El grito de la madre berraca y el silencio del presidente Macri

Oscar Castelnovo

Hija de un peón rural exigido en la cosecha de algodón y de una ama casa, Carmenza solo asistió hasta tercer grado de la escuela primaria en su infancia. Años más tarde, luego cumplir 18 y estar en pareja, terminaría sus estudios iniciales y secundarios. Aunque nació en la cuna del realismo mágico, iniciado por el inmenso Gabriel García Márquez, no leyó su obra: “solo recuerdo algunos cuentos que me contaron en la escuela”, dice. Lo suyo fue el trabajo: “ La verdad es que no tuve una infancia de jugar. De muy pequeña me tocó ponerme a limpiar en casas de familia”. Y, claro está, luego la ocupó la crianza de sus tres hijos: Ingrid (30); Lorena (22) y John , quien hoy tendría 25.

La mamá de “Chilito”
“Mi nombre es Carmenza Claros Orozco de nacionalidad colombiana y soy la mamá de John Mario Chilito Claros. Soy de Yumbo en el departamento de Valle del Cauca a 10 minutos de la Ciudad de Cali ¿La conocen? ¿Les suenan los equipos de futbol Deportivo Cali o América de Cali? ¿Les suena la capital mundial de la salsa? ¿Les suena el grupo Niche? Pues bien, de esta hermosa tierra soy. Orgullosa de ser colombiana, pese a todos los problemas que nos aquejan, la falta de verdadera paz, el narcotráfico y una corrupción estatal espantosa. A toda la Argentina, pero en especial a usted señor Presidente Mauricio Macri, le cuento la triste historia del asesinato de mi hijo a manos de la Policía argentina. No solo cayó él vilmente asesinado, otras 6 vidas de jóvenes argentinos se extinguieron ese fatídico día”. De ese modo, Carmenza se presentó y reclamó Justicia al mandatario argentino, en una carta pública, que trascendió en buena parte del mundo.

25 años antes de estos episodios ella parió a “Chilito”, hecho que evoca con nitidez: “ Eran como las siete de las noche cuando empezaron los dolores. Yo estaba lavándole a una señora de y cuando ella me vio me dijo que ya iba a dar a luz. Estuve toda la noche con dolores. Se demoró mucho, era un bebé grande, pesó como tres kilos y medio. Fue el 16 de noviembre de 1991, faltando un cuarto para las cinco de la mañana”, cuenta y no puede evitar quebrarse.

Hermanos
Es en ese momento que Lorena toma la palabra y refiere a las actividades del pequeño John , hermano que supo pelearla, divertirla y amarla: “A John le gustaba hacer de todo: fútbol, bolitas, boxeo, montaba ciclas (bicicletas), andaba en carrito balinera que se hace con tablas y unas rueditas donde los chicos se sientan y los manejan con las piernas. Allá hay mucha montaña, entonces los niños usan esos carritos”.

Mate en mano, Lorena vivió en la Argentina, con sonrisas y también con lágrimas rememora que “John era muy ‘maldadoso’ (travieso), le gustaba traer caramelos con picantes o color, que le dejaba a sus compañeritos de la escuela la boca picosa y negra. También fue muy amiguero, le gustaba ser generoso, desprendido con las cosas: tú le pedías una remera y él te la daba sin poner peros”.

John le llevaba 4 años, pero la diferencia de edad no fue impedimento para compartir: “pues como todos los hermanos pelábamos, nos agarrábamos a puños, jugábamos mucho a la lucha libre, yo hice taekwondo, llegué hasta cinturón rojo. Y luego, con él salíamos a las discotecas, siempre cuidó de mí. Siempre me esperaba para almorzar después del colegio. Yo hacía el oficio, que es tender las camas, barrer, trapear. Y él hacía el almuerzo, cocinaba bastante rico, decía que tenía una sazón de abuelita, me planchaba la falda para ir a estudiar, siempre me mandaba bien arreglada”.

Lochi
¿Y los que de mi hablaron mal dónde mierda están? / ¿Que eran mejores brothers no lo creo, ajá?/ Yo sigo en Argentina haciendo mi rap…”, entona a todo ritmo “Lochi, the insane” (el demente) desde los videos de You Tube. Lochi canta y baila en un tono desafiante. Sobre el tema, Lorena afirma que en Colombia fueron muchos quienes no creyeron en John y sus posibilidades como cantante rapero. Ni en las empresas discográficas ni en los ámbitos oficiales. Entonces , tras sus primeras grabaciones en la Argentina, elabora esta letra para que los incrédulos acusen recibo de lo bien que le estaba yendo en su travesía.

En otro de sus temas, Chilo se interroga: “¿De qué sirve que te olvidé si a olvidar no me enseñaste?”. Y Lorena sostiene que “su música iba por el lado del rap urbano romántico, y casi todos sus temas fueron para una novia que tuvo acá, en Pergamino. Esos temas de amor siempre fueron para ella. Estaban continuamente ahí, terminando y volviendo”.

A la vez, la hermana de Chilo remarca que invariablemente se acompañaron, como hermanos muy unidos aún con ella viviendo en Buenos Aires: “siempre estuvimos muy pendientes uno del otro. Yo venía cada ocho o quince días a verlo Pergamino y él me esperaba cada vez con una comida colombiana”.

