«Siete nada más»

En la jornada número 14 del juicio siguieron declarando los imputados, fue el turno de Brian Carrizo y Sergio Rodas. Ambos intentaron culpar a los bomberos por su accionar “poco profesional”, además de presentarse como dos personas que esa tarde hicieron todo por salvar a los pibes. Carrizo contradijo todo lo probado hasta acá, afirmó que nunca les faltó la llave. Además, se presentó Ulloa, el policía motorizado que faltaba. (Por El Diario del Juicio*)

Diez minutos pasaron de las diez de la mañana, el ex comisario Alberto Donza, desde el banquillo, repasa como si estuviera estudiando los últimos contenidos que le faltaron antes del parcial. Se presenta el tribunal y cita al primer y único testigo de hoy. Diego Jesús Ulloa. Tanto al momento de la Masacre como en la actualidad es Comando Patrulla de Pergamino. Entra, y a pesar de que hubo que hacerlo comparecer con la fuerza pública, parece comerse el mundo.

¿Tenés recuerdos de ese día?, pregunta la abogada de la querella Ocampo Pilla. «Algo», responde Ulloa que mueve mucho las manos y se masajea la espalda.

Comienza contando lo que ya se sabe: ese día fueron a la Comisaría Primera para hacer el traslado de un demorado. En la dependencia, alojan a la persona en un pasillo, cuando ya estaban en la calle dispuestos a ir a la casa de Chida, Alexis Miguel Eva (uno de los imputados) les pide ayuda para engomar a los chicos.

El testigo menciona que habían compartido partidos de fútbol con Eva, y agrega que era buena persona. Ante la manifiesta amistad con uno de los imputados la querella de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) lo indaga “¿eso te impide declarar con total franqueza en este juicio», el testigo dice que no y sigue. A esta altura el murmullo es generalizado en la sala. La amnesia policial que ya se vivió en otras jornadas del juicio indigna a los familiares de las víctimas que oyen el relato. El testigo relata el momento del ingreso para encerrar a cada uno en su celda, junto a Ciro y Eva. Chida se queda afuera. Estaba también Carrizo. Eva se encargaba de cerrar las celdas después de «hacer entrar a los chicos, que estaban enojados porque no les explicaban por qué los estaban entrando».

A 2 cuadras de distancia se encuentra la casa de Chida, allí se dirigen “para terminar de labrar las actuaciones”. Cuando vuelven a la comisaría era de día asegura, aproxima la hora de regreso a las 18:45. Sin embargo no recuerda haber visto el camión de bomberos.Su relato difiere con lo testimoniado por su compañero Brian Ciro la jornada anterior, que aseguró que el regreso fue antes de las 21. Mientras que Ciro sostiene que cuando vuelven a la dependencia policial solamente entra el jefe, y afirma que el se quedó estacionado en la esquina, en Dorrego y Merced, desde donde mandó el audio que reconoció como propio, Ulloa señala que en esta segunda vuelta en la dependencia los tres se bajan de sus motos y entran a entregar las actuaciones.

No recuerda haber visto a Donza, a nadie de la policía local. Recuerda que había familiares. Recuerda que por comentarios, de no recuerda quién, sabía que había muertos. No sabe de la existencia del audio de Ciro. No recuerda si el portón estaba abierto o cerrado. No recuerda el camino que hizo a la vuelta. Se acuerda que Tolosa termina de hacerle los papeles de actuación de la comisaría, pero no recuerda qué pasa después. Dice haber estado más de dos horas dentro de la comisaría, pero que no escuchó ningún grito ni recuerda el momento en que se lee el listado de los fallecidos. No recuerda cuándo se fueron, ni por dónde salieron. No recuerda si ese día llovió.

Ulloa había elegido como primer opción no presentarse el día lunes cuando había sido citado, el tribunal decidió que se lo fuese a buscar con la fuerza pública. El inevitable momento de declarar y como los imputados son sus «compañeros» lo resolvió, al parecer, en dos palabras: no recuerdo.

