(Por Nahuel Orellana/ Periodismo de Izquierda) La Masacre de Avellaneda, de la que este miércoles se cumplen 22 años, siempre será recordada por la sociedad como uno de los hechos más aberrantes de la represión estatal contra organizaciones populares desde 1983 a la fecha. Además del asesinato a quemarropa de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán a manos del comisario de la Policía Bonaerense Alfredo Fanchiotti y el cabo Alejandro Acosta, en esa jornada fueron heridas 33 personas con balas de plomo. (Al saldo sangriento se debe sumar el “mensaje” explícito a toda la sociedad de parte de aquellos gobiernos peronistas, el nacional de Eduardo Duhalde y el provincial de Felipe Solá: tras las jornadas revolucionarias de diciembre de 2001, donde la movilización popular pateó el tablero y se cargó a Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo, el jaqueado Estado burgués decidió aleccionar a quienes se venían organizando en defensa de derechos fundamentales como el trabajo, la alimentación, la salud, la educación, la vivienda. (Imagen: Silvia Lucero | Anfibia)
Una de las secuencias más siniestras de aquel plan represor la protagonizó el propio Solá, cuando en la tarde de aquel día le dijo por teléfono a Nora Cortiñas “bueno, mire, es un enfrentamiento entre pobres contra pobres, quédese tranquila”. La reciente fallecida Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora era receptora de una de las mentiras más canallescas de parte de quien dos décadas después sería canciller del gobierno “progre” de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Los hechos demostraron que todo fue un plan deliberado del poder.
Plan que, lógicamente, necesitó de la inestimable colaboración de las grandes corporaciones mediáticas. Como aquella tapa del diario Clarín del día siguiente, que titulaba “La crisis causó 2 nuevas muertes” cuando en verdad la gerencia de ese medio ya contaba con las fotos que demostraban el accionar criminal de los agentes estatales. O como el artículo de La Nación que afirmaba: “Era de suponer que las tensiones que desatan habitualmente actos ilícitos como los cortes de caminos por organizaciones de piqueteros iban a provocar algún día un trágico saldo como el producido ayer en Avellaneda”.
Al final de esta nota compilamos una serie de artículos, entrevistas y videos donde podés ver todo lo sucedido aquel 26 de junio y en las dos décadas posteriores. Saber qué pasó, cómo pasó y por qué pasó aquella masacre es más necesario que nunca, en un contexto como el actual, donde desde la Casa Rosada la ultraderecha encabezada por Javier Milei, Victoria Villarruel y Patricia Bullrich refuerza la persecución, represión y criminalización de las organizaciones de trabajadores, sociales, estudiantiles, ambientalistas, originarias.
Lucha y organización
Actualmente se tramitan dos causas judiciales por las responsabilidades políticas de la Masacre de Avellaneda. Una en los tribunales federales de Comodoro Py, donde están imputados Duhalde, su entonces jefe de Gabinete Alfredo Atanasof, su canciller Carlos Ruckauf y su secretario de Seguridad Interior Juan José Álvarez. La otra en Lomas de Zamora, en el fuero provincial, donde se imputa a Solá y a su exministro de Justicia y Seguridad Luis Genoud (quien luego integró la Suprema Corte de Justicia bonaerense, hasta que se jubiló en abril pasado).
Las querellas, familiares de Maxi y Darío, denuncian que esas causas siguen abiertas, sin avanzar hacia juicios orales y públicos, por la complicidad manifiesta del Poder Judicial con quienes dieron las órdenes de reprimir aquel 26 de junio.
Con el reclamo de juicio y castigo a esos responsables políticos, como cada año diversas organizaciones sociales convocaron a conmemorar este martes y miércoles el nuevo aniversario en la estación de Avellaneda, bautizada desde 2016 (por ley provincial) “Estación Maximiliano Kosteki y Darío Santillán”. La convocatoria es con la consigna de encontrarse “para seguir exigiendo justicia, para honrarlos y recordarlos con alegría pero sobre todo con amor. Porque en estos tiempos, tan adversos, en estos tiempos de odio, del sálvese quien pueda, sabemos que debemos multiplicar las esperanzas de saber que otro mundo es posible”.
