El 18 de setiembre de 2006 Jorge Julio López fue víctima de su segunda desaparición forzada. Y no fue casual. Por eso desde el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia decimos que ambos secuestros muestran la continuidad de la represión que sufrió, la permanencia del accionar represivo del Estado a través del tiempo y de los gobiernos.
Primero la dictadura cívico-militar lo secuestró y lo torturó. El 27 de octubre de 1976, fuerzas de seguridad entraron al barrio platense Los Hornos y secuestraron a varios militantes. Entre ellos estaba Julio. Según su testimonio, estuvo detenido de forma ilegal, desaparecido, en cuatro centros clandestinos: Cuatrerismo, Pozo de Arana y Comisarías 5ª y 8ª. Allí sufrió torturas y presenció varios asesinatos, incluidos los de Ambrosio Francisco de Marco y Patricia Dell’Orto. Julio fue desaparecido y torturado por haber sido parte de la clase obrera que se organizó contra las dictaduras de Onganía, Levingston y Lanusse, y porque luego siguió militando en una Unidad Básica en su barrio.
Así lo recordó en su testimonio. Sus torturadores le preguntaban: “¿Qué hacían ustedes en la Unidad Básica?” Uno de ellos fue Miguel Etchecolatz, entonces director de Investigaciones de la Bonaerense y mano derecha del jefe máximo, Ramón Camps. Ambos tenían entre sus tareas organizar en la Provincia los Centros Clandestinos de Detención, pieza central del engranaje genocida.
En abril de 1977, a cinco meses de haber sido secuestrado, Julio fue “blanqueado” y pasó a detención sin juicio en el Penal 9 de La Plata. Fue liberado el 25 de junio de 1979. Pero la saña siguió. Su historia es parte del genocidio que sufrimos como pueblo trabajador que enfrenta a un sistema de explotación, opresión y muerte.
30 años después de la dictadura, ya en democracia, Julio López siguió pagando el costo de no dejarse doblegar. Por eso en junio de 2006 testificó contra el genocida Etchecolatz. Su valentía al declarar y reconstruir los hechos y aberraciones cometidas contra él y otras personas expresa su coherencia. Por eso lo recordamos como un compañero de lucha. Su testimonio, enfrentando a esa justicia cómplice de la impunidad y a los propios genocidas, es una fuente de fortaleza y un llamado a no bajar los brazos.
Julio López es lucha, es dignidad. Pero sobre todo, es otra muestra de que nosotros y nosotras no seremos como ellos, nunca. Y así se lo dijo en la cara al genocida Etchecolatz. Entonces a los Etchecolatz de ayer y de hoy, los “señores comisarios”, ministros de seguridad, jueces y funcionarios corruptos, ladrones de cuello blanco, les decimos, como Julio, que son “la porquería, los asesinos seriales”. La clase dominante no le perdonó su dignidad y lucha. Tras haber declarado en el juicio que permitió condenar a perpetua a Etchecolatz, Julio fue secuestrado y desaparecido por segunda vez. Fue el 18 de setiembre de 2006, un día antes de que se leyera la condena al genocida. Y cuando en 2014 de nuevo se condenó a Etchecolatz por delitos en el centro clandestino La Cacha, el día que se leyó esa sentencia escribió en un papel el nombre de Jorge Julio López y la palabra “secuestrar”…
En los primeros meses, la causa por la segunda desaparición se caratuló como desaparición simple y la investigación quedó absurdamente a cargo de la Bonaerense, la misma fuerza que integraba Etchecolatz. Aunque esto se revirtió dos años después, no hubo ningún avance sustancial. Es una investigación “cajoneada”. Algunos funcionarios aludieron a la responsabilidad de grupos parapoliciales como remanentes de épocas pasadas. Pero los vínculos entre las fuerzas policiales y esas bandas no son cosa del pasado. Muchos funcionarios de hace 15 años ligados a tareas “de seguridad” siguen en sus cargos.
Ante la impunidad como política de Estado, las luchas del pueblo mantienen viva la memoria de quienes han caído bajo la represión estatal, señalando la necesidad del juicio y castigo a los culpables.
Los sucesivos gobiernos de Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto Fernández no impulsaron ni una sola medida concreta para el avance de la investigación. Junto a los distintos jueces de la causa, en la justicia provincial y luego en la federal, mantuvieron la impunidad. La supuesta “investigación” hizo “allanamientos” pero con aviso previo, hizo “búsquedas” pero inducidas por videntes y sólo apuntó al entorno de Julio y a los organismos de derechos humanos que lo habíamos acompañado. Nunca profundizó las pistas sobre la Policía Bonaerense, el Servicio Penitenciario y el entorno de Etchecolatz.
En 2014, la querella llevó el caso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En 2017, la CIDH corrió traslado de la denuncia al Estado argentino. En 2018 éste propuso “iniciar una mesa de diálogo”, pero fracasó por su propia responsabilidad. Por eso la querella exige elevar el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y que se sancione al Estado argentino por la sistemática falta de respuestas desde hace años.
La desaparición forzada de Julio no fue la única en democracia. Tuvimos también las de Andrés Núñez, Miguel Bru, Iván Torres, Luciano Arruga, Santiago Maldonado, Facundo Astudillo Castro, Luis Espinoza y Ariel Valerián.
Las medidas económicas que está aplicando Massa como la reducción de los presupuestos sociales con el argumento de reducir el déficit fiscal, los tarifazos, las enormes concesiones al agro negocio y sectores concentrados del poder económico, una inflación que ronda el 100% anual y sus terribles consecuencias sobre los ingresos populares, para cumplir con los acreedores de la fraudulenta deuda externa y las metas del acuerdo con el FMI, concretado por el gobierno nacional con apoyo del macrismo, traerá cada vez más ajuste.
Y los ajustes no pasan sin represión. Y la lucha contra la represión, por los derechos humanos y las libertades democráticas es una sola. Como parte de ese pueblo, seguimos sosteniendo todas esas luchas.
En el último año las luchas han sido estigmatizadas y criminalizadas. No sólo contra los desocupados y el movimiento piquetero, sino contra todo trabajador que ha salido a la lucha. Entre ellos se encuentran los cientos de procesados en Neuquén por los cortes en apoyo a docentes y trabajadores de la salud o la oleada de allanamientos y detenciones contra sedes y militantes de las organizaciones sociales.
La reciente propuesta del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales para reformar la constitución y prohibir los cortes de ruta, es un intento aberrante de avance contra las más elementales libertades democráticas.
Desde el Encuentro Memoria Verdad y Justicia hemos condenado el atentado reaccionario sufrido recientemente por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Nuestro repudio al atentado reaccionario no implica ningún apoyo a un gobierno que está descargando este plan de ajuste y entrega y denunciamos el llamado a la “unidad nacional” y la “paz social” con los representantes de las cámaras empresariales y los partidos políticos del ajuste.
Seguimos creyendo en la necesidad de derrotar las políticas de contra los trabajadores y mayorías populares de nuestro país y de cambiar este injusto orden capitalista, lograr una vida mejor y una sociedad justa e igualitaria. Por eso a la batalla diaria por una vida digna hoy le sumamos la reivindicación de quien sufrió en carne propia al Estado represor no una sinodos veces: Jorge Julio López.
Hoy recordamos entonces a Julio López porque asumimos junto a él que la defensa de nuestras libertades y derechos es una tarea del presente.
- Basta de impunidad. Cárcel común, perpetua y efectiva a todos los genocidas.
- No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos.
- ¡Julio López, presente! ¡Ahora y siempre!
- (Jueves 15-9-22- Plaza de Mayo)