(Por Oscar Castelnovo) Ni los funcionarios políticos o judiciales que poseen en sus manos las soluciones toman las medidas que podrían evitar el genocidio en curso. O lo hacen a cuentagotas. Los reclamos de la Organización Mundial de la Salud, organismos nacionales e internacionales de Derechos Humanos, los miles de presxs que presentaron hábeas corpus y la desesperación masiva de familiares no lograron hacer mella en quienes deben tomar las decisiones. Existen recursos constitucionales para que los gobernadores de las provincias y el presidente decreten conmutaciones de penas. Y las distintas instancias jurídicas pueden y deber otorgar libertades anticipadas y arrestos domiciliarios, entre otras morigeraciones. (…) Las libertades y morigeraciones posibles, que esta Agencia y muchos otros detallaron, son un imperativo para salvar vidas, no existe la pena de muerte en el Código Penal. La inmensa mayoría de lxs presxs no son genocidas ni feminicidas seriales. Tampoco tienen sentencia firme. Tal vez, cometieron delitos -por así llamarlos- patrimoniales o vendieron substancias al menudeo para sobrevivir cuando el Estado los desamparó, el empresariado los ignoró, pero el narcotráfico les ofreció una salida. Es decir, el Estado que antes no les garantizó la vida y el trabajo en libertad, hoy les asegura la agonía y la muerte en prisión». Párrafos salientes de la nota de O.C. que más abajo, brindamos completa. Link video https://www.facebook.com/oscar.castelnovo.3/videos/3083838161681283/UzpfSTM4NzMzNDkyMTQwNDQ4MjoxNjI3NTY4MzI0MDQ3Nzk2/
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Cuando no existía pandemia alguna, países como Estados Unidos, altamente punitivo, tuvo que liberar a 45 mil detenidos en el Estado de California, por sobrepoblación porque así lo ordenó la Corte Federal. Ejemplo como éste sobran en el mundo.
En los 300 penales la Argentina, en las comisarías y alcaidías el hacinamiento es ley de rigor, la mugre, los roedores, cucarachas y otras alimañas, habitan junto a hombres, mujeres y niños que sufren la tortura cotidiana en el encierro. A la vez, los elementos de higiene jamás llegan. O también arriban a cuentagotas. Los roban los penitenciarios.
Esta singular especie humana, más conocida como «cobanis», no se quedó en las cárceles a realizar la cuarentena. De ese modo, se convirtieron en los principales agentes transmisores del Covid-19, hacia dentro de las rejas y hacia los lugares donde viven, en un idayvuelta macabro.
Las huelgas de hambre y las batucadas, traspasan los muros en distintas provincias del país. Los vecinos pueden escucharlas o leerlas en portales alternativos y hasta en medios hegemónicos. Pero mayoría de los magistrados y funcionarios no saben no contestan en tiempo y forma. Pero, por caso, el privado de libertad en Villa Devoto, Carlos Palazzo, se los explica, minutos antes de iniciar una huelga de hambre, en forma clara y precisa en el video que acompaña estas líneas.
Las libertades y morigeraciones posibles, que esta Agencia y muchos otros detallaron, son un imperativo para salvar vidas, no existe pena de muerte en el Código Penal. La inmensa mayoría de lxs presxs no son genocidas de lesa humanidad ni feminicidas seriales. Tampoco tienen sentencia firme. Tal vez, cometieron delitos -por así llamarlos- patrimoniales o vendieron substancias al menudeo para sobrevivir cuando el Estado no los vio, el empresariado tampoco pero el narcotráfico les ofreció una salida, con sus riesgos, claro. Es decir, el Estado que antes no garantizó la vida y el trabajo en libertad, hoy asegura las muertes en prisión.
Se impone gritar, batuquear, agitar -del modo en se pueda- para evitar el genocidio y la posterior hipocresía de que las cárceles sean sitios donde mañana, funcionarios «probos» rendirán homenajes a los muertos que hoy la libertad puede salvar. Que así sea.