(Por Oscar Castelnovo/APL) Un 22 de agosto como hoy, pero hace 53 años, la dictadura del general Alejandro Agustín Lanusse selló con sangre una de las páginas más brutales de la historia argentina: la Masacre de Trelew. Diecinueve militantes de distintas organizaciones revolucionarias fueron acribillados en la Base Almirante Zar. Dieciséis murieron en el acto, tres sobrevivieron a las balas, aunque luego serían desaparecidos durante la siguiente dictadura cívico- militar.
El crimen fue el corolario de una historia de dignidad. Días antes, 25 presos políticos habían protagonizado una fuga desde el penal de Rawson, en Chubut, buscando llegar a Chile, donde el gobierno socialista de Salvador Allende les ofrecía asilo. Solo seis lograron escapar en avión. El resto, al quedar varados, se entregó públicamente en el aeropuerto de Trelew ante periodistas y abogados, con la condición de ser tratados como presos políticos. La dictadura aceptó en público, pero en secreto ya había firmado su sentencia.
En la madrugada del 22 de agosto, fueron sacados de sus celdas y llevados a un pasillo. Allí los acribillaron con armas automáticas. El parte oficial habló de un supuesto “intento de fuga”, un relato burdo que buscaba encubrir el fusilamiento. Los sobrevivientes —Mariana Berger, Ricardo Haidar y Alberto Camps— lo desmintieron de inmediato. Sus testimonios fueron demoledores y marcaron para siempre la conciencia de un pueblo.
La Masacre de Trelew fue un crimen de Estado, un preludio del terrorismo de Estado que alcanzaría su máxima expresión a partir de 1976 con la última dictadura cívico-militar. Pero también fue un acto que sembró memoria. Cada año, desde entonces, organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos levantan su voz para recordar que los fusilados de Trelew no eran delincuentes ni fugitivos comunes, sino militantes comprometidos con la transformación social, con la justicia y con la libertad.
Reivindicar a los fusilados es reivindicar la resistencia popular contra el autoritarismo, es reconocer la dignidad de quienes, aún en las peores condiciones, mantuvieron en alto sus convicciones. La historia los declaró inocentes, y el pueblo los recuerda como lo que fueron: compañeros que dieron la vida por un país justo.
Trelew no es pasado. Es memoria que late. Es herida abierta. Es compromiso con la verdad y la justicia. Los fusilados viven en cada lucha contra la impunidad, en cada gesto de solidaridad, en cada bandera que flamea por los derechos humanos y la dignidad de los pueblos.
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP, ligado al PRT – Partido Revolucionario de los Trabajadores):
Mario Delfino
José Ricardo Mena
Humberto Suárez
Miguel Ángel Polti
Clarisa Lea Place
Ana María Villarreal de Santucho
Montoneros:
Mariano Pujadas
María Angélica Sabelli
Susana Lesgart
Humberto Toschi
Carlos Astudillo
Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR):
Rubén Pedro Bonet
José Alejandro Ulla
Alberto Carlos Del Rey
María Antonia Berger (sobreviviente, luego desaparecida)
Ricardo René Haidar (sobreviviente, luego desaparecido)
Alberto Carlos Camps (sobreviviente, asesinado en 1977)
Esa confluencia en las cárceles y en la fuga de Rawson muestra que la Masacre de Trelew no fue contra un grupo aislado, sino contra todo un arco de militancia política que, con diferencias, compartía el horizonte de una Argentina justa y liberada.