(Por María Laura Riba/ momarandu.com) Lautaro Rosé tenía 18 años, una linda sonrisa y un tatuaje del Gauchito Gil en uno de los hombros. Desde el domingo por la madrugada que no se sabía nada de él.
“Qué raro que Lautaro todavía no llegó”, habrá pensado la madre. A ella, seguro, se le oprimió el pecho y tuvo esas sensaciones de tibio cordón umbilical, que anuncian que algo no está bien. La madre tragó saliva y empezó el peregrinar. Fue a la Policía y la Policía no sabía nada, dijeron que había que esperar más horas para la denuncia, que esto y lo otro. Finalmente, algún oficial escribió que tras un operativo policial en las inmediaciones del puente Gral. Belgrano, por la Costanera Sur de la capital correntina, Lautaro Rosé se habría arrojado al río.
Con dieciocho años quedó entre un uniforme y la boca inmensa del agua marrón.
Otra vez, un operativo policial en Corrientes no queda claro, es irregular. Se sabe poco o nada: los efectivos policiales afectados a ese operativo fueron separados de sus cargos, sumariados, y puestos a disposición de la Justicia. En tanto, la fiscalía número 6, a cargo del caso, constató que no había actas policiales que dieran cuenta delo sucedido.
La familia de Lautaro esperó en la playa, como quien espera que una sirena arrime un canto que aleje la realidad funesta. Esperó. Horas oyendo el agua lamer la arena y nunca la herida.
No fueron los buzos expertos quienes encontraron el cadáver de Lautaro, fueron unos mallonerosquienes lo vieron y dieron aviso. La familia lo reconoció en la ribera del barrio Virgen de los Dolores.
Dicen que esa madrugada feroz, alguien llamó al 911 por una gresca grande en inmediaciones de Costanera Sur, que la Policía se presentó con un despliegue de espectáculo. Todos se desbandaron, hubo disparos de balas de goma, hubo corridas, dicen y dicen que lo último que se escuchó decir a Lautaro es que no sabía nadar. “¡No sé nadar! ¡No sé nadar!”, era verdad y nadie lo ayudó. Y eso que, también dicen, Lautaro suplicó, porque cuando te ves ante la muerte y sentís que no es tu hora, sólo te sale suplicar. Los policías no ayudaron, no. Alguno de ellos debe haberlo visto arrojarse al río porque estaban detrás de él, ¿no…? Previo al operativo, ¿midieron consecuencias de su actuar en cuanto si había o no peligro para las vidas que estaban allí? Preguntas que me hago, de puro preguntona que me estoy volviendo.
Hace años que en la Policía de Corrientes hay efectivos que no deben estar allí, ya sea por falta de capacitación, por naturaleza violenta, por no entender cuáles son los derechos y deberes de la ciudadanía, por alguna secuela psicológica que le hace descargar el rencor en los demás…no deberían estar. Solo citaré tres casos como ejemplo, hechos aberrantes que se han producido en los últimos años y que tienen a la Policía como protagonista:
1 –Caso Nino Largueri: oriundo de Monte Caseros, muy joven, apareció muerto en 2015 en otro río, en el Miriñay. Según se estableció en la causa, el 14 de agosto de 2015 a las 23y30, aproximadamente, fue llevado por la policía de la comisaría de Monte Caseros, desde una casa donde se encontraba, Nadie supo más de él. Por la madrugada, «Nino» -quien padecía trastornos psiquiátricos- logró escapar de los policías que lo habían capturado y vecinos pudieron verlo en un descampado, muy ensangrentado y golpeado. Pero antes de que hubiera tiempo para algo, fue nuevamente capturado por la policía.Y allí, otra vez, se perdió su rastro hasta el 31 de agosto, cuando apareció muerto en el río Miriñay.
2 –En 2016, un joven que se encontraba demoradoen una comisaría. denunció que el 7 de agosto de ese año había sido abusado por tres policías que lo vigilaban.Y así fue. En 2019 la Corte Provincial rechazó el recurso de casación presentado por la defensa de los tres policías condenados por el TOP N° 2 de Corrientes Capital. Ratificó la condena a 17 años de prisión por el abuso sexual con acceso carnal y vejaciones contra el joven.
3 – Caso Martín Daniel Gómez: tenía 20 años y por su asesinato, un disparo en la cabeza, están detenidos dospolicías, uno sería el autor del disparo y el otro, partícipe. Su homicidio fue el 17 de febrero de este año. A la comisaría le llegó un aviso: en inmediaciones de las calles Diego Ferreyra y Secundino Riquelme, en cercanías del Caps N° 15 del barrio Pirayuí Nuevo, había un cuerpo: era el de Martín. Martín estaba acompañado de un chico de 16 años. En un comienzo dijeron que los dos habían querido robar algo, que andaban en “eso”, después se supo que Martín se había encontrado por el camino con el otro chico de 16 años, que no estaban juntos, y que ese día, él, se iba a encontrar con una chica.
Hay más casos, lamentablemente, y se repiten en casi todo el país.
Lo cierto es que Lautaro estaba en el río por susto, por desesperación. Que gritó que no sabía nadar. Que suplicó ayuda. Y allí lo dejaron, para que unos malloneros divisaran su cuerpo sin vida, varias horas después, en el momento en que el río regresa a la playa lo que no es de sus aguas, lo que se ha arrojado, lo que se ha caído, lo que no se espera.