La izquierdista Catherine Connolly ganó la presidencia de Irlanda con un 63% de los votos, aunque con una baja participación, marcando un giro del país en el panorama político, en un contexto de creciente crispación política interna. En Irlanda, la izquierdista Catherine Connolly se convirtió en la nueva presidenta del país, marcando un batacazo electoral y una derrota contundente para la coalición de centroderecha que ha dominado durante décadas la política irlandesa. Connolly obtuvo un 63,36% de los votos, frente al 29,5% conseguido por la candidata centrista Heather Humphreys, apoyada por los históricos partidos —Fianna Fáil y Fine Gael— en unas elecciones que llaman la atención no sólo por el resultado, sino también por el clima social que las rodeó.
Más de 3,6 millones de votantes fueron convocados a las urnas el pasado viernes para elegir al sucesor del carismático poeta Michael D. Higgins, de 84 años, quien deja el cargo tras 14 años de mandato. Connolly, de 68 años, es una figura atípica en la política irlandesa. Crítica de larga data de la Unión Europea y la OTAN, en un país mayoritariamente proeuropeo. Para otros, en cambio, la presidenta electa representa una voz moral y coherente, una figura que defiende los principios históricos de neutralidad y pacifismo de Irlanda. Ella sostiene que el país tiene “una credibilidad única en el escenario mundial”, precisamente por mantenerse al margen de las alianzas militares. Su lema es “decir la verdad al poder”, aunque eso incomode a las grandes potencias.
Más allá de la política exterior, el resultado de la elección también refleja una profunda crisis interna. En los últimos años, Irlanda ha experimentado una de las economías de más rápido crecimiento en Europa, pero también un deterioro de las condiciones de vida para una parte importante de la población.
El país necesita más de 250 mil viviendas adicionales para cubrir la demanda actual. Los alquileres se han disparado un 60% desde 2015, mientras que en la eurozona el aumento ha sido apenas del 13%. En Dublín, por ejemplo, alquilar un departamento puede costar más de 2 mil 100 euros mensuales, el equivalente a más de 2 millones 300 mil pesos chilenos.
Miles de adultos jóvenes se han visto obligados a volver a vivir con sus padres o incluso a emigrar por la imposibilidad de pagar un arriendo. El número de personas en situación de calle o en alojamiento de emergencia ya supera las 15 mil personas, un récord histórico.
Este escenario ha generado un malestar social cada vez más visible. Y es precisamente este malestar el que los movimientos de extrema derecha han comenzado a explotar con un discurso principalmente anitiinmigrante. En los últimos meses, se han multiplicado las protestas contra centros de acogida de solicitantes de asilo, especialmente en Dublín y en otras ciudades irlandesas.
Manifestantes —en su mayoría organizados por grupos ultranacionalistas— han atacado campamentos y residencias temporales, con consignas como “Las vidas de los irlandeses importan” o “Primero los nuestros”.
Votos marcados con esvásticas y consignas nacionalistas a modo de protestas por sectores ultraderechistas. Vía X@macroschema
En algunos casos, las manifestaciones han terminado en violencia, con vehículos policiales incendiados, ataques a comercios y viviendas de inmigrantes. La policía ha abierto investigaciones por delitos de odio, mientras que el gobierno intenta contener una escalada de xenofobia sin precedentes en un país que históricamente ha sido abierto a la migración.
La líder laborista Ivana Bacik advirtió que muchas papeletas electorales contenían mensajes de protesta y amenazas, y llamó a los partidos a escuchar el descontento ciudadano.
Connolly lo resumió en su discurso de victoria con estas palabras: “A quienes no votaron por mí, y a quienes anularon su voto, déjenme decirles que seré una presidenta inclusiva, que escucha. Una voz por la paz. Una voz que defienda nuestra neutralidad”.
Así, la mandataria queda a cargo de una Irlanda que enfrenta la paradoja moderna, una economía vibrante y en expansión, pero con una brecha social creciente, donde el acceso a la vivienda y los servicios básicos se ha convertido en una fuente constante de frustración. Un terreno fértil para el resentimiento y la división, que movimientos extremistas intentan aprovechar.
Ahora, pensando hacía el resto de Europa, las problemáticas que enfrenta Irlanda y el resto del continente son bien similares con particularidades caso a caso. Sin embargo, en la mayoría del resto de países europeos, las tendencias muestran un giro más hacia las derechas que hacia la izquierda. Irlanda en general suele marcar su aguja política al contrario que el resto del bloque europeísta y esta vez tampoco ha sido la excepción.
NDR: Irlanda se dividió debido a la Guerra de Independencia y el conflicto político entre el deseo de independencia y la lealtad a la Corona británica. El Tratado Anglo-Irlandés de 1921 dividió la isla en la República de Irlanda (los 26 condados del sur) y Irlanda del Norte (los 6 condados del noreste), que optó por permanecer con el Reino Unido. La partición se basó en una mayoría de población protestante y unionista en el noreste, en contraste con la mayoría católica y nacionalista del resto de la isla.
