Dialéctica: la verdad brillosa
(Por Juan Grinberg/APL) A fines de 1972, a pocos meses antes del triunfo de Cámpora en las elecciones de marzo de 1973, yo tenía 16 años, hacía mis primeras armas en la discusión política y en los bares. Ese día, Eugenio, un morocho pintón y peronista, que para mí ya era una persona grande, aunque solo tenía 19, contaba su discusión con una compañera de la Fede (Federación Juvenil Comunista):
—Y me habló de la dialéctica como si fuera la «verdad brillosa».
Yo enrojecí porque recién leía mis primeros textos marxistas, sobre todo versiones abreviadas y manuales, y efectivamente la dialéctica aparecía como la verdad brillosa. Entendíamos vagamente que la base de la dialéctica es la contradicción, entonces quedaba rebién, ante cualquier cosa que no pudiéramos explicar, decir: “es dialéctico”, lo cual hacía innecesaria toda otra explicación. En vez de una herramienta de indagación, se convertía en la clausura de toda pregunta. A la vez, siguiendo a Engels y su “Dialéctica de la Naturaleza”, encontrábamos allí el método para comprender y explicar el universo. Si podíamos explicar y entender el universo, ¿cómo nos íbamos a achicar frente a los yanquis y sus socios locales, que no podían entender el universo porque no conocían la dialéctica?
Tenía razón Eugenio: la dialéctica no es la verdad brillosa.
Dialéctica y Revolución
Carlos Marx quería cambiar el mundo. Discípulo de Hegel, como se declaraba, utilizó el método del autor de “La ciencia de la lógica”.
Ambos, Hegel y Marx, creían que lo más abstracto es lo que se percibe a primera vista, lo que menos pensamiento tiene: se ve un todo sin distinguir nada en él, por ejemplo, un bosque. Pero luego empezamos a distinguir árboles, plantas, pájaros, animales y lo describimos en su relación como sistema. Esa segunda mirada reconstruida es más concreta que la primera, que es más abstracta. Se avanza en el pensamiento distinguiendo una cosa de otra, un árbol de una planta, un animal de otro. Cuando separamos y distinguimos algo, hacemos una negación y una afirmación a la vez: no es un árbol o una planta, es un animal. Entonces, se avanza por negatividad: se determina que algo es distinto a otras cosas, negando lo que no es y a la vez afirmando lo que sí es. Cuantas más determinaciones tiene algo, es más concreto, menos abstracto, más real.[i]
Aquí hay una diferencia: Marx ve en el proceso de abstracción un avance, porque para llegar a la síntesis, a una abstracción, hay que hacer muchas comparaciones, buscando lo esencial de un objeto para definirlo. Hay que ver muchos pájaros de distintas especies y luego compararlos y ver qué tienen en común para ponerlos en la categoría de pájaros. Este proceso es para enriquecer el conocimiento de lo concreto; sigue siendo lo concreto lo que más determinaciones y pensamiento tiene. Para Hegel, “todo lo racional es real”, lo que suena como una justificación de todo lo existente. Marx no lo entiende así: lo real y lo racional no son equivalentes. En el pensamiento, se separa algo en partes para entenderlo y luego se reorganiza como un todo, como un sistema, por ejemplo, un bosque. Sin embargo, el bosque ya es un sistema antes de que el pensamiento lo perciba así[ii]. La sociedad humana es un sistema; no son personas aisladas que deciden unirse en un contrato social. Es en lo social donde la humanidad se construye.
Otra diferencia importante es la posición frente a la naturaleza. Para Hegel, la naturaleza es un medio para que el pensamiento se despliegue y logre su objetivo, o sea, establece una relación de sujeto-objeto con ella. Marx la pone en igualdad con la humanidad: es una fuerza productiva al igual que nosotros, lo que constituye una relación de sujeto a sujeto, metabólica, que coincide con la de los pueblos originarios de nuestra América y de muchas culturas de todo el mundo.[iii]
Marx escribió «El capital»; solo aplicó su método a las ciencias sociales, y más específicamente al capitalismo. El que intentó llevar el método más allá fue Engels, especialmente en su “Dialéctica de la Naturaleza”.
