—El Diario del Juicio: Vos sos un testigo oculara de lo que pasó con José Díaz, el único caso que se está tratando en este primer juicio por los desaparecidos de La Tablada. La historia oficial dice que (Iván) Ruiz y Díaz se fugaron, ¿qué podés aportar desde lo que viste una vez que ambos se rindieron?
—José Almada: Debemos contextualizar que no soy el único que vio. Soy el único que se animó a decir la verdad. Todo lo que se vio es patrimonio internacional. Incluso todos los medios internacionales vieron a esas personas que estaban doblegadas y rendidas y fueron dadas por desaparecidas por el Ejército Argentino. En el caso mío, yo ese día fui con el Regimiento de Infantería 7 de La Plata a cumplir una orden impartida por el señor Presidente de la Nación, el doctor (Raúl) Ricardo Alfonsín. La orden nunca fue que tuviéramos una actitud que roce la crueldad ni nada por el estilo, la orden fue clara: teníamos que recuperar el cuartel. Estas personas que fueron detenidas se encontraban aferradas por el fuego dentro de la guardia de prevención. El despropósito de nuestros mandos militares que, según puedo entender, fueron a pasarle una factura al doctor Alfonsín, fue que en ningún momento tuvieron la administración de fuego suficiente sabiendo que dentro de la guardia de prevención nosotros tenemos cinco o seis soldados. Tuvieron un desprecio total por la vida. Cuando esa guardia fue bombardeada con un blindado que se llama Panhard, una barbaridad tirar en plena ciudad con esas armas, se comenzó a quemar. Estas personas, sofocadas adentro por el calor, intentaron respirar y salir al aire para no morir incinerados. Ellos fueron los que de alguna manera alcanzaron a rescatar a los soldados que estaban en los calabozos. En 1989, todavía existía en el Ejército eso de tener soldados en los calabozos sometidos por la justicia militar. Ellos salieron y fueron separados inmediatamente porque se los identificó como personas que habían participado del intento de copamiento del regimiento. Estaban totalmente doblegados, uno de ellos herido y fueron transportados al fondo del cuartel, como declaré ante su señoría.
A la distancia, me molesta que el abogado del general Arrillaga (Hernán Silva) me haya acosado como lo hizo, preguntándome si yo estaba a diez metros, a veinte o a quince, cuando en realidad en aquel momento desde España estaban viendo lo que pasaba. Todos vieron cómo esas personas estaban caminando, todo el pueblo de La Tablada pedía que los maten a esos chicos. Cuando estas personas fueron trasladadas al fondo del cuartel, yo le dije a su señoría que ingresé al cuartel por una orden del comandante, el Coronel (Jorge) Halperín, para instalar el puesto de comando.
Cuando entré por el fondo del cuartel, a esas personas las estaban torturando. Concretamente, las tenían boca arriba debajo de una arboleda y las estaban torturando con dos oficiales. Uno hacía como que era el bueno y el otro, el malo. Uno de los chicos, eso quedó en mi consciencia muy lastimada, pedía: “Señor, regáleme la vida”. Nunca me voy a olvidar de eso.
Lastimó profundamente mi consciencia que una persona tenga que pedirle eso a otro ser humano, como si fuera un ser superior. Me cuesta como soldado, que yo había jurado fidelidad a la Constitución Nacional, tener que escuchar esa aberración. Eso, en términos generales. Con esas personas, después, perdí contacto. Me fui a instalar al puesto de mando en las inmediaciones del tanque de agua.
A esas personas las tuvieron ahí adentro durante toda la tarde, interrogándolas supongo. Se escuchaba que había movimiento y personas que gritaban. Después, las sacaron en un Ford Falcon de color blanco con rumbo desconocido. En ese momento, podía interpretar que las llevaban para presentarlas al juez, para ir a un hospital, lo que sea. Eso fue lo que vi en ese momento.
—EDJ: ¿Y qué comenzó a suceder con vos cuando tomaste conocimiento de que ellos no figuraban en la lista de muertos y que figuraban como si se hubieran escapado después de matar a un oficial de apellido Esquivel?
—JA: El sargento ayudante Esquivel no era orgánico de nuestra brigada y a ninguna de las unidades que estaban empeñadas en la recuperación. Estaba destinado en el Colegio Militar de la Nación y ese día estaba en descanso de guardia. Me lo comentó la hija hace poco, que también quiere saber cómo murió su padre. Cuando él vio que había un problema de esta naturaleza dentro del Regimiento, vino para colaborar con sus camaradas en el combate. Llegó aproximadamente a las cinco de la tarde. Era un hombre petisito, de bigotes, lo recuerdo perfectamente, y no traía casco, traía casquete y venía sólo con la pistola. Vino adonde yo estaba y pidió la lista de heridos para ver si tenía algún conocido herido o muerto. En ese momento, en una de las compañías que empezó a incendiarse, salieron cuatro o cinco soldados vestidos de gimnasia y hacían señas desde un balcón. Cuando los distinguió, eran sus hermanos…, entonces tomó un fusil y salió corriendo para ir a rescatar a esos chicos.
