La lucha de un pueblo por su liberación

En momentos en que nuevas masacres se ciernen sobre el pueblo palestino, mientras las bombas caen sobre niñes y adultes en Gaza, mientras se conmemora un nuevo aniversario de la Nakba (catástrofe) -catástrofe que se prolonga en el tiempo y que comenzó mucho antes de 1948-, desde ContrahegemoniaWeb intentamos con este dossier comprender, brindar miradas diferentes y complementarias, intentar encontrar un hilo de racionalidad entre tanto horror. Una racionalidad reñida con la neutralidad y con la pasividad. Porque aspiramos a que el dossier sea una puerta (o ventana) de acceso para vislumbrar miradas que aportan a perspectivas de superación, canales de intervención para quienes ya no soportamos en silencio -palestinxs, judíxs, cualquiera a quienes el sistema no le ha extirpado su humanidad- tanto horror e injusticia que el sionismo y su Frankestein, el Estado de apartheid de Israel, causan al pueblo palestino, sin por eso lograr doblegarlo. (Por Colectivo de comunicación ContrahegemoníaWeb, Sergio Zeta y Zulema Beatriz González),

La Nakba representa un punto de inflexión en la historia del pueblo palestino, es un momento de quiebre, de ruptura que modificó todos los órdenes de la vida de la sociedad. Pero no es el inicio ni la culminación de ese proceso colonialista, racista, de exterminio y desplazamiento por parte de Israel. Ciertamente es un momento devastador, traumático para el conjunto de la sociedad palestina en la que se ha puesto en marcha un plan de limpieza étnica que tendrá continuidad a lo largo de estos 73 años, un proceso que apelará a las masacres, a la destrucción de centenares de pueblos y aldeas con el exterminio de gran parte de sus habitantes, a la expulsión de su población nativa para convertirla en refugiada, la demolición de hogares desde donde se les saca por la fuerza, la quema de cultivos y de olivos centenarios, el intento de eliminación, ocultamiento y/o negación de todos los registros históricos que den cuenta de la existencia de este pueblo, el intento de extirparles de la memoria colectiva.

El proyecto sionista sobre Palestina se va gestando mucho antes de la Primera Guerra Mundial y acaba con la convivencia armónica que hasta entonces predominaba en esas tierras entre judíos, musulmanes y cristianos. El Congreso de Basilea (1897) preanuncia el exilio y la expulsión que luego sobrevendrán, no sin el temor de sectores intelectuales, políticos y campesinos palestines que denuncian, reclaman, advierten el peligro en las diferentes oleadas migratorias de colones judíes que llegan, pero sin lograr poner freno al movimiento sionista. Internamente en Palestina, ya en los estertores del imperio otomano, las formas sociales comunitarias campesinas comienzan a resquebrajarse y una clase de notables va adquiriendo grandes extensiones de tierras de campesines empobrecides, mientras hacen negocios desde las ciudades y con occidente, además de ofrecer esos terrenos a colones judíes. El Fondo Nacional Judío será uno de los más beneficiados mientras la tierra, que era un bien comunitario, comienza a ser expropiada y apropiada por los nuevos colonos.

El Acuerdo Sykes-Picot (1916) anuncia la forma en que Inglaterra y Francia se repartirán lo que queda del imperio otomano al finalizar la guerra. El capitalismo y el colonialismo europeo avanzan en la zona para mantener cautivos a los pueblos árabes en las fronteras estatales que trazan desde una modernidad eurocéntrica. Les interesaba el control de una región con enormes riquezas hidrocarburíferas, una posición geográfica estratégica para sus planes de dominio, expansión de capitales y mercado para sus productos. El padrinazgo de Inglaterra sobre el movimiento sionista desembocará en la Declaración Balfour (1917), que establece la promesa de entregar una tierra que no le pertenecía a un movimiento político que aspiraba a la construcción de un Estado propio, declarando que la tierra estaba vacía, ignorando a sus verdaderos ocupantes y sus legítimos derechos. Esta Declaración fue el apoyo del que se sirvió el Movimiento sionista para avanzar en sus planes colonizadores. En 1921 quedan delimitadas oficialmente las fronteras del país según intereses imperialistas y, ya bajo mandato británico, les palestines se verán afectades, tanto por el colonialismo británico como por el proyecto sionista que va trazando internamente sus propias fronteras, tan pronto como puede avanzar en su expansionismo, tan pronto como puede transferir propiedades e instalar colonias mientras va expulsando a la población palestina. El sionismo va construyendo su mundo cerrado, una comunidad separatista, fuertemente cohesionada por la religión e ideología, para dar paso apenas pueda a ese Estado-nación étnicamente homogéneo que invisibilizaba a les habitantes de esas tierras bajo el falso lema “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Pero les resulta imposible hacer abstracción de la existencia de un pueblo originario que está enraizado a su tierra, con lealtades a sus aldeas y regiones de origen.