La dialéctica se postula entonces como un método de las ciencias sociales y a la vez como una crítica de las mismas, que en su mayor parte buscan describir o predecir los cambios en la sociedad actual y corregir sus desequilibrios. La dialéctica marxista se propone cambiar la sociedad de raíz, radicalmente. Es una teoría y práctica de la revolución.[iv]
Marx aplicó el método al estudio del capitalismo. Empezó por la mercancía, que tiene una contradicción dentro de sí misma; es la vida cotidiana dentro del sistema. Para vivir, en el capitalismo se produce o se venden mercancías, para satisfacer nuestras necesidades corporales y espirituales.[v] En este mundo, produciendo y comprando mercancías, compramos el pan de cada día y vendemos nuestro trabajo para conseguir dinero y comprarlo. Marx empieza por la vida cotidiana, el modo en que resolvemos nuestra vida. Hegel comenzará su “Ciencia de la lógica” por el Ser y la Nada. Dijimos que la mercancía tiene una contradicción dentro de sí misma, y es que tiene valor de uso, el uso que le damos a lo que compramos o producimos, y su valor de cambio, cuánto dinero recibiremos al venderla y qué podremos comprar con él.
Los que vendemos nuestro trabajo, cuando compramos algo, la mayoría de las veces es para usarlo. En cambio, los empresarios, cuando compran o producen, piensan más que nada en el beneficio que les puede dar al venderlo. No les preocupa tanto el uso que se le dé a algo, como la ganancia que pueden obtener. Y ahí empiezan las contradicciones del capital, con la vida, con el uso: fabrican las cosas para quienes pueden pagarlas, contaminan, despojan de sus tierras a campesinos, usan trabajo infantil, discriminan, son colonialistas y patriarcales, generan guerras en tanto les den beneficios. Cuando nos convencen, a los que trabajamos, de que el valor de cambio es lo más importante, o sea, que su ganancia es lo que importa, entonces consumimos con entusiasmo las porquerías que destruyen la vida. Marx nos dice que cuando producimos mercancías, o sea, algo donde lo más importante es el valor de cambio, no solo producimos la mercancía, sino que también nos producimos a nosotros mismos como sujetos que subordinan la vida al capital.
El capitalista, cuando defiende el valor de cambio, defiende sus intereses. Nosotros, los que vivimos de vender nuestro trabajo, si privilegiamos el valor de cambio sobre el uso, y eso hacemos cuando compramos algo sin importarnos si contamina, si daña la salud, si se fabrica explotando y despojando a mujeres, hombres y niños, favorecemos el valor de cambio por sobre la vida. Estamos enajenados de nuestra propia existencia, actuamos contra ella. Nos convertimos en un sujeto alienado que elige el beneficio del capital sobre su propia vida y se muestra orgulloso de trabajar muchísimas horas para consumir mercancías que en poco tiempo le serán indiferentes, sacrificando el tiempo libre para los afectos, el juego, la amistad y el amor; en síntesis, ofrendando la vida al dios capital.
Esta apropiación de la riqueza por los capitalistas, a través de la mercancía, genera pobreza, o sea, millones de personas que no llegan a cubrir sus necesidades elementales.
Esta es una pequeña aplicación del método: separamos el sistema para analizarlo. Miramos la mercancía, a quien la produce y a quien la consume, la integramos dentro de un sistema, lo relacionamos, lo que la hace un poco más concreta, más real, con más determinaciones. “El capital” es una obra gigantesca que analiza y reconstruye el capitalismo en funcionamiento en su época y, a partir de la crítica, de la negación, busca construir una alternativa: colaboración en vez de competencia, valor de uso sobre el valor de cambio. La nueva sociedad debería tener estas características, pero no alcanza solo con ellas: hay técnicas de dominación que son anteriores al predominio de la mercancía: el patriarcado, el colonialismo, el racismo. Prácticas que pueden persistir si no se combaten con inteligencia y fuerza; son caldo de cultivo para que la sociedad no cambie y vuelvan prácticas contra la vida.
