FIDEL

(Por Oscar Castelnovo/APL)Fidel nació el 13 de agosto de 1926, en Birán, Oriente, Cuba, en una familia acomodada. Podía haberse conformado con el confort. Hubiera fácil sido mirar hacia otro lado. Sin embargo, desde joven su vida se cruzó con las injusticias de un país sometido a la corrupción y al dominio económico yanqui. La Revolución cubana, que él encabezó junto a un puñado de soñadores y combatientes —entre ellos el Che Guevara, Camilo Cienfuegos y Raúl Castro—, no solo fue un hecho militar, sino una declaración de principios que estremeció a América Latina y al mundo.

El 1 de enero de 1959, la entrada de Fidel a La Habana selló el triunfo de una rebelión que no prometía riqueza inmediata, pero sí soberanía. Contra viento, marea y bloqueo, Cuba apostó por la educación gratuita, la salud como derecho humano, la cultura como patrimonio colectivo. Y allí, en cada escuela rural, en cada hospital levantado, en cada libro entregado sin costo, estaba el pulso de esa idea que Fidel defendió hasta el final: la dignidad no se negocia.

Durante décadas, resistió presiones, invasiones, atentados y un asedio económico sin precedentes. Para muchos, se convirtió en la voz que, desde el Caribe, recordaba que el Sur también puede escribir su historia. Para otros, un adversario ideológico. Pero incluso sus detractores reconocieron su inteligencia política, su capacidad oratoria y su carácter indomable.

Fidel fue un revolucionario, con aciertos luminosos y decisiones controvertidas. Sin embargo, su figura permanece como un faro para quienes creen que la historia de los pueblos no la dictan las potencias, sino los actos de coraje colectivo.

Hoy, su imagen sigue viva en las luchas, murales, canciones y en las memorias de quienes compartieron la épica de aquellos años y en las nuevas generaciones que, aun sin haberlo visto en persona, lo reconocen como parte de un legado latinoamericano de resistencia. Fidel Castro no fue solo un hombre: fue una pregunta que todavía incomoda al poder y un recordatorio de que la utopía no es una meta, sino un camino que se transita con dignidad.

Fidel habló en las Naciones Unidas y en la Cumbre de Río en 1992, donde sostuvo —con mucha anticipación— sobre la depredación ambiental y el riesgo para la propia supervivencia humana. “El principal animal en extensión es el hombre”, advirtió  

Fidel veía la crisis ambiental como una consecuencia directa del capitalismo. Decía que no bastaban tecnologías verdes ni cumbres diplomáticas: hacía falta un cambio de sistema, no solo de hábitos. Para él, salvar el planeta era inseparable de salvar a los pueblos de la pobreza y la explotación.

Salvo los desquiciados de ignorancia supina e intereses disvaliosos, no reconocen que Fidel nos sigue iluminando, ayer hubiese cumplido 99 años, sus ideas y su accionar siguen siendo de titanio.

Fidel, arden fuegos en el corazón de los pueblos y cada llama es un grito que dice: ¡hasta siempre, querido comandante!!

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