La jornada arrancó a las 16 del martes en la estación ferroviaria del sur del Gran Buenos Aires. Con una olla popular, se realizaron paneles sobre “movimientos sociales” y “criminalización y escalada represiva”, muestras fotográficas, asamblea transfeminista y muraleadas. Y acercaron su música La Delio Valdez, Ferni Gyldenfedt, Duratierra, Norma Aguirre y Yoli Campos.
Este miércoles a las 10 de la mañana habrá concentración en la subida al Puente Pueyrredón, donde las organizaciones finalizarán la jornada con un acto en el que, como cada año, se recordará a los caídos, se denunciará a los culpables y se reafirmará el compromiso de seguir la pelea por un país y una sociedad sin explotación ni opresión.
“Cuando miro a esta juventud que lucha, veo a Darío”
Desde ese espacio ganado para la memoria, Alberto Santillán, papá de Darío, contó al sitio Tramas que este aniversario se da “en un contexto de represión y de querer instalar el miedo”, pero “quienes estamos
Este 26 de junio se cumple un nuevo aniversario de la Masacre de Avellaneda. Transcurrieron 22 años de ese mediodía gris, donde las organizaciones sociales y piqueteras se movilizaban al Puente Pueyrredón y fueron recibidas por una brutal represión que se cobró la vida de dos jóvenes militantes: Darío Santillán de 21 y Maximiliano Kosteki de 22 años de edad. Este artículo se presenta en pos de mantener la memoria viva como método de lucha, encaminada en el continuo reclamo de cárcel común y castigo a los responsables materiales y políticos de la muerte de Darío y Maxi. Así también, creemos necesaria la memoria, para seguir construyendo una alternativa que enfrente todo el plan del gobierno de Milei.
Contexto político del 2002
La historia argentina es atravesada por continuas luchas políticas, el Argentinazo fue un levantamiento particular, que se llevó puesto a cinco presidentes en menos de 15 días. Este alzamiento popular fue la respuesta del pueblo tras el ajuste aplicado, año tras año, por gobiernos burgueses, resaltando particularmente al gobierno del Partido Justicialista de Carlos Menem, que comenzó en los años 90 y que colocó a Domingo Cavallo como superministro y su continuidad con el radical Fernando de la Rúa, representante de la Alianza, que lo mantuvo en su cargo.
El plan de entrega de los bienes comunes que respondía a los mandamientos del Fondo Monetario Internacional, el desmantelamiento de la industria nacional, el famoso “corralito”, la estatización de deudas privadas y el remate de empresas estatales, dejó un tendal de desocupados, pueblos hundidos en la miseria, infancias desnutridas y salarios de indigencia, que fueron el motor de una bronca que causó una gran crisis social y logró que al grito de “que se vayan todos”, las clases populares protagonizaran una rebelión que embistió el viejo régimen político en nuestro país, cortando con la alternancia bipartidista que nos caracterizaba.
Toda la dirigencia de los partidos tradicionales desconfiaba de sí, por haber sido sorprendida por la política de los de abajo en un estallido sin precedentes. Este temor de los poderosos los llevó a cuestionarse seriamente cómo no sucumbir ante la unidad de trabajadores ocupados y desocupados, buscando una respuesta entre los gobernadores del PJ, y fueron ellos, con Néstor Kirchner incluido, quienes exigieron al presidente interino, Eduardo Duhalde, “mano dura”, a fin de “controlar la calle”.
Pasados los seis meses de aquella rebelión, la calle seguía en manos del pueblo organizado. El 26 de junio del año 2002, miles se movilizaban desde la estación Avellaneda por H. Yrigoyen y desde Plaza Alsina por Avenida Mitre, hacia el Puente Pueyrredón, exigiendo trabajo genuino, aumento de los programas sociales (Jefes y Jefas de Hogar, que en ese momento eran de $150.-) y alimentos para los comedores populares.
De forma brutal y planificada, las columnas fueron embestidas por un operativo conjunto de las fuerzas armadas, incluyendo la policía federal, la maldita bonaerense, gendarmería, prefectura y la ex SIDE. La represión a los manifestantes fue una decisión política del presidente interino Eduardo Duhalde y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, ambos representantes del Partido Justicialista. Duhalde, explicitó que su plan era impedir que los manifestantes ingresaran a la Ciudad de Buenos Aires y para ello, utilizó todas las herramientas represivas, mediante la persecución, el hostigamiento y la cacería humana, disparó todo tipo de gases, balas de goma, y balas de plomo, que no sólo se llevaron la vida de dos jóvenes, sino que hirieron a más de 30 manifestantes.