El pensamiento dialéctico, que tiene antecedentes en las culturas antiguas de India, China, Grecia y nuestros pueblos originarios, entre otros, fue y sigue siendo cuestionado por infinidad de pensadores. Eduard Bernstein, socialista alemán de la Segunda Internacional, erudito marxista, partidario de llegar al socialismo en forma pacífica, por evolución, pensaba que la dialéctica daba origen a un marxismo violento, jacobino. Prefería pensar que los descubrimientos de Marx tenían que ver con Kant y no con Hegel. Fue famosa su polémica con Rosa de Luxemburgo. En la Argentina, Juan Bautista Justo, también socialista, que adhería a la Segunda Internacional, traductor de «El capital» al español, promotor de muchas leyes de protección a los trabajadores y también partidario de una evolución pacífica, se pronunció contra la dialéctica.[vi] Por su parte, Lenin, líder de la revolución rusa, decía que quien no haya entendido el método de Hegel explicitado en “La ciencia de la lógica” no entendía el marxismo y criticaba al revolucionario y teórico ruso Bujarin, que escribiría un manual sobre dialéctica, por no entender el método marxista.[vii]
En los años 60 y 70 del siglo pasado, los partidos comunistas de Europa Occidental desarrollaron la teoría del eurocomunismo. Rechazaron también la dialéctica; los pensadores más destacados fueron Galvano Delavolpe y Louis Althusser. Delavolpe vinculaba a Marx con Galileo Galilei y Althusser con Spinoza. Toni Negri, filósofo italiano y combatiente guerrillero de las Brigadas Rojas, rechazaba la dialéctica por metafísica (anticientífica) y conservadora. También son profundamente antidialécticos los posmodernos, posestructuralistas y posmarxistas. También se cuestiona la dialéctica desde la lógica matemática, dado que hasta ahora no ha podido expresarse en una fórmula matemática.[viii]
Sintetizando: la dialéctica es objeto de serios cuestionamientos. Tampoco son en el aire; se dan en un contexto del auge de las ideas del neoliberalismo y el descrédito de las experiencias del marxismo del siglo XX. En nuestra América, pensadores como Enrique Dussel ven en la dialéctica marxista un poderoso método desaprovechado. Marx aporta al pensamiento de Dussel, “la filosofía de la liberación”, la base de la vida, la materialidad, las formas de reproducción de la vida. Uno de los errores del marxismo del siglo pasado fue limitarse al análisis de la producción de mercancías. Si no miramos cómo se reproduce el sujeto, no podremos transformar la realidad.[ix]
La dialéctica es un método de las ciencias sociales que se plantea desarrollar una teoría y una práctica de transformación de la sociedad, una teoría y una práctica de la revolución. Critica al capitalismo en su totalidad y plantea una transformación total del mismo, una relación distinta entre las personas, una relación distinta con la naturaleza, una ciencia dedicada a la vida y no al lucro. Si nos referimos a esto y lo analizamos con nuestro método, estaríamos en un alto grado de abstracción, o sea, un pensamiento con pocas determinaciones, poco real. Para hacerlo más concreto, hace falta la acción de millones de seres humanos contra el capitalismo, acción que incluye pensar y actuar. El comunismo no fue inventado por Marx; ese sueño existe hace miles de años. La Comuna de París, el primer gobierno obrero, fue creación de los obreros de París. Los soviets no fueron creados por Lenin o Trotsky, sino por los obreros, campesinos y soldados rusos. Si va a haber un cambio, no será desde la academia, sin subestimarla, sino de las millones de personas que elijan luchar por la vida y no para ser sirvientes del capital, del dios dinero.
Podría ser que la dialéctica no sea la herramienta idónea para transformar el mundo. Si así fuera, haría falta crear otra: una manera de investigar la realidad y actuar para transformarla, en teoría y práctica.
[i]Anibal Paris Manduki el materialismo dialéctico de Karl Marx- los Grundisse
[ii]Idem anterior
[iii]Katia Colmenares “El método de Marx”
[iv]Nestor Kohan “la Dialectica”
[v]Katia Colmenares “El método de Marx”
[vi]Néstor Kohan “La Dialectica”
[vii]Teoría. Dialéctica y marxismo: Bujarin, entre Lenin y StalinJuan Dal Maso
[viii]Nestor Kohan “la dialectica”
[ix]Katia Colmenares “El metodo de Marx”