La defensa policial propone exhibir el vídeo de cuando las motos se retiran de La Primera para que Ulloa reconozca que eran ellos y clarificar el horario en que se retiraran. El vídeo, que atrasa 10 minutos, muestra las 18:15, es decir, las 18:25. Luego de confirmar la hora de partida, Alba intenta que el testigo especifique la hora de arribo a la dependencia

-¿Podés graficar a qué hora llegan a la comisaría? teniendo en consideración ese horario, a qué hora ustedes llegan a la comisaría. Antes de eso

-20 minutos antes, imagino- responde Ulloa

-No imagine- ordena notablemente molesto Burrone

-Es que no me acuerdo con exactitud- sigue Ulloa

-Diga no recuerdo, entre el “no recuerdo” permanente que ha dicho y el “imagino” prefiero el “no recuerdo” – sigue Burrone

-Bueno, pasó mucho tiempo por eso no recuerdo

-Para todos pasó mucho tiempo, pero usted es un agente público y tiene un compromiso especial con la justicia, no es un ciudadano común.

-Y pero yo seguí trabajando- interrumpe Ulloa

-Déjeme hablar. Acá hay siete personas fallecidas y seis privadas de libertad.

-Sí, seis compañeros- sostiene incansable

-Ya sabemos que es compañero pero no puede ser que no se acuerde de nada

-Sí puede ser porque no me acuerdo- desafía Ulloa

-Bueno haga un esfuerzo

-Sino sería una computadora

-Nadie le pide que sea una computadora

-Si me acuerdo algo lo voy a decir- termina Ulloa en uno de los momentos más tensos de la jornada.

Por último reconoce la voz de Ciro en el audio, que el día anterior, el mismo Ciro reconoció como propio. Listo, queda liberado, sentencia el juez. Luego de un apretón de manos con el ex comisario Donza, Ulloa se retira de la sala.

Las familias en el cordón frente al tribunal, esperando mate de por medio  en el cuarto intermedio

Recuerdos que mienten un poco

El siguiente en declarar es Brian Carrizo, que ni bien se sienta, hace la misma aclaración que Guevara el día anterior: «quería decir que todo lo que dije en mi primer declaración sobre Donza no fue así. El abogado que nos defendía antes quería que lo culpemos a él».

Brian Carrizo era el imaginaria de calabozo el día de la Masacre de Pergamino. El box de imaginaria es el que está al inicio del pasillo de calabozos. Tiene dos puertas: una de acceso al mismo por el patio y la segunda de acceso al pasillo de las celdas. Fue el primero en enterarse que había habido una pelea y el que avisó vía mensaje desde su teléfono personal al oficial de servicios Alexis Eva, aunque los mismos detenidos expresaban que no pasaba nada. El mensaje lo mandó 17:55, lo recuerda porque hizo una captura de pantalla que le mandó a su mamá. Carrizo no puede precisar ni siquiera estimar los  tiempos posteriores al mensaje de aviso. «Imagínese la desesperación» repite en varios pasajes de su declaración para justificar la amnesia temporal.

Su relato luego es el ya conocido: con la excusa de la pelea Eva decidió engomar a todos. Para eso pidió ayuda a los policías de la motorizada que ya declararon en el juicio, Ulloa, Chida y Ciro. También le ordenó a Giulietti y a Rodas que lo acompañen. Todos entraron bien a sus celdas menos los de la 1, cuenta Carrizo. Se quejaban porque no era el horario.

La puerta de imaginaria que conecta con los calabozos se supone debe permanecer abierta cuando los detenidos están “engomados”, es decir cada cual en su celda. Fue una pregunta que se repitió durante el juicio ¿por qué la puerta, esa que los bomberos no pudieron abrir porque no les entregaron la llave, estaba cerrada? Carrizo intenta una explicación : los de la celda 1, relata, los habían amenazado de que los iban a pinchar y por eso, el oficial de servicios Alexis Eva, había decido dejar dos imaginarias, a él y a Matías Giulietti, y cerrar esa puerta que debe permanecer abierta.

