Al momento de la charla, los tres estaban en el mismo lugar de detención, la Alcaidía de Las Lomitas, aunque Santillán permanecía solo en una celda. Ahora que el referente fue trasladado a la Alcaidía de Formosa, seguramente castigado por haber denunciado amenazas, Delgado y Frías permanecen en Las Lomitas.
Víctor Hugo Delgado fue detenido el 1 de abril, quince días antes que Santillán. “lo detuvieron por intermedio de un empleado municipal que tiene como nombre Bienvenido Helguera –comenzó relatando su padre-. Lleva como alias Pirulo. Lo buscó de tantas maneras para sacarlo de la casa, mintiéndole de llevarlo a trabajar. Lo llevó a la avenida en el centro y llamó a unos policías que estaban de civil, con pantalón corto, remera y las esposas en los bolsillos. Ahí fueron y agarraron a mi hijo, directamente. De ahí, dice mi hijo, que lo han volteado, le han puesto las rodillas en la espalda y lo han tenido boca abajo hasta que vino el patrullero y lo alzó. Lo trajeron a la comisaría. Después, nos hemos enterado nosotros y hemos ido a la comisaría”, contó Felipe pausadamente. Delgado es criollo, “pero tengo los papeles, ya me hicieron la adopción”, dijo con humor mientras recordó que hace 21 años que vive con su esposa, Delicia Villa, una mujer wichí que asiente y sonríe vergonzosa en el fondo de la escena, apoyada contra una pared. Felipe relató que decidió acompañar a su hijo detenido a Las Lomitas porque temía por su seguridad, pero que no pudo evitar que le pegaran: “sin embargo, después le han pegado a él, más tarde, allá en Lomitas. Igual le han pegado. Él nos avisó a nosotros cuando hemos ido a visitarlo. Le han pegado. Lo han garroteado. La madre fue primero que yo. Tenía todavía lastimado aquí detrás de las orejas, se le hinchaban los dedos, tenía moretones en la espalda… Ahora estamos esperando a ver qué es lo que pasa. Tenemos esperanza”.
Las razones de la detención de Delgado son similares a las de Santillán: “A él le adjudican tantas cosas. Por último le adjudican que él quemó esta casa, pero él no estuvo. Justo ese día estaba trabajando para un gendarme, aquí a dos cuadras. No hay forma de que lo comprendan. Le dicen que no. Que él estaba, pero no estuvo en esto”. La casa quemada queda a pocos metros y es del policía Chamorro, a quien los hermanos identifican como quién disparó a corta distancia contra Santiago Torres y le produjo la pérdida de su ojo derecho. Al día siguiente, mientras Torres era atendido en la capital provincial, vecinos del barrio escracharon la casa, que ahora tiene una camioneta policial como consigna permanente. Le preguntamos si no llamaron a declarar al gendarme de la casa en la que estaba trabajando su hijo aquel día: “No, no le piden declarante. No le piden testigo. No le piden nada. Todos los testigos que buscan son los testigos que van en contra de mi hijo como en contra de Agustín Santillán. Testigos a favor de ellos no piden, de ningún lado”, explicó.
Durante los pocos días que estuvimos en Formosa, apenas tres, las jornadas se nos hicieron demasiado cortas. Nos levantamos bien temprano pero al final del día, lejos de correr a la cama para descansar, necesitamos quedarnos charlando aunque sea entre nosotros, repasando la tristeza, programando el día siguiente para que no se nos esfumara ni un segundo. Escuchando, aprendiendo.
-¿Ya te volviste wichí? –preguntamos para distender.
-Y sí, qué va a hacer. Tengo mi niñez que pasé en una escuela aborigen. Estoy bien. Gracias a Dios, a todos lados en donde ando veo buena mirada del aborigen y del criollo. Muchas veces me miran mejor los aborígenes que hasta mi propia familia –respondió Delgado, con simpleza.
Delgado padre trabaja como albañil, por día. “Limpio terrenos, construcciones, de todo un poco. Todos los días estoy trabajando. Hoy me estaba yendo a trabajar, pero justo me dice vamos un ratito y enseguida me vine a escucharlos y conocerlos”. La que dice desde atrás continuamente, casi en susurros, es Delicia, la mamá de Víctor Hugo. Le preguntamos si quiere hablar, pero se niega una, dos, quizá tres veces. A la cuarta dio unos pasos hacia adelante. Nosotros acortamos distancia para achicarle la vergüenza, pero en cuanto le acercamos el micrófono la que preguntó fue ella: “¿Cómo pueden hacer para ayudarlo para que salga? Porque él tiene sus dos nenas y su esposa, que está embarazada. Día a día necesitamos para comer. Son tres, y cuatro con el que tiene en su vientre, que necesitan el alimento y todas esas cosas. Si no está él…bueno, estamos nosotros, pero más bien ellos lo necesitan a su papá”, nos dijo señalando a su nuera, que sonríe acariciando su panza.
“Espero que él salga lo más pronto posible. Le mienten, le dicen ‘vamos a ver la otra semana’ y otra semana, y pasan y pasan los días y él nunca sale. Eso es lo que tengo para contar y espero sus ayudas, a ver cómo pueden ayudarnos”, cerró Delicia. No supimos qué decir. Nos fuimos yendo cómo pudimos, cuándo pudimos. El silencio se apoderó de nuestro viaje por varios minutos. La hermana y el hermano wichí que venían con nosotros respetaron ese tiempo. Nunca lo charlamos hasta aquí, pero todos allí estábamos pensando si podíamos hacer algo. Escribimos esta nota con bastante angustia; mientras, tratamos de hacer lo que podemos.