(Por Oscar Castelnovo/APL) En un escenario político dominado por el oportunismo, la derecha desbocada y los falsos progresismos, votar al Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad no es un simple acto electoral. Es un pronunciamiento moral y político. Es decir: no todo vale. Que la dignidad no se negocia, y que hay una manera distinta de hacer política, con los pies en la calle y la cabeza en alto.
Myriam Bregman encarna esa idea con una resistecia poco frecuente. No viene del marketing ni de los focus group: viene de las luchas. Fue abogada de víctimas del terrorismo de Estado, impulsó juicios contra los genocidas y defendió causas obreras, feministas y ambientales cuando no daban votos, pero sí sentido. En el Congreso, su voz se volvió un faro frente a la hipocresía de los poderosos y la cobardía de los tibios. Aún se recuerda su valentía, cuando Jorge Julio López fue desaparecido por segunda vez, ella se presentaba a todo el mundo : “Soy Myriam Bregman, abogada de Jorge Julio López”, desafiando al genocida Etchecolatz y al poder.
Mientras los grandes bloques se disputan quién administra mejor el ajuste dictado por el FMI, el FIT sostiene una verdad incómoda: ningún país será libre si su economía depende de los acreedores. Hablar de soberanía, de salario digno, de nacionalización de los recursos, de igualdad real para las mujeres y disidencias, no es utopía: es supervivencia. Bregman lo dice sin rodeos, sin miedo a quedar sola, porque sabe que el poder real nunca aplaude a quienes lo enfrentan. Como se sabe los diputados el FIT son los únicos que cobra el salario de un docente y el resto lo donan a las luchas. Todo está registrado en planillas.
En tiempos donde se impone la crueldad y la desmemoria, ella recuerda que la política también puede ser ternura y compromiso. Que cada derecho conquistado fue fruto de una lucha colectiva. Que la rebeldía no se archiva, se transmite. Y que frente a los que levantan muros y siembran odio, la izquierda levanta conciencia y siembra futuro.
Por eso, votar al FIT y a Myriam Bregman este 26 de octubre es mucho más que una expresión de disidencia: es una afirmación de principios. Es creer que la ética no se jubila, que hay causas que no se abandonan, y que todavía hay mujeres y hombres capaces de representar la esperanza sin venderla.
Porque cuando todo parece reducirse a la supervivencia, el voto a la izquierda es un acto de amor político.
Y como dijo Myriam, “si luchar por un país justo es un delito, entonces sigamos cometiéndolo juntos”. Que así sea.