-Pero, ¿hay posibilidad de agresión si están engomados?- quiere saber la Fiscalía

-Teníamos miedo de que rompan el candado de una patada- asegura Carrizo

-¿Usted piensa que un candado se puede romper con una patada?- inquiere el fiscal Nelson Mastorchio con cara de sorpresa

-Sí, más si tenían facas. Pueden hacer palanca- termina Carrizo

Ese mismo miedo a que los pinchen explica que no hayan abierto la reja para apagar el fuego cuando todavía era pequeño, aunque quien conoce la comisaría o mira la maqueta se da cuenta que no existía riesgo alguno.

Carrizo, afirmó que esa tarde él tiró botellas de agua que tenía en el box de imaginaria para apagar el fuego cuando comenzó, que ayudó a los bomberos a desenredar la manguera junto a Giulietti, que alumbró mientras abrían el candado de la puerta de acceso a las celdas una vez aparecida la llave. Parece haber estado en todos lados pero no puede precisar los tiempos que pasaron entre que termina el engome, se inicia el primer foco ígneo, se llama a los bomberos y al grupo GAD. No parece ser azaroso: los tiempos son clave en el abandono de persona por el que están imputados.

Contra toda evidencia asegura al igual que su compañero Rodas que a los bomberos nunca les faltó la llave.

-Por qué los bomberos tiraban desde la reja- le consultaron

-No estaba el GAD

-Escuchó a los bomberos pedir que abran la reja

-Sí

-¿Inmediatamente se abrió?

-Ahí nomás. Justo llega el GAD y se abre.

Sin embargo sabemos por las declaraciones de los bomberos que pasaron cerca de 15 minutos hasta que la llave apareció y que hubo que pedirla tres veces.

En su relato, luego de desesperarse por intentar apagar el fuego, le pide a Rodas, que se encontraba en el patio, a pocos metros del box de imaginaria, que les abra porque no podían más. Del lado de las familias de las víctimas se oye por lo bajo “ustedes salieron, a los chicos los dejaron morir”. Rodas entonces le pide la llave al jefe y les abre a los dos imaginarias que salen descompuestos pero que, rápidamente, y siempre según sus palabras, corren a ayudar a los bomberos. No recuerda cuánto tiempo pasó desde que se inició hasta que sale.

Cuando Carrizo logra salir le ordenan que vaya afuera. Los internos, cuenta, habían mandado mensajes a las familias diciendo que vayan a la puerta y prendan fuego, el relato se centra ahora en reforzar la teoría de la responsabilidad de los bomberos: “Los bomberos tardaron bastante en ingresar, podrían haber hecho más rápido, fueron sin cambiarse, no tenían presión, no les llegaba la manguera. Podrían haber actuado más rápido y ser más profesionales”.

Si era tanta la desesperación de lo que se vivía, y sus intenciones de ayudar, no se explica por qué nunca informaron a los bomberos la magnitud del hecho.

-¿Sacó fotos en ese momento? – consulta la querella por la situación en la que se dice haber alumbrado a los bomberos, para tratar de encontrar al responsable de las imágenes filtradas de los cuerpos de las víctimas

-No, creo que filmé con flash para alumbrar. Creo que lo eliminé. No recuerdo haber sacado ninguna foto.

A los imputados les secuestraron los teléfonos un mes después de La Masacre cuando los detuvieron. Al momento de analizarlos todos los teléfonos estaban vacíos.

El relato de Carrizo se vuelve inaguantable para las familias. No tanto por los detalles que ya se escucharon en otra jornadas, sino porque les resulta una narración mentirosa. Algunas madres salen de la sala cuando se escucha un “no lo soporto”.

Tal como adelantó la defensa policial Carrizo se niega a responder las preguntas de la querella de la CPM “a los de la comisión por la memoria prefiero no responderles” avisa. Sin embargo Carla Ocampo Pilla y Margarita Jarque le preguntan paso a paso todas las dudas y confusiones que se generaron en la declaración, a lo que se suceden los “no voy a responder” del imputado.

Las preguntas de Maximiliano Brajer sí son contestadas.

-¿No le pidió a Eva que les abra a los detenidos?

