(Por Kuña Mbarete APL) La frase se escucha en videos que circularon del 3 de septiembre del 2018, día en que asesinaron a Ismael Ramírez (Coqui, 13 años) en Sáenz Peña, Chaco. A 4 años del crimen, Alejandra Ciriaco, su mamá, exige que se desarchive la causa, ya que si bien había cámaras que registraron lo que ocurrió todas esas pruebas desaparecieron de la fiscalía. “¿Qué pasó con esas pruebas?” es lo que ella se pregunta sin encontrar respuesta de un sistema judicial racista que cuando quien gatilla forma parte de las fuerzas represivas y el que recibe la bala es un indígena la impunidad es total.
A Ismael lo mató un policía con su arma reglamentaria de 9 milímetros, sin embargo el fiscal de investigaciones Nº 3 de Sáenz Peña, Macelo Soto, señala que no hay pruebas suficientes. Este fiscal ya había tenido conductas encubridoras al decir que el arma era de una escopeta. A esto también se suma la “desaparición” de videos donde se ve lo que paso con Ismael y quien es el asesino, el cual hasta el día de hoy camina impune por las calles de la ciudad.
Ante este encubrimiento por parte de la fiscalía local que protege a los asesinos materiales del niño, es que su mamá pide justicia. No solo para quienes lo mataron, sino para los autores intelectuales y políticos del crimen, a los dueños del supermercado que con sus prácticas violentas y racistas generaron una situación represiva que se trasladó a los barrios, a varias cuadras del lugar de origen, donde fue asesinado Ismael.
EL DÍA QUÉ MATARON A ISMAEL
El 3 de septiembre había una protesta en el supermercado Impulso (Saenz Peña) que se negaba a devolver las tarjetas alimentarias y los DNI de muchxs Qom, actitud habitual tomada hacia estos por ser indígenas y pobres. Allí se da un despliegue de las fuerzas represivas que involucró a la Policía del Chaco, la Policía Federal y Gendarmería Nacional. La represión involucró tanto balas de goma como de plomo. Representantes de la comunidad Qom señalaron que el despliegue represivo no busco solo desconcentrar la protesta afuera del mercado, sino que se instalaron en los barrios. Es decir, las tres fuerzas represivas con balas de goma y plomo, allanando lugares sin autorización y desparramando violencia ante niñxs, adultxs y ancianxs en todo Sáenz Peña, en «respuesta» a gente que pedía les devuelvan su DNI y sus tarjetas de alimentos.
Ese fue el contexto del despliegue represivo, por eso Ismael no es asesinado en el lugar donde estaba la protesta. Alejandra, comenta “Ese día justo mi hijo tenía que ir a jugar, porque él hacía básquet y a 5 CUADRAS del mercado le metieron un tiro”.
La violencia no terminó ahí, las fuerzas represivas, tanto federales como provinciales, obstaculizaron el ingreso de la ambulancia, por lo que tuvo que ser trasladado en un auto particular hasta el hospital local, donde llegó sin vida por el disparo en el pecho de un arma reglamentaria, una 9mm.
El asesinato de Ismael no es un hecho aislado. Día a día la policía mata a pibes y pibas en los barrios, en las comisarías, en las cárceles. Y si bien la «portación del rostro» sospechoso al cual va dirigida la violencia casi siempre es un pibe, pobre y morochx; ese racismo se hace aún más explícito cuando es acompañado de «¿Por un indio vas a ir preso?».
El pueblo Qom sabe de esto, son generaciones viviendo la violencia en forma de masacres, asesinatos, despojo territorial. El pedido de justicia por Ismael es un grito qué llega desde el interior del Chaco, pero no es solo por él. Es porque no queremos más niñxs indígenas con un balazo en el pecho, sino qué los queremos con el pecho inflado, orgullosos de su identidad.
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#SerIndigenaNoEsDelito
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