(Colaborativa) “La Fuerza de Tarea Conjunta ametralla nuestras tierras casi todos los días, matan animales, meten miedo e impiden la caza y la pesca de las que vivimos”. Así lo expresó uno de los 70 miembrxs de la comunidad guaraní Jasuka Vendá a la misión humanitaria argentina que los visitó en las alturas de Cerro Guazú, sagrado para ellxs, en un extenso intercambio sobre la búsqueda de Lichita Villalba y respecto de su lucha por la vida y la naturaleza de este pueblo originario, el pasado sábado. De ese modo, el líder Hilario Ybarra Soria recibió a Pablo Pimentel, APDH-La Matanza; Gabriela Conder, abogada; Fernando Murias, pediatra de la Mutual Sentimiento; Jose Nicolini, de Las 12; Javier Iglesias de Aislamiento Represivo; Agustina Salinas de Cítrica y Oscar Castelnovo de la Agencia Para la Libertad. Con un silencio que atravesaba el monte, los presentes escucharon a Pimentel sobre el ataque y asesinato de Lilian y María Villalba, de 11 años, el 2 de setiembre de 2020 y la desaparición forzada de Lichita por la FTC, con la ayuda de un traductor solidario. En tanto, Castelnovo mostró desde su celular la foto de Lichita, unx por unx, a cada habitante de la comunidad originaria. Los ojos de quienes la miraron sonreír -desde el afiche difundido por el mundo entero-, revelaron una amalgama de tristeza, rabia y esperanza en el Cerro Guazú.
Por su parte, el pediatra Murias preguntó respetuosamente a Hilario si querían recibir los remedios que había traído desde Buenos Aires. Y de inmediato, el líder agradeció y sentenció: “los medicamentos se quedan acá”. Luego, el pediatra explicó extensamente para qué servía cada medicación.
A su turno, Gabriela Conder sostuvo que “el genocidio contra los pueblos originarios comenzó en 1492 y no terminó nunca, continúa con balas, con hambre, con contaminaciones y muchos otros métodos terroristas por eso estamos aquí. El ataque a las niñas se inscribe en esa ferocidad represiva y lucha por la tierra”.
La comunidad Jasuka Vendá reúne a 300 personas que habitan 60 casas precarias y chozas. La sala de Salud más cercana dista a 70 kilómetros, las parturientas tienen a sus hijxs en el mismo monte. Los chicos no pueden ir a la escuela porque queda a 6 kilómetros, entonces sus madres no cobran el subsidio correspondiente. Están en plena lucha por ingerir alimentos tres veces al día, porque todxs -´sí, hasta los niñxs- comen una vez por jornada.
Mientras transcurrían las intervenciones, lxs fotografxs de la comitiva, Jose, Agustina y Javier capturaron imágenes contundentes que los discursos de Mario Abdò Benìtez no podrán opacar.
En contrapartida, ni el Gobierno ni el Instituto Paraguayo del Indígena brindan asistencia alguna. Es decir, eligieron ausentarse, persisten en el genocidio encubierto, por un lado, y, por el otro, firman embusteros pactos internacionales.
Precisamente, respecto de estos crímenes Pablo Pimentel se comprometió a formular los reclamos correspondientes en ámbitos nacionales e internacionales y enfatizó: “nosotros nunca vamos a aflojarle a la solidaridad con ustedes. Vamos a volver porque somos pueblos hermanxs en la misma lucha”.
“Estamos muy contentxs de que hayan venido y de vuelvan otra vez”, respondió Hilario Ybarra Soria.
Mañana quizá la FTC vuelva a ametrallar el área. Ellxs quizá cacen un tatú con las trampas que pusieron hoy. No podrán ir a pescar porque la zona está militarizada. Los niñxs jugarán con correteos e imaginación.
Pero la comunidad estableció un firme lazo con la comitiva hermana. Único camino para enfrentar la barbarie.
La delegación argentina fue despedida con un ruidoso aplauso. Y Lichita, parte del Pueblo-Nación Guaraní trepó a lo más alto de Cerro Guazú. Y así lo hará con todas las montañas que falten hasta que aparezca. Viva.