John vivió con intensidad los seis años que residió en la Argentina: el trabajo en una fábrica de muebles, las grabaciones de sus temas, el amor y el desamor en ida y vuelta; y la paternidad de un hijo que acaba de cumplir tres años: Teo. Su otro hijo, nacido en Colombia, Jhon Bairon, ya tiene seis. “Cuando Chilo se viene para Pergamino, recién a los meses nos damos cuenta de que la chica estaba de embarazo y mi hermano lo conoció cuando ya tenía tres años”, relata Lorena.

Por su parte, Carmenza subraya que, en Yumbo, “he ayudado a su madre a criar a John Barion. A la vez, a su llegada a Pergamino, ella pudo conocer a Teo: “Me dio mucha emoción. Ya mi hija me había contado y yo le decía que tenía que esperar a ver al niño a ver qué sentía y, la verdad, el día en que lo vi sentí que el corazón se me iba a salir. Estoy segura que él vivió lo mismo “.

Conmociones
“¡John Claros!”, gritó alguien, por el megáfono, durante la marcha al cumplirse un año de la Masacre. Y, esta vez – in situ- Carmenza y Lorena respondieron con un alarido: ¡Justicia!, junto a la muchedumbre. “Fue conmovedor ver a muchas personas que tenían camisetas con sus chicos que han matado. Para mí fue una sorpresa ver a tanta gente con la camiseta de “Chilito”; y se me arrimaron, me decían que habían conocido a mi hijo, me contaban que era muy humilde y respetuoso con las personas adultas, era muy querido. Otros se han acercado a recordar sus canciones y decirme que era un buen amigo… Siente una un orgullo de su hijo. Se siente tanto en medio de todo ese dolor y de ese cariño. Y si mi hijo estuvo por acá no fue en vano porque dejó huellas en todas esas personas. Yo respiré el mismo aire que respiró él y caminé en las mismas calles”, describe Carmenza.

Otra conmoción para ella fue recorrer la ex comisaría 1°, ex centro clandestino de detención durante la tiranía cívico-militar y ex campo de concentración Siglo XXI, en la etapa dizque constitucional.“Fue durísimo estar en ese sitio donde mataron a mi hijo y a los demás chicos, durísimo ver donde transcurrieron sus últimos momentos. Yo no pensé que este país fuera así, tan violento como otros países. Tenía otra mentalidad: que mi hijo iba a salir adelante con su música, que iba a encontrar el apoyo que no tenía en Colombia. Pensé que en Argentina mi hijo iba a tener un gran futuro como persona y como cantante, que iba a poder concretar sus aspiraciones. Pero estaba muy lejos de la realidad que me dice que mi hijo estuvo viviendo aquí y que ya no está más”, solloza Carmenza.

El grito de las madres berracas y el silencio del presidente
Sobre las otras seis madres que conoció personalmente, la mamá de Chilo afirma: Nunca me cansaré de darles las gracias por todo lo que me brindaron, ellas, mujeres muy berracas que hicieron esta lucha por justicia. Todavía siento cada abrazo , cada grito y cada llanto con ellas. También estoy profundamente agradecida a Nora Cortiñas, madre de Plaza de Mayo, a la Comisión Provincial por la Memoria que nos brindó tanto y a muchos que no conocí pero sé están de nuestro lado, por todos nuestros hijos y apoyándonos desde el primer momento”.

Asimismo,la madre del joven artista, refirió a los contrastes de su estado de ánimo: “Antes era una mamá contenta de ver a su hijo, que tenía muchas expectativas sobre futuro y su música. Siempre me decía: “mamita, voy a ser el mejor cantante y te vas a sentir muy orgullosa de mí” Yo le decía que ya estaba orgullosa de él, que lo amaba. Y ahora me siento una mujer vacía, con ganas de nada, voy a trabajar porque sé que me toca (estoy obligada) trabajar, pero hay días que no me provoca (no tengo voluntad) levantarme de la cama pero debo hacerlo porque tengo dos hijas más. Y entonces me digo que tengo que ser una madre berraca como mis hermanas de lucha y salgo a la vida”.

Durante este año de desesperación Carmenza acudió, mediante una carta, al mandatario argentino Mauricio Macri: “Pensé que él, como presidente, como persona y ser humano que tiene sus hijos, podía ayudarnos con nuestros hijos a que realmente se haga justicia, para que paguen todos los que tuvieron que ver con sus muertes. Pensé que él podía hacer algo para que se esclarezca por qué los policías que están de turno en el instante en que pasó el incendio no ayudaron a salvarlos. ¿Por qué? ¿Por qué él no se puso la mano en el corazón como padre?, ¿Por qué no siente el dolor de nosotras? Sí, yo le escribí al presidente Macri por Justicia para nuestros hijos, pero no tuve ninguna respuesta.
Hace apenas unas horas, Carmenza volvió a su empleo en el área Sonido del municipio de Yumbo, donde graba y edita los debates de los concejales, para ganarse el pan. El zarpazo brutal, la ausencia y su paso por la Argentina la transformaron. Hoy, el dolor y la rebelión que porfían en su alma, le estamparon a fuego qué cosa se está nombrando cuando se habla de las venas abiertas de América Latina.