La oveja negra
El Hospital Garrahan es un monstruo de cuatro manzanas. Hay 510 camas, 12 quirófanos, casi 500 mé dicos, 1.400 enfermeros y técnicos, que deambulan por los pasillos junto a imágenes impactantes de chicos rapados, con pañuelos en las cabezas o en silla de ruedas. Por año, se realizan allí 300.000 atenciones en consultorios externos, 55.000 en guardia, 9.577 cirugías y 146 trasplantes.
Allí está Mechi Méndez, protagonista de este paisaje desde hace más de 20 años.
Comenzó en terapia intensiva neonatal, donde trabajó 11 años, y luego en el hospital de día del servicio de oncología, 4 años más. Hace 6 años trabaja en el área de Cuidados Paliativos, donde ayuda a los chicos internados a calmar los dolores producto de sus enfermedades – cáncer, mayoritariamente- y de los efectos que provocan los fármacos.
Mechi trabaja con terapias (e ideas) no convenciónales: reiki, cuencos tibetanos, masajes, reflexología, música y charla con los pacientes, apoyada en una idea hospitalaria extraña: no usar sólo terapias farmacológicas.
Mechi está afiliada a ATE y como delega da fue parte de la histórica lucha que llevaron los médicos en 2005 cuando, tras catorce años sin recibir aumento en sus haberes, lograron una suba del 50% sobre lo que venían cobrando desde principios de los 90. En el marco de los paros con uardias mínimas que hicieron por ese reclamo, fueron criminalizados por la entonces viceministra del Ministerio de Trabajo, Noemí Rial, quien llevó a juicio a 5 trabajadores por supuestas amenazas que luego se desestimaron.
En estos años de cuidar chicos con enfermedades terminales y de militar contra panoramas también terminales, Mechi tuvo contacto con todo, menos con médicos que se cuestionaran de dónde provenían y por qué se enfermaban los niños de cáncer.
“Acá los pacientes vienen enfermos. El tema es poder relacionar o asociar”, plantea. ¿Asociar con qué? “Me imaginaba que algo relacionado a los agrotóxicos tenía que estar pasando. Y me lo imaginaba porque sabía lo que estaban haciendo las Madres de Ituzaingo, en Córdoba, y leía las publicaciones del Grupo de Reflexión Rural”.
El “click” fue una nota periodística de Darío Aranda en la que se narraba el caso
de Iván, un niño del Chaco que con 2 años sufrió ocho meses de quimioterapia y dos
años de tratamiento en el Hospital Garrahan. Su madre, Laura Mazzitelli, contaba
Especialista en cuidados paliativos, trabaja desde hace 20 años en el Hospital
Garrahan. Sus pacientes son niñas y niños con cáncer. Ellos le enseñaron a relacionar la enfermedad con los agroquímicos. Y la convirtieron en un medio de comunicación que en el Hospital un médico le había preguntado si vivía cerca de campos fumigados. “Entonces llamé a Darío y después a la chica para ver quién era ese médico que había preguntado”, cuenta Mechi.
Al parecer, no estaba sola. Nunca encontró a ese médico. Pero esa búsqueda le sirvió para empezar a plantear y a contestarse las dudas. Luego de percibir la realidad hospitalaria, lo primero que hizo fue leer las noticias, los informes y las pocas investigaciones referidas al tema. Después comenzó a viajar a los lugares afectados: Lavalle (Corrientes), San Salvador (Entre Ríos), Ituzaingo Anexo (Córdoba). La gente me decía: “ ́Qué bueno, vino el Garrahan ́, pero yo me pagaba el pasaje sola. Ahí me comprometía a traer el tema al hospital, difundirlo e intentar armar una movida”.
En el medio
Mechi empezó a funcionar como un verdadero medio de comunicación.
Comparte notas e investigaciones con colegas, armó una especie de cartelera con novedades en su oficina en el Garrahan, creó una cadena de mails para transmitir información a cientos de profesionales de la salud, vecinos, periodistas, y tiene una cuenta en YouTube con más de 140 videos referidos al tema.
Desde 2011 organiza jornadas en las que invita a médicos e investigadores de distintos lugares del país para que cuenten en el Garrahan lo que ocurre en sus lugares.
En ellas participaron investigadores como Delia Iassa, de la Facultad de Ciencias Naturales de Rosario; el doctor Damián Verzeñassi, de la Facultad de Ciencias Médicas también de Rosario; el médico rural Darío Gianfelici y el científico Andrés Carrasco, entre tantos.
Este 2015 los invitados han sido otros dos pioneros: el bioquímico Raúl Lucero – investigador del área de Biología Molecular de la Universidad Nacional del Noreste, con sede en Corrientes- y la doctora María del Carmen Seveso, especialista en Terapia Intensiva, médica Legista y miembro del Comité de Ética e Investigación del Hospital Ramón Carrillo, de Presidente Sáenz Peña, Chaco.
Ambos llegaron con diapositivas, fotos y alto vuelo científico para mostrar ante unas 70 personas y en un aula del Hospital Garrahan lo que ocurre en los hospitales provinciales. Hubo médicos del propio hospital, enfermeras y gente interesada que se acercó gracias al medio de comunicación que es Mechi, que grabó, filmó y fotografió todo para luego difundirlo.
¿Qué actitud tiene la dirección del hospital frente a este tipo de actividades? “Al principio no nos daban las aulas para las ornadas, pero cuando dijimos que las haríamos igual en la puerta del hospital, aceptaron.
El hospital se ocupa de enfermedades, pero es crucial entender cuál es el origen posible de esas enfermedades, como en estos casos, para poder evitar o prevenir esas causas.