En ese momento lo impactaron, pero no en el pecho sino en el estómago. Se cayó a quince o veinte metros de donde estábamos nosotros. Esquivel cayó delante del general Arrillaga (el único acusado en esta causa), cayó adelante del Estado Mayor de las fuerzas de recuperación. Lo rescataron en un vehículo blindado, y con el mismo vehículo cubrieron a los soldados que estaban en el edificio para que se tiren. Así fue que se tiraron del primer piso, entraron al blindado y vinieron al puesto de mando.
Ahí bajaron a Esquivel y cuando lo empezaron a arrastrar en la camilla, murió. Quiero que se entienda lo siguiente: el honor de ese hombre. Murió combatiendo. Nunca tuvo contacto con los desaparecidos Esquivel, eso es un escenario armado.
Por otro lado, yo estuve lastimado en La Tablada y estuve una semana más adentro. Cuando salí, fui al Hospital Naval de La Plata. Me recompuse, todo este gran problema le costó el gobierno al doctor Alfonsín. Nosotros vinimos desde La Plata para el primer desfile del presidente Menem que fue el 9 de julio de 1989, tres o cuatro meses después de La Tablada. Yo vine y mi jefe me ordenó que sea el operador de radio del puesto de comando del General Balza, que ese día era el jefe de tropas. En ese momento, era la segunda máxima autoridad del Ejército. Podía ser el jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas o bien era en ese momento el subjefe del Estado Mayor del Ejército. Yo fui el operador de él. La función era que en cada agrupación del Ejército que había a lo largo de Avenida de Mayo había un operador de radio y las órdenes de mando del general Balza se impartían por medio de mi radio. Cuando llegamos cerca del Congreso de la Nación y esperamos al señor Presidente, estaban las organizaciones de derechos humanos y ahí apareció la foto de Iván Díaz y José Ruiz. A estos muchachos yo los había visto detenidos en La Tablada. Los carteles decían “Aparición con Vida de los desaparecidos de La Tablada”; entonces le digo: “Mi general, esto es falso, porque estas personas fueron capturadas con vida. Estaban conscientes, heridos, pero fueron sacados con un Ford Falcon blanco”. Entonces, Balza en ese momento me dijo: “Almada, usted tiene el pelo largo”. Y ahí empecé a sufrir una verdadera procesión dentro del Ejército y tengo la certeza de que el ideólogo del encubrimiento es el general Balza. Porque yo le di la novedad. Se hizo el desfile, vino el presidente Menem y luego volví a mi regimiento. Cuando volví, me esperó ese viejito buenito que el otro día me hizo amenazar con las hijas, Halperín, y me hicieron pedazos como subalterno: me dijeron que de esto no se habla, que yo no acompaño el criterio político del Ejército. Yo siempre seguí muy preocupado por el tema.
Pasó el tiempo y una mañana, muy temprano, yo vivía en Hudson, cerca de Berazategui y vinieron unos chicos, creo que trabajaban con el Fray Puigjané (uno de los presos de La Tablada) y me dijeron: “Che, decile a los jefes que dejen libres a los desaparecidos de La Tablada”. Entonces digo, la puta madre, dónde estoy metido, qué es esto. Fui a informar la novedad a mi jefe que era el mayor Ángel Francisco Fleba. A él le di la novedad de que decían que nosotros hacíamos desaparecer personas y él me dijo: “¡Pero dejeló, Almada!”. Ese año se hicieron los ejercicios finales en la Base Aeronaval de Punta Indio. En esa nueva oportunidad, le doy la novedad al Jefe del Estado Mayor General del Ejército, que era el General Isidro Bonifacio Cáceres, un correntino, un caballero. Le dije: “General, como suboficial superior del Ejército y porque yo juré fidelidad ordenado por el presidente Raúl Alfonsín de defender la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y la Constitución Nacional, me encuentro totalmente preocupado porque los medios de comunicación a los jóvenes del Ejército nos endilgan que somos asesinos. Tengo una familia, respeto a la sociedad civil”. Él me dijo “no te hagas problema porque esto está en manos del juez, lo tiene el juez Larrambebere, quedate en el molde”. Ese día ellos se fueron a la línea de fuego que iban a tirar en la zona de Pipinas. Yo me quedé con la red de fuego. Ese ejercicio se suspendió porque ese día murió un soldado en un accidente del grupo de Artillería 101 de Ciudadela. Esa noche me llamó el segundo comandante de Brigada, era el Coronel Gasquet. Me hicieron pasar entremedio de todos los dinosaurios, todos los jefes de unidades de la Décima Brigada. Me hicieron pedazos, me dijeron que me iban a poner 45 días de arresto, que me iban a hacer comer un tribunal de guerra, me desarmaron. Me hicieron pedazos, yo estaba totalmente solo con ese capitán que ahora está mintiendo en el juicio. Me incomunicaron y me trajeron a la unidad, de la unidad me llevaron a mi casa, me tuvieron escrachado en mi casa y controlado por la inteligencia militar. Un día vinieron y me dijeron que me iría de pase a una guarnición acá en Paraná, que fue en su momento un centro clandestino de detención. Acá me trajeron para eliminarme. La pasé muy mal. Esa es mi verdad.