-No, no pensé que iba a pasar a mayores. No imaginé que iban a prenderse fuego ellos mismos, como hicieron- responde.

-¿Le pidió las llaves a Eva para abrir?

– No me corresponde. ¿En qué momento pregunta usted?

-Cuando se estaban ahogando

-No. No estaba el grupo gad. No podemos ingresar sin ellos.

Según Carrizo, nadie le abre a los bomberos porque el GAD todavía no había llegado. Ante el incendio generalizado que ya estaba desatado, pareciera ser que la precaución de los imputados fue evitar que se puedan fugar. Recordemos que en la primer jornada de este juicio fue el defensor Gonzalo Alba el que habló de la peligrosidad que representaban las víctimas que rogaban auxilio: “esto de harás lo posible por salvar la vida del otro, esta lógica más elemental que implica que al primer foco ígneo uno lo que tiene que hacer es abrir todas las rejas como si estuviéramos hablando de un jardín de infantes”.

Brajer señala otra inconsistencia en el relato: Carrizo habla del accionar de los bomberos como poco profesional y que podrían haber hecho todo más rápido. Pero, según testimonia, a los bomberos no les iban a abrir si no estaba el GAD, por lo que, por más que hubieran hecho lo que el imputado parece reclamarles, no hubieran podido entrar. Carrizo hace silencio ante la observación.

“Espero que sea justo, que se juzgue como se tiene que juzgar porque si fuera abandono de persona hubieran fallecido 19 y no 7 nada más. Creo que si se juzga como se tiene que juzgar yo voy a quedar en libertad” termina. Hasta aquí: nadie más que él (ni los sobrevivientes, ni los bomberos) hablaron de la linterna con la que dice haber alumbrado, tampoco nadie relató el momento en que el imaginaria tiraba agua y sólo su compañera Guevara lo ubicó ayudando a desenredar la manguera.

«Ese maldito colchón»

Sergio Ramón Rodas es el siguiente imputado en declarar. Ese 2 de marzo, estaba de servicio. Su función era la de «disponible”, aquel que no cumple tarea específica, sino la que se necesite. Rodas fue parte del grupo que, previo a la Masacre, encerró a cada detenido en su celda. Suma un detalle al ya conocido momento del engome: antes de retirarse del sector de calabozos los de la celda 1, dice, discuten con Carrizo y Eva. Es él mismo el que le pide a Carrizo que deje de discutir y salga. Repite la versión de las amenazas que hace unos minutos sostuvo Carrizo, como los pibes los amenazan el oficial de servicio decide dejar dos imaginarias en vez de uno.

Rodas sale con Eva y se quedan del otro lado de la puerta de acceso a imaginaria, en el patio. Los dos se anotician del fuego. Declara que él les gritaba a los de imaginaria que tiren agua porque veía humo, sin embargo ningún sobreviviente escuchó los gritos de Rodas. Lejos de eso, los relatos del horror cuentan que los policías miraban y no hacían nada.

Con el fuego y el humo desatado Rodas relata el momento en que Carrizo lo mira, en posición de cuclillas y le pide que por favor lo saque. Le pide las llaves a Eva y los dos imaginarias salen. Regresa las llaves al oficial de servicios pero se las pide nuevamente “dame la llave que voy a intentar sacar ese maldito colchón”, asegura que le dijo a Alexis Eva y que él mismo tuvo toda la intención de apagar el fuego, pero ya no se podía respirar. Eva también intentó, dice Rodas, pero aguantó menos que él. Del lado de las familias de las víctimas se escapa un “acomodale la capa”.  La versión policial que dan los imputados los acerca a los superhéroes de capa.

Sergio Ramón Rodas, ex policía imputado

En los testimonios de los policías que ya declararon apareció un personaje nuevo, Fontana, integrante de la fiscalía, que ubican al lado de Donza al momento del hecho. La estrategia parece clara: ubicar a alguien de mayor jerarquía esa tarde de la Masacre en la Comisaría Primera, aunque no hay más prueba de su presencia que los dichos de quienes se están defendiendo en el juicio. Rodas afirma que fue Fontana el que dio la orden fatal “no abran hasta que no llegue el GAD”. Rodas, que al igual que Carrizo no tiene la obligación de decir la verdad por ser imputados, también habla del accionar de los bomberos. El presidente del tribunal Guillermo Burrone lo escucha entre desconcertado e impaciente.

