(Por Facundo Iglesia) Oscar Castelnovo, periodista y militante, estaba sacado. Américo Balbuena, uno de sus compañeros en la Agencia de Noticias Walsh, había subido al boletín de la web un artículo sobre una misa organizada por Familiares y Amigos de Muertos por la Subversión (FAMUS). “¿Quién carajo publicó esto? ¿No te das cuenta de que nosotros somos una agencia de izquierda? ¿No te das cuenta de que esto es Hitler, que son los fachos?». Balbuena, a quien llamaban «El Pelado», se limitó a responder: «Estamos en democracia». Los compañeros de Castelnovo apenas lo contuvieron, pero desactivaron la situación con solo tres palabras: «Dejalo, es Américo”. “Américo, el boludo,” pensó Castelnovo, pensaban muchos en la Walsh.
Pero no todos los verdaderos superiores de Balbuena estaban de acuerdo. Para ellos, Balbuena era un «excelente servicio externo» y un «eficaz servicio de calle». Es que Balbuena era en realidad miembro del Cuerpo de Información de la Policía Federal Argentina. Durante más de diez años –de 2002 a 2013–, «El Pelado» se infiltró en la Agencia Walsh haciéndose pasar por periodista.
“Nosotros éramos los boludos,” dijo Castelnovo a este medio. “El agente Balbuena lo que hizo con eso fue trazar perfiles: quién es el más pasional, el más violento, quién es el más componedor…”.
El viernes pasado, el juez Daniel Rafecas condenó a Balbuena y a sus superiores, Alfonso Ustares y Alejandro Sánchez, a dos años de prisión en suspenso. Los tres estaban acusados de «abuso de autoridad». El objetivo de Balbuena, según los querellantes y la fiscalía, era acceder a información privilegiada sobre movimientos sociales a través de la Agencia, que habitualmente cubría conflictos sociales.
Según ellos, Balbuena y sus superiores violaron varias leyes, entre ellas realizar investigaciones sin orden judicial, trabajar en un medio de comunicación como agente de inteligencia de la Policía Federal y recabar información sobre personas por su opinión política o su pertenencia a organizaciones políticas.
“Balbuena pertenece a un cuerpo especial de espías destinado a hacer inteligencia contra el campo popular y eso está prohibido por la propia Ley de Inteligencia”, dijo Castelnovo.
Durante toda la última audiencia en la sala «B» de los tribunales federales de Comodoro Py, Balbuena –ahora luciendo barba– estuvo cabizbajo; de vez en cuando garabateaba febrilmente en un cuaderno. Sus ex compañeros de la Agencia Walsh lo escuchaban atentamente desde la primera fila. La Agencia se disolvió poco después de que se descubriera la tapadera de Balbuena en 2013, luego de que lo delatara otro exagente de inteligencia, José «Iosi» Pérez. «Fue un golpe durísimo para todos nosotros», dijo Castelnovo.
Nadie sospechaba de Balbuena: el director y fundador de la agencia, Rodolfo Grinberg, había sumado al “Pelado”, a quien conocía desde la escuela primaria.
Desde la audiencia inicial, el abogado de Balbuena, Jorge Álvarez Berlanda, afirmó que su cliente no era un espía, sino que su vida tenía «carriles separados», es decir, que ser periodista y agente de policía no estaban relacionados. También argumentó que Balbuena utilizaba su nombre real y que no se infiltraría en un medio de comunicación cuyo fundador conocía. Álvarez Berlanda también criticó la «falta de pruebas», ya que no se encontraron los informes de Balbuena.
“No nos dejaron los archivos”, Liliana Mazea, una abogada de la querella, dijo durante la última audiencia. “Quizá las actividades de Balbuena no se asentaban por escrito, o quizás se destruyeron las carpetas”.
Hacer la Américo
Myriam Bregman, diputada del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y querellante en la causa, se mostró algo satisfecha por la sentencia. “Sabíamos que la pena iba a ser baja porque la máxima era ínfima para la gravedad de los delitos cometidos y la persistencia por años del espionaje ilegal”, dijo minutos después de la condena en las escalinatas de Comodoro Py.
“Lo que hoy se comprobó es que era un Cuerpo de Informaciones, que Balbuena no era un cuentapropista que actuaba solo, algo muy difundido últimamente. Si no que actuaba como un cuerpo de inteligencia que tiene una continuidad entre la dictadura y los gobiernos constitucionales posteriores”. El propio Balbuena se unió a la PFA durante la última dictadura, y fue calificado por “Isabelita”, una espía que durante el Proceso se había infiltrado en las Madres de Plaza de Mayo
Durante las audiencias, se probó la presencia de Balbuena en eventos políticos clave, como la cumbre contra el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Mar Del Plata en 2005 y varias ocupaciones de tierras en el Bajo Flores. “A través de nosotros infilitraba familiares de Cromañón, a la FUBA [Federación Universitaria de Buenos Aires], a los partidos de izquierda, a los trabajadores del subte…,” enumeró Castelonovo.
Muchas veces, Balbuena sabía de las marchas antes de que fueran anunciadas, un gran activo para la Policía Federal. Es que, según declaró Ustares, “el fin último de la División Análisis era evitar el conflicto en la calle”.
“Hay un pequeño reconocimiento a nuestra lucha de diez años”, dijo Bregman. Pero es una pelea que no terminó, según dijo. “Nosotros como Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) tenemos presentado proyectos para disolver este cuerpo de espías, pero nunca conseguimos que eso se trate.”
El juez Rafecas envió el veredicto a la comisión bicameral de seguimiento de los servicios de inteligencia y a la comisión de seguridad interior. “Hace unos días, tuvimos un cruce con el ministro [de Seguridad] Aníbal Fernández donde él negó que este cuerpo de inteligencia existiera”, dijo Bregman.
“Siguen funcionando, tienen todo un organigrama y se habla de más de 1.000 espías. [El presidente] Alberto Fernández tiene que derogar ya mismo esto y entregar la lista de los agentes”.
(Por Facundo Iglesia/ Buenos Aires Herald)