—EDJ: Constaste que mientras esperabas para dar testimonio recibiste amenazas por parte de dos mujeres que, entendemos, son familiares de Jorge Halperín, el segundo de Arrillaga en aquella jornada (La querella no le hizo preguntas porque considera que debería estar imputado en la causa) ¿Qué fue lo que sucedió?
—JA: Fue cuando estaba esperando que me llame su señoría para dar testimonio. Estaba sentado afuera y llegaron estas dos personas, había otro señor medio rengo de anteojos que tenía un libro en la mano. Se acercaron adonde yo estaba sentado y me dijeron (reproduce el diálogo):
—¿Usted es testigo?
—Sí. Me llamó su señoría y tengo que declarar
—¿Usted es zurdo o está con nosotros, de derecha?
—No entiendo el concepto, señora.
—A ustedes, los hijos de puta, que ahora son los militares arrepentidos, hay que cagarlos a tiros. Nosotros vamos a hacer mierda este tribunal, y a ustedes los vamos a cagar a tiros porque a ustedes les pagan para que hablen.
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—Señora, yo respetuosamente le pido que todo lo que quiera decir se lo diga a su señoría. A mí no me dirija más la palabra.
Ellos siguieron insultándome hasta que se cansaron. Me decían que iban a destruir los tribunales porque todos los jueces son zurdos y todos los jueces son unos hijos de puta. No sabía quiénes eran estas personas, pero después me di cuenta de que se acercaron y son los familiares del general Halperín.
Inmediatamente me di cuenta de que era peligroso. Entonces, le avisé a la Policía Federal que se encontraba en ese momento a cargo de un joven oficial. Me dijo que ellos tenían orden de protegerme y que fuera con ellos. Ellos me protegieron y me contuvieron un montón junto con los muchachos que son de la Prefectura Naval Argentina. Yo vengo perseguido desde el primer momento. Llamativamente, acá en Paraná, cuando mi hijo Ulises tenía cuatro años, me amenazaron de muerte. Estuve dos años con custodia que me puso el gobernador de la provincia.
—EDJ: Todos los testimonios de los militares en este juicio se preocupan por señalar que las comunicaciones no funcionaban ese día y uno intuye que la idea de ese testimonio único de los militares es también desbaratar lo que vos decís cuando contás que escuchaste una comunicación con respecto a qué hacer con Ruiz y con Díaz, ¿es así?
—JA: Es una definición demasiado pueril lo que dice un General (por Halperín, que declaró justo antes que Almada) con respecto a las comunicaciones. Yo le diría al General, ¿por qué carajo nos tuvo 46 horas adentro combatiendo si no le servíamos? Nos pegaba una patada y nos mandaba al cuartel por inútiles. Si es así, quisiera saber dónde está la información militar que le debería hacer al oficial de comunicaciones de la Brigada que era el jefe de la unidad, el Mayor Francisco Fleba, como decir: ‘Usted me trajo una unidad que no funcionaba, una manga de inútiles’. Por otra parte, Arrillaga no tenía nada que ver con nuestra brigada. Era inspector general del Ejército, ¿qué carajo inspeccionaba el General si llevó equipos de comunicaciones de mierda a La Tablada? Se les cae a pedazos. No tienen argumentos. Ellos tratan de posicionarse y tumbar lo que estoy diciendo. Esa unidad militar, compañía de comunicaciones mecanizadas, es una prestigiosa unidad veterana de Malvinas ¿Cómo van a decir que una unidad que combatió en Monte London y en Puerto Argentino no funcionaba adentro de La Tablada?
—EDJ: ¿Vos escuchaste que se referían a poner fuera de combate a Ruiz y a Díaz?
—JA: Tendría que precisarlo con exactitud. Es difícil que se entienda cómo son las redes de comunicaciones. No puedo precisar si era en el caso específico de estas dos personas o cualquier otras dos personas que fueron capturadas. Ponerlos fuero de combate no significa que me estaban ordenando “mátenlos”. Puede ser que signifique atarlos y ponerlos fuera de combate.
—EDJ: ¿Pudiste reconocer a alguno de los que hizo la maniobra llevándoselos en el Falcon?
—JA: No, imposible, porque había personas de civil. Entiendo que eran de la sección de Inteligencia de La Plata.
—EDJ: ¿Quiénes se los llevaron no eran militares?
—JA: Militares vestidos de civil, diríamos.
Por último, Almada hizo una aclaración por uno de los tantos hechos de encubrimiento de los que tiene registro: “Te quiero pedir algo. El 9 de Julio de 1989, cuando asume el presidente Menem, ese video donde me pueden ver sentado al lado del General Balza y del presidente Menem, está desaparecido. No lo puedo encontrar. Al hacer desaparecer el video, queda como que yo no le dije nada al General Balza ese día”.