«¿Por qué? ¿Por qué?»

(Por Oscar Castelnovo/APL) «¿Por qué? ¿Por qué?» Me preguntó anoche, con voz desgarrada, Silvia Rosito -mamá de Fernando Latorre- desde Pergamino. Se cumplían 3 años y medio de la Masacre en la comisaría 1° de esa ciudad, donde mataron a su hijo junto con otros seis jóvenes. El mismo día una jueza confirmó lo que todos intuíamos y el Poder encubrió hasta donde dieron las circunstancias: el cuerpo hallado en Villarino Viejo era de Facundo Castro, asesinado por La Bonaerense. El hondo interrogante de Silvia, lo escucho desde hace más de tres décadas, cuando comencé a ejercer el periodismo. El genocidio de los 30 mil había concluido, pero comenzaba uno nuevo hacia los sectores más vulnerados. Aquéllos millones de seres humanos a los que el capitalismo lanzó al desamparo para acrecentar su tasa de ganancia.

Una de las primeras veces que me preguntaron «¿Por qué? ¿Por qué?», fue en mayo de 1987 cuando sucumbieron bajo las balas bonaerenses, los pibes de la Masacre de Budge, Negro, Willy y Oscar. La madre que me interrogó, estaba devastada y yo no tuve más respuesta que abrazarla.

En toda la etapa que llaman «democrática», cubrí notas que clamaron «Justicia», «Justicia», por las calles de la Argentina ensangrentada. Una y otra vez. Y otra. Y otra. Y otra. Porque hay que decirlo, cada Gobierno superó al anterior en la matanza, el consenso y disciplinamiento social que lleve a aceptar los nuevos valores, surgidos de una profunda derrota axiológica en vastos sectores del pueblo.

Algunos de ellos aplauden cuando un preso es asesinado, y escriben en las redes «una lacra menos». Otros premian al matador de un pibe pobre, y lo llevan en las listas electorales. Y otros dirán de la chica que ahora está en uno de los 30 mil prostíbulos estatales de este país, «ella se lo buscó». Otros sostendrán que «este indio jodía mucho», cuando, por caso, matan a un mapuche, en una mezcla de racismo e ignorancia. Los indios nacen en la India y no en la Argentina, que con otro genocidio pretendió borrar para siempre a los pueblos originarios, adueñándose de muchas de sus vidas, de casi todas sus tierras y también de su identidad.

Los dos conceptos constitutivos de «genocidio» son la matanza de personas, y el disciplinamiento de los sobrevivientes. Entonces, no vivimos en democracia; se llama «Genocidio encubierto», bajo un velo electoralero. Así, los asesinos gozan de una impunidad que -generalmente- antecede al crimen, y luego, son ascendidos y/o jubilados con próspera tranquilidad.

La Bonaerense se destacó sobre sus camaradas de otros distritos, por el grado de letalidad en la masacre durante la cuarentena blindada, sin que ello reste méritos ni empeño a las otras fuerzas provinciales y nacionales. Tampoco quita responsabilidad a cada uno de los gobiernos que las dirigen. Sean macristas, kirchneristas, radicales o peronistas a secas. Ellos tienen a los matadores bajo su mando. Ellos deciden cuántos uniformados serán de la partida, compran las armas que empuñarán y resuelven contra qué sectores van dirigidas. En Capital, Salta, Corrientes, Chubut, Pedro Luro o Pergamino. En todo el Estado argentino y genocida. Y, se sabe, a los genocidios se los enfrenta o se sucumbe. Así de clara es la Historia.

 «¿Por qué? ¿Por qué?, pobre Cristina Castro», me inquirió Silvia Rosito, justo en la noche en que se conmemoraba el crimen de los siete pibes, y otra mujer confirmaba que el cadáver hallado era de quien antes, vivo, abrazaba a su madre sin esfuerzos.

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