-Aparece un bombero, bien la hora no le sé precisar, no uso reloj, viene caminando como lo declaré, como si fuera un shopping- testimonia el imputado

-¿Un qué?- pregunta el presidente del Tribunal que parece no haber entendido la palabra “shoping”

-Como lo declaré en su momento, viene caminando como si fuese un shopping, como de paseo.

-¿El bombero?- inquiere Burrone

-El bombero

El silencio en ese momento es generalizado y dura algunos de segundos. Burrone le indica que siga

-Él mira para adentro y se va caminando nuevamente, desde el interior gritaban que se apure, que se apure, que apagaran

-¿Y el bombero se fue caminando?- sigue preguntando Burrone que no sale del desconcierto

-En ningún momento se fue corriendo

-Usted habrá escuchado acá que los bomberos relataron que tuvieron dificultades para entrar porque no estaba la llave, ¿usted vio que los bomberos pidieron la llave?

-En ningún momento- insiste Rodas con la versión que parece ser la única estrategia de la defensa. Culpar a los bomberos.

El papel del ex comisario Donza

A pesar de haber aclarado que sus anteriores declaraciones fueron armadas para “tirarle el muerto a Donza” hasta el momento, los imputados no pudieron dar datos concretos sobre qué hizo el ex comisario, la máxima autoridad presente en la dependencia la tarde de la Masacre. No pudieron precisar ninguna orden de él. Sólo que se lo vio hablando por teléfono y hablando con Fontana, a quien además hacen responsable de la orden fatal: no abrir hasta que no llegue el GAD.

-¿Lo vio hacer algo a Donza? – preguntan a Rodas

-Impartía órdenes, hablaba por teléfono

Pero las órdenes concretas nadie las recuerda. Rodas también cuenta que, por propia iniciativa, le dijo a Eva que vayan por el otro lado a sacar a los de la celda 6. Que entonces el jefe les dio la autorización para realizar la acción. Esa parece ser la única intervención concreta de Donza hasta acá.

-¿Y no le preguntaron a Fontana? Porque parece que en la cadena de mando quedó primero Fontana ahí, que dijo que no entre nadie hasta que no llegue el GAD y no entró nadie- cuestiona irónico Burrone que advierte la estrategia defensiva

-Yo voy con esa iniciativa, le aviso al oficial hacia adelante. No le pasé importancia a Fontana, mi jefe directo en ese momento era Donza, después seguía Eva. Es la cadena de mandos.

El final del testimonio genera una indignación generalizada de los familiares en la sala, «tuvimos toda la voluntad de entrar y no pudimos» asegura Rodas que le pide al tribunal que “vea las cosas como realmente fueron”. Termina, previa pausa que intenta dramatizar el momento cuando sobreviene la palabra de su abogado defensor Gonzalo Alba “¿te sentís bien?” mientras le alcanza un vaso de agua. “Como lo dije siempre, yo sí los voy a poder mirar a la cara a los padres”, acción que las familias aseguran, jamás realizó. En los asientos de la querella lo escuchan todas madres, parejas, primas, tías, abuelas y hermanas de las víctimas.

Antes de que los retiren, y mientras lo esposan, Matías Giulietti (otro imputado) se incomoda ante las fotos que le toman, “queres sacar fotos, sácale a esta” se desata, agarrándose la entrepierna. Se retiran los imputados, se desaloja la sala.

Texto: Antonela Alvarez (FM La Caterva)/Julian Bouvier (La Retaguardia)

Fotos: Andrés Muglia

Edición: Giselle Ribaloff (Radio Presente)/ Lautaro Romero (Revista Cítrica)

*Este diario del juicio a los policías responsables de la Masacre de Pergamino, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva, Radio Presente y Cítrica. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juicio7pergamino.blogspot.com