En aquellos tiempos, como en la actualidad, el rol de la prensa independiente fue clave, no sólo para reconstruir el vil asesinato de los compañeros, sino para construir un discurso que contrarreste al publicado por los medios hegemónicos, que indicaban que “los piqueteros se mataron entre ellos” o que “la crisis se había cobrado dos nuevas muertes”, intentando cubrir con un manto de impunidad a los responsables materiales y políticos de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.
La respuesta en las calles fue inmediata, alejándola cada vez más del dominio del poder político. Esa misma noche, la gente desbordó el Puente Pueyrredón, sorteando las postas policiales y manteniéndose firmes a pesar del gran apagón que propició el gobierno, de esta forma, la movilización llegó a Plaza de Mayo. Los días posteriores, las movilizaciones continuaron. Los trabajadores, ocupados y desocupados, organizados en agrupaciones piqueteras, sociales, asambleas barriales y la izquierda, lograron derrotar al gobierno y hacer trizas los sueños de Duhalde de perpetuarse en el poder, teniendo que llamar a elecciones anticipadas. El movimiento de masas derrotó, de esta forma, el intento de giro represivo e inclinaba la balanza del lado del movimiento popular, una vez más.
Acá no hay olvido, nunca nos vamos a reconciliar
El 26 de junio se volvió una fecha clave en el desarrollo de la movilización popular, desde aquel día, cada aniversario encuentra a las organizaciones combativas en el mismo escenario. La continuidad de la movilización y la lucha por la memoria logró una justicia parcial, llevando a la cárcel común a los responsables materiales del asesinato de los compañeros, el comisario Fanchiotti y el cabo Acosta.
La organización por la exigencia de una verdadera justicia, declarando el asesinato de Darío y Maxi como un verdadero crimen de Estado, continua hasta el día de hoy, ya que las causas judiciales de los responsables políticos siguen sin avanzar, siendo estos, en primer lugar el ex Presidente Duhalde; el ex gobernador Solá; el ex secretario general de la presidencia y ex ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández; el ex secretario de Seguridad Interior, Juan José Álvarez; el ex jefe de Gabinete Alfredo Atanasoff; el ex ministro del Interior, Jorge Matzquin; el ex ministro de Justicia, Jorge Vanossi y el ex ministro de seguridad de la Provincia de Buenos Aires, quien fue miembro de la Corte Suprema de Justicia bonaerense hasta abril de este año, Luis Genoud. Gobierno tras Gobierno, comenzando con Néstor Kirchner hasta la actualidad, tomaron la decisión política de continuar con la impunidad, acordando con el régimen político y la justicia cómplice, de no avanzar en un debido proceso hacia estos miembros de la casta política; algunos no contentos con eso, también los hicieron parte fundamental de sus Gobiernos pintados de democráticos.
Contra los Duhalde de ayer y los Milei de hoy: ¡Todos al Pueyrredón!
Desde nuestro Movimiento Teresa Vive y el MST en el FIT-U, junto a los familiares, los organismos de derechos humanos, las organizaciones sociales y piqueteras, nos haremos presentes en la ex estación Avellaneda, para marchar al histórico puente reclamando memoria, verdad y justicia por Darío y Maxi.
Sin embargo, no podemos obviar que la movilización se realizará en una nueva coyuntura política y social, que vuelve a utilizar las herramientas represivas como respuesta a la lucha popular. El gobierno de Javier Milei, de la mano de la vieja conocida Patricia Bullrich en el Ministerio de Seguridad de la Nación, tienen la intención de aplicar un protocolo represivo que controle las calles, en un intento de cambio de régimen hacia uno más represivo y autoritario. Como lo hemos demostrado con gobiernos anteriores que han intentado, mediante la represión, socavar la movilización, las calles son del pueblo y del pueblo permanecerán.
La represión es la forma de responder al pueblo movilizado ante una pobreza, como en aquel entonces, ascendente. El hambre como crimen social es aun mas cruel cuando se esconde la comida para los comedores populares. Necesitamos de la mas amplia unidad en las calles para derrotar todo el plan de ajuste del gobierno de Milei y enterrar definitivamente la impunidad de los Duhalde de ayer.