Muestra Ñemoirú (“estar juntos”)

(Por Carlos Vivas) La exposición-evento Conjura: Ñemoirú se inauguró -días atrás- en “La Embajada”, en la quinta propiedad de Natalia Vergara convertida en un espacio cultural por fuera de la red institucional. En el inicio del invierno se avivó el fuego del encuentro en el ambiente selvático y ancestral de Santa Ana de los Guácaras, una localidad que hace trescientos años fue una reducción franciscana. En la siesta comenzó la llegada de los espectadores y artistas participantes de Corrientes y Chaco. El salón de la casa se transformó en un ambiente ritual, separado del mundo, ambientado por la calidez de las velas y una iluminación escénica que identificaba cuatro esquinas con los colores de los “santos” populares.

Un santuario rojo presentaba los crucifijos de Alejandro Pizarro, híbridos entre el Gaucho Gil y San La Muerte en cruces construidas con flejes de cedro, reuniendo diversidad de materiales que van desde la incorporación de billetes de dólar a las pezuñas de Chivos fel mismo color, el santuario de Blas Aparecido se mostraba repleto de mini-altares hechos con antiguos muebles recuperados, repisas, monitores, prendas de vestir, figuras de plástico, souvenirsen tono kitsch, profanando las distinciones de la moda, la “alta gama” y las homogeneizaciones de género, creencia y lenguaje. Bajo la luz celeste de la Virgen de Itatí se muestra el santuario de Mati Obregón que muestra objetos intervenidos, impresiones y dibujos relativos a su biografía. El imaginero y payé Aquiles Coppini envió desde Rosario una selección de tallas en hueso (humano y animal) bala y madera de San La Muerte, imágenes grandes para altares y diminutas, destinadas al ritual de la incrustación, la incorporación bajo la piel de la imagen del Santito.

Finalmente, un sector de “ofrendas” con la participación de Marina Aranda, Sergio Barbieri, Cleopatra Barrios, Leonardo Guardianelli, Julia Rosetti con Valeria Anz y Carlos Vivas.

En el quincho, Blas Aparecido asó torta parrilla con la imagen del Gauchito Gil para que todos los invitados se volvieron participantes de esta performance de arte comestible, donde el gesto de compartir el pan afirmó el “estar juntos” (ñemoirú) del título. Hasta las 22 horas los amigos y conocidos se encontraban brindando y conversando bajo la mística inclusiva de la Conjura, sin que el frío ni los males del mundo puedan romper el hechizo de La Embajada.