El pueblo palestino sabe que el tiempo corre en su contra y responde, no desde una unidad estatal de estructuras sociales modernas que no posee, sino desde sus propias estructuras comunitarias que advierten el peligro de expropiación y destrucción de sus comunidades, realizando acciones tanto desde un sector urbano ilustrado como desde les campesines, cada uno defendiendo una territorialidad que saben que les pertenece. Entonces, se apelará al uso de la prensa, a escritos y denuncias jurídicas contra la anexión de tierras y que prueban el legítimo derecho, o insurrecciones civiles como el no pago de impuestos, luchas de mujeres -con gran participación activa-, rebeliones, huelgas, levantamientos armados como las revueltas que se inician en 1920 y que culminan en 1936-1939 con la Gran Revolución palestina (al-Tharwara al-Kubra).

A partir de 1930 el descontento contra el mandato británico se profundiza. En 1936 estalla una huelga que durará seis meses paralizando al país, es el inicio de la revolución árabe que pedía la detención de la inmigración judía, la prohibición de transferencia de tierras y la formación de un gobierno democrático. La intervención de jefes de estados árabes, fieles al colonialismo británico, lograrán la suspensión de la huelga y de la lucha armada, pero se reanudará al año siguiente con mayor intensidad. Las manifestaciones masivas y acciones armadas serán reprimidas salvajemente con matanzas, destrucción de poblados, encarcelamientos, pero no será hasta 1939 que Inglaterra logre desarticular las revueltas. Mientras tanto, la dirección sionista con el asesoramiento de oficiales británicos había formado su propio ejército paramilitar, la Haganá, como el brazo militar de la Agencia Judía.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en noviembre de 1947, la ONU presenta su plan de partición que determinaba la división del territorio en dos Estados, uno palestino y otro judío. Este plan otorgaba el 56% de las tierras al proyecto sionista, apoyado por las potencias imperiales. Después de la guerra del 48-49 se quedará con el 78% y en 1976 ocupará el 22% restante.

La partición entregaba al sionismo la mayor parte de la tierra fértil además de aldeas palestinas. Les sionistas aceptan la resolución de manera táctica como una etapa, les palestines la rechazan. Inglaterra anuncia su retirada de los territorios, ya había entrado en escena Estados Unidos, nuevo protector de los intereses sionistas que reconoce la importancia para sus intereses de esa alianza estratégica en la región.

El mandato británico termina el 15 de mayo de 1948, el 14 de mayo, el sionismo declara Israel como Estado, meses antes, apenas conoce el plan de partición, da comienzo al plan Dalet a manos de la Haganá, que tenía como objetivo vaciar a Palestina de su población nativa. Les palestines junto con la Liga Árabe van a una guerra que pierden mientras son sometides al desplazamiento más grande de su historia, un promedio del 80% de su población es expulsada mediante la violencia y el terror y pasa a ser refugiada, las minorías que quedan en el territorio se convierten en ciudadanes de segunda y usurpadas una parte importante de sus tierras.

La Nakba no es un tiempo pasado en la historia del pueblo palestino, es presente continuo que Israel actualiza desde hace 73 años a través de un sistema colonial de apartheid y ocupación permanente, no han cesado ni la limpieza étnica ni el expansionismo. En estas últimas semanas, la ola de provocaciones y agresiones de supremacistas judíes y militares israelíes contra la población palestina de Jerusalén Este, en el mes de Ramadán, se fueron intensificando hasta llegar a los ataques en la mezquita Al Aqsa, o impedir reuniones en la Puerta de Damasco, al tiempo que colones judíes hostigaban a residentes del barrio Sheikh Jarrah intentando provocar el desalojo de éste.

Así viven las familias palestinas en territorios ocupados, con el peligro permanente de la expulsión, la demolición de viviendas, la discriminación y la segregación. Israel va creando una infraestructura que permite el avance colonizador mientras perfecciona el control sobre la vida cotidiana de la población nativa que incluye muros, vallas, puestos de control, una militarización permanente y una fragmentación que impiden la libre circulación, comunicación y posibilidades de organización. Saquea los bienes naturales, tierra, agua, minerales con los que se enriquecen las empresas que están en los asentamientos. Colones judíes provocan incendios sobre las tierras cultivadas de les palestines con la intención de destruir su economía y expulsarles de ellas. Practica permanentemente decenas de detenciones administrativas que incluyen a mujeres y niñes, sin cargos ni juicios, recluyéndoles en cárceles israelíes que violan el derecho internacional y en las que frecuentemente sufren vejámenes y torturas. Los crímenes también se suceden, asesinatos a manos de militares o fuerzas de seguridad que hacen uso arbitrario de la fuerza excesiva y letal hacia mujeres, hombres, niñes. En todos los casos quedan impunes en incidentes sin justificación como el de Iyad al Halaq, de 32 años, autista, baleado por la policía israelí en Jerusalén. También como parte de los crímenes, las masacres a gran escala como la que sufre en estos momentos la Franja de Gaza (no es la primera vez que recibe bombardeos) con un número creciente de civiles muertos y destrucción de su infraestructura, frente a una comunidad internacional que avala con su silencio cómplice en algunos casos, declaraciones tibias en otros, que no llegan a sanciones concretas contra la beligerancia de Israel, o como Estados Unidos con Biden en el gobierno, que apoya la escalada de violencia del estado ocupante.

