“Buscando la orilla”

El siguiente cuento fue producido en el marco del taller de Narrativa y fanzine desarrollado por la Cooperativa Esquina Libertad. Es un texto ficcional inspirado en la masacre de Cromañón ocurrida  la noche del 30 de diciembre de 2004 en el boliche conocido como “República Cromañón” durante un recital de la banda Callejeros. La ilustración también fue realizada en el Taller. Su autora, Pau Najmias, nació en Munro, provincia de Buenos Aires en, 1984. Es redactora, diseñadora y creativa publicitaria. Trabaja hace más de 10 años en proyectos vinculados a la creatividad, el cine publicitario y las redes sociales. Escribe por instinto y por diversión. Por la calidad y singularidad de sus textos la apodan “Barrileta cósmica”.

Sintió un mareo de golpe. El calor le quemaba el cuerpo. Era 30 de diciembre yen el pogoque recién arrancaba ya no se podía respirar. “¡Qué calor la puta madre!” Pensó Lucía. También pensó que necesitaba salir de ahí cuanto antes.

Con el mareo sus pensamientos se mezclaron con la voz que sonaba desde el micrófono: “¿Se van a poner las pilas? ¡Rescatensé!”

Se movió como pudo buscando la orilla de ese mar de gente. Cuando pensó que lo había logrado sintió que alguien le tocaba el hombro. “¿Estás bien Lu? Vamos a tomar aire.”

Matías la vio en medio del mar de gente, le agarró la mano y caminaron hacia el cartel verde que marcaba la salida. Matías como una tabla que encontrás en el medio del naufragio, Lucía el manotazo de ahogo y confusión.

La puerta no habría y Matías se puso nervioso. Lucía seguía colorada y no paraba dedecirle que se moría de calor. Él hizo fuerza y la puerta finalmente se abrió. Fue rápido y no entendió cómo logró hacerlo. A veces hay cosas no tienen explicación.

Salieron y se sentaron en el cordón de la calle. Lu respiraba bocanadas de aire inmensas y se secaba la frente.“¡Gracias Mati! Si querésandá nomás, yo me voy a quedar acá porque hace mucho calor.”

Lucía y Matías tenían la misma edad. Sus casas en el barrio de Flores (en realidad las casas de sus padres) estaban separadas por ocho cuadras. Fueron a la misma escuela primaria pero a grados diferentes. Después compartieron también el colegio secundario hasta que Matías se pasó a la nocturna cuando empezó a trabajar como cadete. Al terminar el secundario Lu empezó a cursar el CBC y él cambió el aula de noche por el delivery de pizza. Lucía había terminado de rendir finales hacía unas semanas mientras cortaba con un pibe que se había puesto pesado con los celos y al que ya no le hablada desde Navidad.

Mati siempre estuvo un poco enamorado de Lucía. Como encantado o como se dice a veces: era un “amor platónico”. Lu pensaba que Matías era lindo pero le parecía que estaba en otra.

“¿Fumás?” Lucía sacudía un porro mientras sonreía.

Matías le devolvió la sonrisa. “Che, ¿¿pero vos no te sentías mal??”

“Si, pero ya me siento mejor”, dijo ella sonriendo de nuevo.Matías le creyó. Fumaron, tosieron, se rieron de sus toces y volvieron a fumar. Se quedaron un rato largo en silencio con la mirada fija en cosas quietas.

“Mati, ¿vos pensás…?”La frase se cortó ahí.

Matías estaba colgado mirando sus pies pensando cuándohabía sido la última vez que lavó las zapatillas.

“Mati, ¿vos pensás qué esto tiene arreglo?”

“¿Qué cosa Lu? ¿El calor?”

Lucía se le cagó de risa, pero su propia pregunta la arrastró de nuevo con seriedad. “No boludo, en serio te digo. ¿No te parece que todo el tiempo se corre el límite del horror?”

Matías estaba muy fumado y la pregunta lo desconcertó, pero vio que los ojos de Lucía además de estar colorados por el faso, tenían el brillo de quien se sabe terriblemente en lo cierto pero busca con esperanza estar equivocada.

“No sé Lu, para mí también pasan cosas lindas. Venir acá con nuestros amigos a un recital, el asado de mi viejo, mi perro. Yo que sé, no es todo un horror.” Matías trató de sonar optimista pero se sintió un poco tonto. Lucía tenía razón.

Ella se quedó buceando en sus propias palabras. Veía un sistema, una red que no es invisible pero que pocos aceptan ver. Miró fijo a Matías:“Si si. Hay cosas lindas, ya sé. Pero yo no digo eso. ¿A vos no te parece que lo espantoso nos espanta cada vez menos? ¿Como si nos acostumbráramos  al dolor y a aceptar toda la mierda que nos dicen que no se puede cambiar?”

Matías sintió una tristeza profunda como el océano, todo era demasiado cierto. Buscó los ojos de Lu, que ahora aguantaban lágrimas que no terminaban de caer. En un impulso suave pero repentino, Lucía lo abrazó. Así, la tristeza quedó entre dos corazones que construyeron juntos una barricada para escapar del terror, un escalón para asomar las cabezas por encima de la realidad y no ahogarse.

Se miraron con las narices muy cerca, aliento con aliento. El tiempo se detuvo y se besaron con las llamas de un incendio de fondo, que en ese mundo al que ahora ambos pertenecían, nunca existió.