. Es que una los conoce desde toda su vida, o cree eso, y ellos solo saben de nosotros una parte. Nos agarran con la peli de nuestras vidas empezadas, y además post censura conveniente.

 -Sos más interesante como persona que como madre-, me dijo el otro día uno de mis chicos. (Lo de chico es un eufemismo, a los treinta nadie es un chico) Obviamente, si madre es un rol tan normado y chiquitito así, ¡tan cotidiano! y persona, bueno, todo lo que resuena en cada uno, que es una banda. Pero dije gracias. Y pasé de largo emocionada. Hasta un rato después, que ya no supe si fue un halago o una crítica.

 Hay una película debajo de la película, una escena detrás de la escena. ¿No te parece? Y ellos siempre tuvieron otras vidas, a la que nunca accedimos, no por que lo ocultasen, sino porque es así, los focos iluminan un recorte.  Mi otro pibe estuvo en penitencia por defender que las compañeras no tenían que llevar guardapolvo porque los varones no lo llevaban. Me enteré quince años después y además a él le parecía gracioso que el argumento más fuerte haya sido acompañado de insultos varios a las autoridades y forcejeos nada tibios. (Traduzco: Le embocó una piña al preceptor que lo quiso agarrar) No les digas que te dije. Seguramente las anécdotas de sus vidas no son ninguna de estas y fruncirían las cejas.

Por eso Javi, si hubieras estado, nos miraríamos en un flash sonriente , ante los homenajes y toda suerte de discursos en tu honor, a pesar de lo honestos que fueron todos y todas, a pesar de la emoción y de tu ausencia. De la ausencia de tu mano en alto encastrando ideas cuando hablás.

Yo sonreía estúpidamente, amigo. Porque me sé tus otras anécdotas, las contadas en secreto. Buscaba quien sonreía estúpidamente como yo, a ver si alguien más participaba de alguno, para hacer un pacto de miradas. No pasó, o quiero creer que nadie más sabe esas cosas que te llevaste a la tumba y que un día me llevaré a la mía.

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