La Franja de Gaza, atacada permanentemente, asediada por tierra, aire y mar, con un bloqueo impuesto desde el 2007, es la expresión mayor del colonialismo israelí y una suerte de laboratorio para la prueba de su material bélico que luego exportará a otros continentes. El racismo y la opresión israelí mantienen a la población sin posibilidades de desarrollo económico, con niveles altos de desempleo y pobreza, con el agua contaminada y cortes permanentes de energía eléctrica que afectan todos los órdenes de la vida, pero de forma especial al sector de la salud, además de representar otra forma de ataque a la Franja.  El problema en todos los casos y de todo el pueblo palestino es el sionismo y su política de colonialismo.( Por Zulema Beatriz González, Sergio Zeta y el Colectivo de Comunicación ContrahegemoniaWeb)

En estos años de ocupación, el pueblo palestino no dejó de luchar contra el colonialismo, lo hizo de diferente manera, según sus posibilidades en cada época de su historia, pero siempre se rebeló frente al invasor. La Nakba se actualiza permanentemente entre quienes viven en el exilio, los campos de refugiades, Cisjordania, Gaza o los territorios ocupados. La resistencia se mantiene y renueva pese a quien decía que les viejes morirían y les jóvenes olvidarían, lo prueban en la actualidad les miles de jóvenes que han estado defendiendo los lugares sagrados, culturales, políticos y barrios en Jerusalén, las manifestaciones en Cisjordania, Lydda, Ramle, Akka, Haifa, Jaffa y toda la Palestina histórica, pese a los arrestos, agresiones de todo tipo, intentos de linchamientos por parte de sionistas envalentonades, la unidad de lucha de todos los sectores de la Palestina y en articulaciones y tramas con les refugiades y la diáspora, descarta la lógica de fragmentación territorial particularista que Israel ha pretendido imponer y expresa el convencimiento de que hay que acabar con la ocupación y el apartheid.

En el dossier que hoy iniciamos, encuentran un lugar voces del BDS (Movimiento de Boicot, Sanción y Desinversión) explicando la importancia de esta herramienta política como defensa de derechos humanos, convocando al boicot a Israel, analizando sus inversiones en el mundo, especialmente en el terreno militar y del control social. Las mujeres, feministas y movimiento LGBTIQ+ sostienen luchas esenciales por sus derechos en los terrenos económicos, sociales, políticos y culturales al tiempo que luchan también por los derechos de autodeterminación y libertades fundamentales contra la ocupación y el apartheid, por tanto, no están ausentes en este dossier. Voces de judíes comprometides con las luchas de emancipación humana, particularmente la Palestina, que se niegan a justificar la desposesión y crímenes que comete el estado de Israel, reconocen el relato ficticio sobre el que se asienta, examinan los mitos que configuran la identidad israelí y el uso de los términos semitismo y antisemitismo que les sirve para protegerse de condenas y sanciones por su estado de apartheid. No menor es el rol que tuvo el laborismo en la justificación del sionismo, por eso también una voz que cuestiona el mito del sionismo socialista. Otros textos nos brindan una visión de los intereses geopolíticos que intervienen en la zona, análisis necesarios para una mejor comprensión de las disputas que suceden en el plano territorial, simbólico y de las identidades. También nos llegan voces que explican la situación que viven les trabajadores palestines bajo ocupación y las resistencias y luchas que vienen llevando a cabo la juventud palestina. Entrevistas a compañeres de la comunidad palestina en Argentina, que nos hablan de las resistencias y estrategias que desarrollan en nuestro país como comunidad en la diáspora y en asociación con otras comunidades palestinas en el mundo, luchando desde los lugares en los que se encuentran por una Palestina libre. Expresiones de la cultura, la música, la pintura, el cine y el fútbol palestino, habitualmente invisibilizados. Una mirada crítica sobre los acuerdos de Oslo o el debate sobre la posibilidad de uno o dos Estados como alternativa de solución para la región encuentran también un espacio entre las notas de este dossier.

Como decíamos al comienzo, el dossier no quiere ni pretende ser neutral, sostenemos desde su diversidad, el firme derecho al retorno de todes les refugiades y bregamos por una Palestina libre y democrática.