La situación actual que condena a las personas privadas de su libertad en el penal de Cruz del Eje es cruel, inhumana y degradante. El abandono que ejerce el Estado y sus aparatos judicial y penitenciario nos muestra una vez más el destino que les depara a las personas que habitan tras sus muros. Hace dos semanas Rubén Aguirre se encontraba en el patio jugando a la pelota cuando sufrió un ataque al corazón. Ante este hecho, el servicio penitenciario lo llevó hasta enfermería abandonándolo a su suerte, sin ser traslado a un hospital donde recibir las atenciones necesarias. Aguirre murió en la sala de enfermería del penal de Cruz del Eje esperando la atención necesaria.
En el pabellón E2 (calabozos) hay personas que se encuentran allí desde hace varios meses y el 27 de octubre, dos personas encerradas en estos buzones decidieron ponerle fin a las torturas diarias propinadas por el el Estado, quitándose la vida. Uno de ellos sobrevivió y el otro pibe, Diego Altamirano, murió.
Es evidente que ante las condiciones de tortura, imposibilidad de reclamo alguno por sus derechos, por ejemplo, se les rompan los escritos que hacen dirigidos al juzgado de ejecución, en su cara, los teléfonos del juzgado de ejecución y asesoría letrada nunca atienden, el único asesor letrado, no los visita, etc. En cada una de estas acciones su vida es aniquilada conduciendo a algunos a elegir la muerte para terminar con este infierno.
Al mismo tiempo, podemos hablar de personas que desde hace más de siete años que se encuentran en el pabellón de máxima seguridad sin poder salir de su celda, donde están completamente solos. Es peor que la condena a muerte, es la muerte por goteo, un poco todos los días. Este pabellón es el aislamiento dentro del aislamiento.
Repetimos, muertes digitadas por el Estado.